La Historia de Einar, Parte III: Un gran aspirante a ser soldado

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Parte A

Pasado casi un año y medio después de entrar al ejército, después de arduos entrenamientos e innumerables clases sobre estrategias de batalla y otras cosas útiles, se nos asignó un trabajo nuevo, alejado del aislamiento por el que habíamos estado pasando.

Desde que llegué al castillo no me enteré de casi nada de lo que pasaba afuera; los reclutas siempre estábamos en los lugares más remotos de este, casi no teníamos tiempo libre, no salíamos muy frecuentemente y yo nunca tuve razón para abandonar el lugar. Además, no teníamos permitido entrar a varias partes del castillo, así que dar la vuelta dentro de este tampoco era una opción. De vez en cuando algunos compañeros volvían a sus casas, cambiando su decisión de ser soldados, pero nunca pasaba nada más interesante.

Cuando se nos dio la noticia de que empezaríamos a hacer un servicio en el castillo y en las aldeas cercanas, nos sentimos liberados.

Se nos asignaron tareas en lugares diferentes: Rustam, para su buena suerte, se quedó como guardia, muy cerca del rey y de la princesa Maia; Ancel, desafortunadamente, tuvo que hacer fuera su servicio; a Ansgar y a mí nos tocó vigilar la puerta por donde llegaban diversos cargamentos al castillo. Fue muy entretenido ver qué clase de cosas llegaban desde distintos lugares del reino, además, conocí a montones de personas; por esa puerta pasaban víveres, materiales de costura, madera, leña y, desde luego, los barriles de cerveza de la casa Dornstrauss.

Ansgar y yo nos encargábamos de verificar que todo lo que pasara por la puerta estuviera en buen estado y se colocara en el lugar indicado dentro de un almacén enorme que estaba excelentemente organizado. Nos comunicábamos varias veces con los administradores del castillo y ellos con nosotros para informarnos acerca de las cosas que llegarían desde otras aldeas.

Estando ahí por fin pude saber qué era lo que pasaba con mi familia mientras yo no estaba.

Me encontré con Tarrant, el varón que me había ayudado a llegar al castillo cuando empezaron a reclutar hombres para el ejército. Al cruzarse conmigo mientras entregaba la carga de barriles del día casi se lanza a abrazarme; después de tanto tiempo sin vernos, tenía mil cosas que contarme.

—Cómo me alegra verte aquí, Einar -dijo mientras descargaba los barriles de la carreta—. ¿Qué tal te ha ido?

—De maravilla —contesté, ayudándole con su trabajo para poder tener un rato libre y conversar por un momento—. Hice amigos y soy de los más destacados en los entrenamientos. Te dije que me necesitarían si querían tener a los mejores hombres —alardeé.

Tarrant se rio un poco y negó con la cabeza. Revisó que nadie nos estuviera escuchando y entró al cuarto enorme donde guardábamos las cosas para ponerme al corriente con lo que sucedía en casa. Se sentó en un banco que se encontraba al fondo y me invitó a tomar asiento en otro, a su derecha.

—En la cervecera también se dieron cuenta de que te necesitaban. Más que nada, en la tienda del centro de Tryuna. Hubo un caos los primeros días, querían ir a buscarte y sacarte del castillo por la fuerza, pero el señor Dornstrauss los detuvo.

— ¿Por qué? Creí que sería el primero en proponerlo.

—Dijo que sería mejor que te llevaras una buena lección por tu cuenta cuando te descubrieran. Confía en que te va a ir peor entre más tiempo pases aquí.

—No lo dudo. Por eso es mejor que nadie se entere nunca.

Mi amigo asintió con la cabeza, un poco preocupado.

-Confía en mí, no los dejaré notarlo. Lo he escondido muy bien hasta ahora.

—Es no es lo que me preocupa. Sé que nadie se va a dar cuenta, eres bueno en todo lo que haces, guardar un secreto debe ser pan comido para ti —comentó con admiración—. En realidad, solo temo a la manera en la que vas a reaccionar a lo que tengo que contarte.

—Debe ser grave.

—Peor —. Tomó aire con nerviosismo, como si estuviera a punto de saltar de un barranco o algo por el estilo—. Ivar y Kaj van a casarse pronto.

Miré a Tarrant con una expresión que, a juzgar por el respingo que dio al verme, debió haber sido aterradora. Me levanté de mi asiento y pasé mis manos por mi cabello con desesperación.

—Se salió con la suya ese maldito hijo de...

— ¡Einar! —mi amigo trató de apaciguarme, sin éxito.

— ¿Es que acaso no lo entienden? Quiere quedarse con la cervecera, por supuesto que va a buscar casarse. Ese bastardo es capaz de cortejar a quien sea por expandir el maldito negocio de su familia.

Pateé una paca de paja para desquitar la furia que empezó a gobernar mi cuerpo. Tarrant solo me observó haciendo mi rabieta sin decir palabra.

—Mi pobre hermano Kaj no sabe lo que le espera —continué—; él no estaba cuando le conté a mi familia las malas intenciones de Ivar. Debe haber caído rendido ante sus fingidos encantos...

Mientras decía esto, a mi mente llegaron imágenes que había tratado de olvidar desde hacía tiempo: la sonrisa de Ivar, sus ojos azules, la sensación de cuando jalaba el lóbulo de mi oreja después de besarme...

— ¡Argh! ¡Qué asco! —Cubrí mi rostro con mis manos, culpándome por haber recordado tales cosas; grité de frustración y saudí mi cabeza. Debió haberse visto gracioso, porque mi amigo se rio, molestándome todavía más.

Descargué mi ira contra otra paca de paja cerca de mí. La golpeé con mi puño derecho tan fuerte como pude, pero cuando sentí que me había picado con las agujas de la paja seca, me obligué a calmarme.

—Seamos sinceros, Einar —dijo Tarrant con serenidad—. Tenía que pasar. De hecho, tardaron bastante, si lo comparas con lo poco que demoró Ivar en pedirte matrimonio. Él empezó a cortejar a Kaj desde antes de que te fueras, así que ya pasó mucho tiempo.

—Tienes razón —reflexioné mirando al suelo mientras sacudía mis manos y revisaba que mi mano derecha no estuviera lastimada—. Cuéntame todo lo que sepas la próxima vez que vengas, ¿sí?

—Haré lo posible por no reírme de tus rabietas cuando lo haga.

Tarrant y yo nos despedimos y volvimos a nuestro trabajo. No puede quitarme de la cabeza los recuerdos de Ivar el resto del día: me causaba cierta desazón acordarme de los momentos que habíamos pasado juntos y evité evocar recuerdos de cuando tuve que asistir con Alainn para solucionar las consecuencias de la noche que pasé con el varón que se casaría con mi hermano. No sentía nada al pensar en él, pero sí que me molestaba hacerlo; me reí de mí mismo dos o tres veces, desconcertando a Ansgar, que trabajaba conmigo todo el día.

DornstraussWhere stories live. Discover now