Capítulo 32

1.1K 155 38
                                    

- M-majestad...

- Mmmm.

- N-no creo que haga falta seguir cargándome...

"¡¿No estás viendo lo vergonzoso que es esto?!" gritaba en su mente con el rostro de un tono igual al de su cabello.

Fiama todavía estaba en las piernas de Kay desde hacía media hora, las personas seguían mirando el trono donde el emperador estaba sentado, sus miradas iban desde el rostro del emperador hasta la niña de expresión incómoda.

El desinterés de Kay en todas esas personas era palpable, regreso su mirada a Fiama y no entendió porque no se veía alegre; creía haber hecho bien al darle algo de confianza, pero ella parecía disconforme, sus ojos miraban a la nada un tanto extraños. ¿Había hecho algo mal?, tal vez la hizo enojar y no lo notó, o quizás no quería estar allí... no debería de haberla llevado a ese lugar.

Los nobles se acercaban de a poco para saludar a la princesa y a Kay, aunque este no les prestaba mucha atención a sus palabras, la conversación con aquellas personas jamás había sido fluida; a él no le importaba si tenía o no, una buena relación con los nobles, se había asegurado de que la influencia de todos ellos no creciera más de lo debido y con algunos caballeros muy capaces mantenía vigilados a aquellos que podían tratar de crear problemas. Varios no aceptaban aún que Kay estuviera en el poder, aunque el podía deshacerse de ellos cuando quisiera, no tenía intenciones de ser conocido como un tirano genocida, en todo caso prefería buscar y mantener pruebas para hacer caer con mayor facilidad a aquellos que lo despreciaban.

Fiama se rindió con la idea de alejar a Kay, este hombre torpe parecía querer protegerla de verdad, el problema es que su forma de cuidarla era demasiado embarazosa. Decidió analizar los rostros de aquellos que habían asistido al salón. En realidad no había personas sobresaliendo, algunos hablaban entre ellos, otros bailaban y unos pocos estaban solitarios. En ese momento se dio cuenta de que pequeñas figuras iban tras las personas, extrañamente varios nobles habían decidido llevar a sus hijos más pequeños con ellos aquel día, no era algo que estuviese prohibido, más bien era extraño.

- Saludamos al gran emperador Kay Lot de la Croix y a la princesa del Intravella - un hombre con una mirada llena de confianza y una sonrisa se acercó a los mencionados, a su lado iba una mujer con expresión seria, y un niño de no más de diez años - Es un gran placer verlo hoy - observo a Kay para luego dejar caer sus ojos sobre la pequeña - Y también a usted, princesa. Soy el Vizconde de Lenner - analizaba la postura de la niña, parecía especialmente interesado en ella - Es bueno saber sobre la existencia de la princesa, es un verdadero honor.

Fiama ya había analizado al hombre, no se veía como alguien desagradable, pero en la alta sociedad, las personas sabían como esconder sus verdaderos rostros.

Cuando dio con el niño en medio, solo pudo pensar en que se le hacía muy conocido, jamás lo había visto antes en su vida, pero su rostro le era familiar.

Su cabello era de un rubio platino, tenía ojos grisáceos, pestañas largas y cejas pobladas, las mejillas y parte de su nariz estaban llenas de pecas que no sobresalían demasiado, de labios gruesos y rosados, tenía una expresión un tanto apagada.

Intercambiaron un par de palabras más, para después desaparecer entre el resto de la multitud. El hombre terminó por irse con algunos nobles más, mientras la mujer se iba con el que seguro era su hijo.

Fiama trataba de seguir al hijo del vizconde con la mirada, y aunque estaba más que segura de jamás haberlo visto, su rostro le parecía demasiado conocido. Antes de poder encontrar una respuesta a la interrogante que crecía en su cabeza, el bullicio de la gente la obligó a pasar este hecho a un segundo plano.

El destino de una princesaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu