Capítulo 50

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Por una milésima de segundo, creyó haber oído mal, hasta quiso reírse, esa era una broma terrible y estuvo por decirlo, pero le detuvo la tranquilidad en aquellos ojos.

- ¿Lo estás diciendo enserio?

- No soy alguien a quien le guste mentir.

No podía ser cierto... ¿o si?... es que eso era todavía menos factible que la magia de regresión, pero si eso era así, entonces tenía sentido. Tanto el mismo, como Kay, creían que lo que buscaba hacerle daño a Fiama era algo con un gran poder. Tenia sentido y su propio instinto le decía que debía creer en esas palabras.

- ¿Como puedes estar tan seguro?

- Lo has notado ¿no? - Leigha no se vió afectado de ningún modo al hacer tal revelación - Ella no es una niña normal, debió parecerte extraño en algún momento.

Claro que lo había notado, sabía que ella era diferente a cualquiera, pero lo ignoraba porque no había razones para preguntarse algo sobre Fiama, ella solo había llegado a ese mundo como uno más y ya. Tal vez podían calificarla como una genio, sin embargo, ser una diosa, eso era completamente diferente, eso iba más allá de cualquier cosa.

Leigha suspiró notando la maraña de sentimientos y emociones que había provocado en Ryu.

- Te contaré todo - dijó con suavidad - Es mejor que te sientes, es una historia algo larga.

Ryu no dudó en hacer caso, se acomodó contra un árbol y no apartó sus ojos de aquel dios.

- Te dije que en su momento fui salvado por Ignis, pero creo que mejor iniciare por otro punto.

Y empezó con su relato, rememorando cada detalle que estaba guardado en su cabeza desde hacía demasiado tiempo.

Antes de que Leigha fuera atacado por la gente de la región a la que protegía, encontró a un pequeño huérfano que vagaba solitario por los bosques de Yuenna (la segunda capital de Kerkebi, reino ubicado en ShecsaDarr). El niño apenas contaba con seis años de edad, estaba delgado y muy débil, no podía imaginar con exactitud qué es lo que le había sucedido para terminar así.

Ver a ese chiquitín solo entre la maleza fue algo difícil de asimilar. Siendo un protector de aquella zona no dudó en brindarle su apoyo al pequeño. El niño recibió poca energía de Leigha, una porción tan minúscula que incrementó su salud hasta dejarlo en un perfecto estado como si nunca hubiera sufrido desnutrición o cualquier otro problema.

Cuando lo llevo con los humanos, descubrió que el origen del niño era importante, al menos para los humanos, nació del líder que había pedido la protección de Leigha tiempo atrás. Era el 7mo hijo del rey. El pequeño se había apegado muy pronto al dios, así que pasaba gran parte de sus días junto a él, algo que el rey aceptó siempre y cuando Leigha se sintiera cómodo con ello. Para Ethani el haber sido salvado por el dios fue algo que de inmediato causó que el niño lo admirara y quisiera quedarse a su lado; decidió seguir a aquel precioso del que emanaba una espléndida calidez que lo atrajo de inmediato.

Fue un poco difícil en un principio para Leigha hacerse cargo del niño, los dioses con un gran poder no necesitan comer o dormir, a diferencia de los humanos, su energía fluye constantemente entre ellos y los elementos del mundo. Con el tiempo comenzó a acostumbrarse a las necesidades del pequeño.
Aunque aveces le asustaba la rapidez con la que iba creciendo, sabía bien que los humanos envejecían demasiado pronto, los dioses tardaban milenios en morir dependiendo siempre de su poder.

Sabía que su tiempo con el infante sería corto, pero trataba de apreciar lo más que podía junto al pequeño que de alguna manera se había convertido en lo más parecido a un hijo.

El destino de una princesaWhere stories live. Discover now