La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar

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Parte B


Emprendí mi camino hacia Jartav con el corazón en un puño.

El grupo con el que iba era numeroso. Nos lideraba un soldado de rango más alto que el nuestro y llevábamos una caravana con bastantes caballos y algunas carretas cargadas de provisiones para el camino, que fue increíblemente tedioso.

La frontera entre Valkar y Nachblut estaba delimitada por colinas que dificultaban el paso de nuestro grupo con las cosas que cargábamos; eso provocó que demorásemos más de lo que, al parecer, nuestro superior tenía planeado. Además, llovió durante casi todo el trayecto, por lo que el suelo estaba lodoso y los soldados nos mojamos por horas mientras avanzábamos. Pasamos días tratando de cruzar aquellas colinas, a pesar de que no nos detuvimos más que para dormir y comer algo.

Tras superar aquel obstáculo, sin embargo, todavía nos faltaba más de la mitad del camino para llegar con el Coronel Ziegler.

Un día, hicimos una parada en una pequeña aldea para refugiarnos de la lluvia y reunir provisiones nuevamente. Contrario a como sucedió cuando fui por primera vez a Frizgal, pasamos desapercibidos, casi ignorados, por los pueblerinos.

Atención era lo último que podía esperar de un camino conformado casi en su tercera parte por plantíos y minas; eso, aunado al mal clima, hizo que el viaje me pareciera atroz.

En varias ocasiones me pregunté si al grupo de Ansgar también le habría sorprendido el clima. Para él no habría sido problema mientras su camino no estuviese tapizado de tierra húmeda como el mío. Él adoraba la lluvia pero, irónicamente, detestaba ensuciarse con lodo.


Me sentí aliviado en el momento que pudimos divisar un poblado más y nuestro capitán nos dijo que pasaríamos la noche ahí antes de acercarnos a la frontera con el bosque.

Llegamos a una fortaleza a las orillas de Jartav, construida hacía años para resguardar a la ciudad de los ataques de uno de los reinos vecinos de Valkar.

Se nos estaba esperando con provisiones, armas y más caballos para llevar al campamento del Coronel Ziegler. Los soldados nos asentamos detrás de las altas murallas de aquella fortaleza y, puesto que el capitán nos quería dar la oportunidad de conocer Jartav, nos permitió salir a buscar un lugar donde cenar, si es que así lo queríamos, con tal de que estuviéramos todos de vuelta para antes de la hora de dormir.

Por mi parte, decidí cenar en un lugar que encontré cerca de la fortaleza. Me pareció acogedor desde que entré, era un lugar espacioso, cálido y alegre, además de que había música, lo que me hizo sentir algo más cómodo a pesar de que no conocía a nadie; cenar solo en un lugar que estuviese vacío me recordaría que estaba lejos de mis amigos y de Ansgar.

La comida olía delicioso y había muchísimas personas sentadas a mesas largas, sin embargo, no era un caos como los comedores en el castillo, sino que me recordaba a las fiestas celebradas en la cervecera de mi padre, donde varones, donceles y mujeres convivían amenamente.

Mientras cenaba, junto a mí, conversaba un par de mujeres, una de ellas evidentemente mayor que la otra. No puse mucha atención a lo que decían hasta que escuché que hablaban de magia.

Para confirmar, les pedí que repitieran lo último que habían mencionado, sobre la magia que hizo abundantes las tierras de Nachblut. Me observaron de arriba abajo cuando llamé su atención y entendí la mirada de desconfianza que me dirigió una de ellas. Yo llevaba puesto mi uniforme de la armada del rey: una camisa negra de cuello alto y un chaleco gris que tenía un broche con la forma del escudo de Valkar.

DornstraussWhere stories live. Discover now