La Historia de Einar, Parte II: Un novato sospechoso

251 57 73
                                    

Parte B

No pasaron siquiera dos semanas desde que Dogvar Wieczorek me incluyó en los entrenamientos de la guardia real cuando, mientras salía del salón, noté que me observaba. Pasó otras dos o tres veces, sembrando algo de miedo dentro de mí. Llegué a pensar que me había descubierto, pero me llevé una gran sorpresa al encontrarlo una noche, camino a la habitación donde yo dormía, esperándome en el pasillo.

Lo saludé con respeto, tratando de ocultar la extrañeza que me causaba encontrarlo tan lejos de las habitaciones de los altos mandos de la armada.

Quise reducir a toda costa el tiempo que pasé frente al General, evitando que volviera a dirigirme la palabra. Para mi mala suerte, mientras abría la puerta de mi habitación se acercó a mí más que las otras veces que lo había visto.

—Me da mucha curiosidad saber cómo es que llegó un Dornstrauss a este lugar —dijo mientras se dirigía hacia mí—. Ellos no son guerreros, y alguien de su familia ganaría más en la cervecera que en el ejército.

No quise hablar. Se me heló la sangre y llegué a pensar que me sacaría del castillo a patadas por haberme descubierto. Sabía que pasaría, yo no iba a durar mucho tiempo ahí y él había notado que mi complexión no era como la de un varón común, que me quejaba más de los golpes y que ignoraba a los donceles en el comedor de los soldados. ¡Lo sabía, lo sabía, lo sabía!

En mi mente repliqué una y otra vez el haber desafiado a mi familia y a los soldados y me repetí que, cualquier cosa que él fuera a decir, lo negaría.

Tenía que decir que no era un doncel...

—Ahora que lo veo, Einar, usted está aquí por algo: quiere ascender y ser reconocido —. Me sorprendió oír lo que decía, tanto que cerré la puerta del cuarto y me quedé a escucharlo, sin mirarlo a los ojos—. Tiene las habilidades, es el mejor de mi grupo, pero llegar a los puestos más altos le va a tomar mucho tiempo...

El General Wieczorek se paró frente a mí, demasiado cerca, y me hizo voltear por puro respeto. Mi corazón parecía querer salirse de mi pecho mientras lo veía agacharse y acercar su rostro al mío; podía sentir su respiración y oler el hedor que salía de su boca. Quise vomitar.

—Yo puedo ayudarlo a subir de nivel en menos de la mitad del tiempo —. Propuso, sujetando mi barbilla y mirándome a los ojos, mostrando sus intenciones con una mirada repugnante. Yo estaba muriendo de miedo—. Solo necesita hacerme un pequeño favor esta noche. No arriesga nada con intentarlo, ¿o sí? No creo que vaya a quedar preñado o algo, no es usted un doncelito.

Me besó, encerrándome entre la puerta y su enorme cuerpo de soldado. No pude gritar, no pude alejarlo, nada. Sentí sus horribles manos sobre mis hombros y, cuando me di cuenta, él había abierto la puerta de mi cuarto; me empujó con brusquedad y la gran sacudida que me di al caer sobre mi cama me liberó de la parálisis que había sufrido por el miedo, permitiéndome tomar conciencia de lo que estaba pasando.

Quise correr, pero él fue más rápido y me sujetó contra la cama, me encerró entre sus brazos y se desabrochó el pantalón. Intenté gritar, pero cubrió mi boca y trató de rasgar mi ropa. No quise seguir luchando, pues sabía que sería en vano.

Maldije miles de veces, sin saber si lo estaba diciendo en voz alta o no; quise llorar, quise aventarlo contra el suelo y matarlo a golpes, me importaba un bledo si era Dogvar Wieczorek, el guerrero más reconocido en Valkar y la mano derecha del rey Gunnar.

Era un desgraciado.

Con los ojos cerrados, solo pude escuchar un estruendo, la puerta abriéndose de golpe y muchos gritos. Una discusión. Alguien había entrado.

DornstraussWhere stories live. Discover now