La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional

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Parte G


No noté en qué momento me llevaron hasta una de las tiendas donde trataban a los heridos.

Para cuando recuperé la lucidez, ya me encontraba sentado sobre un banco alto, con Ansgar frente a mí limpiando sus manos con un pañuelo. Detrás de él había otro par de soldados, uno curando al otro. Los observé por un momento hasta que Ansgar se acercó a mí y revisó mis lesiones; aún tenía clavadas las dos flechas en mi brazo izquierdo.

—Debiste haber despertado más tarde, no es el mejor momento para que estés consciente —me dijo mi amigo en un tono pintado de preocupación—. Ancel y yo te trajimos aquí para ayudarte, pero creo que podré con tus heridas yo solo.

— ¿Me vas a curar tú? —Pregunté con desconfianza. No estaba seguro de que Ansgar fuese capaz de sacar a los dos intrusos de mi brazo sin hacerme perderlo.

—A diferencia de ti, yo sí presté atención en las cortas lecciones de medicina que nos dieron en la escuela de la guardia real —se defendió, preparando las cosas para tratar mis heridas—. Además, estuve ahí durante más tiempo; los años que pasé en la escuela no fueron en vano... Tampoco trajimos muchos médicos y ellos están ocupados con los soldados que se encuentran más graves.

Ansgar tomó dos plumas grandes, las limpió y se acercó a mi hombro izquierdo, disculpándose conmigo por lo que estaba a punto de hacer.

Pude sentir que mi amigo movía ambas plumas debajo de mi piel, buscando los bordes puntiagudos de la flecha para cubrirlos y poder jalarla hacia afuera sin abrir la herida. Hice lo posible por no quejarme, pero dolía tanto que no pude evitar decir una mala palabra tras unos instantes. Al terminar, dejó la flecha que había sacado sobre una mesa cerca de nosotros y me dio un pañuelo, pidiendo que cubriera la herida de mi hombro.

—No quiero que te desangres, Einar, resiste —me habló con dulzura, tratando de sosegarme—. La otra flecha está clavada más profundamente, sería una mentira si te dijera que no va a doler. De verdad lo siento.

Ansgar limpió las plumas que había usado y echó un vistazo hacia la flecha que yo aún tenía en el brazo, mordiendo ligeramente su labio inferior y tomando aire antes de empezar a sacarla.

Al sentir otra vez la punta de ambas plumas en mi brazo, me volví a quejar, pero esa vez con mayor insistencia; me moví un poco, ganándome una reprimenda por parte de mi amigo y provocando que mi brazo doliera todavía más. Grité cuando Ansgar terminó de sacar la flecha, haciendo que él se exasperara y sujetara mi rostro después de dejar en la mesa las cosas que tenía.

— ¡Einar, tranquilízate! Estás haciendo demasiado teatro para solo dos heridas.

— ¿Te han sacado dos flechas del brazo alguna vez? —Le reclamé, molesto por que subestimara lo mucho que dolía. Él titubeó, sin querer admitir que le había cerrado la boca con mi pregunta.

—Amigo, el chico Volksohn tiene razón. Haces mucho escándalo para heridas así de pequeñas. Tendrás que acostumbrarte si quieres ser un soldado de Valkar y participar en la guerra —comentó uno de los soldados que estaban con nosotros antes de salir de la tienda y dejarnos solos.

Ansgar soltó mi rostro y me dirigió un último gesto de triunfo. Puso otro trozo de tela sobre la herida de la segunda flecha y examinó el corte que tenía en el otro brazo.

—Desearía tener algo más que agua para limpiarte antes de cerrar tus heridas; podría pudrirse tu brazo si no lo hago, ¿lo sabías? —Agregó con una mirada maliciosa. Yo me estremecí de tan solo pensarlo.

DornstraussWhere stories live. Discover now