La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional

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Parte I


Los soldados heridos emprendimos nuestro camino hacia Frizgal después de que se alejaran los que irían a Sorum. Quienes podíamos caminar tuvimos que hacerlo todo el trayecto, puesto que la aldea no estaba muy lejos y casi todos los caballos se fueron con el General Volksohn. Los demás fueron llevados en carretas.

Nos instalamos en varias posadas distintas en toda la aldea. Durante el tiempo que estaríamos hospedados, ahí se nos daría comida y podríamos descansar hasta que el General pasara por nosotros.

Rustam y yo compartimos cuarto en un parador cerca del centro de Frizgal. La habitación estaba en el primer piso, por lo cual Rustam tuvo que ser cargado por dos hombres y llevado hasta su cama; fue una odisea hacer eso sin molestar a los huéspedes.

La recámara era de espacio reducido, tenía dos camas separadas por una mesa de noche, un banco, un tocador y una ventana que iluminaba el lugar. Había un cuadro algo extraño colgado de una pared y en otra estaba el escudo de Valkar pintado sobre la madera.


Al caer la tarde de nuestro primer día en aquella posada, un doncel llamó a la puerta de nuestro dormitorio. Llevaba comida para una persona y, cuando me vio abrir y recibirlo, se mostró algo desconcertado.

—Una disculpa, me dijeron que en esta habitación había un soldado que no podía caminar y me encargaron traerle comida, pero parece que usted puede mover sus piernas perfectamente...

—No te equivocaste —interrumpió Rustam desde dentro antes de que yo pudiera decir algo—. Es solo que Einar tiene el descaro de no invitarte a entrar y ver si hay alguien más aquí.

Me aparté de la entrada inmediatamente para que el doncel pudiera dejar la comida en la mesa de noche. Lo hizo en silencio, pero su postura no reflejaba la timidez con la que solía ver a los donceles acercarse a otros varones, sino todo lo contrario: se paraba erguido, mirando al frente. Era lindo, de ojos y cabello marrones, cuerpo delgado, y poseía la típica cintura marcada que yo nunca tuve. Vestía una falda larga como las que yo tanto detestaba usar, pero a él se le veía tan bien que no pude evitar sentir algo de envidia.

—Pido disculpas por nuestra inconveniente inutilidad —agregó Rustam cuando el otro chico dejó la comida junto a él—. Te has topado con un par de soldados heridos de los cuales uno puede caminar, pero no mover los brazos, y otro puede mover los brazos, pero le es imposible caminar.

—Es un tanto irónico, no lo voy a negar—contestó el doncel soltando una risa discreta—. Sin embargo, supe que podría pasar algo así desde que me dijeron que recibiríamos soldados que venían del campo de batalla. No esperaba menos.

El doncel caminó unos pasos para salir de la habitación pero se detuvo cerca de la puerta, como si hubiese recordado algo.

—Hablando de ello, ¿puedo preguntarles algo?

—Adelante —contestó Rustam gentilmente.

— ¿Cómo es el campo de batalla? ¿Qué se siente pelear en una guerra?

A mi amigo le extrañó un poco la pregunta, pero yo sonreí, encantado.

— ¡Es de lo más horrible y emocionante que pudieras ver en la vida! —Exclamé con regocijo.

Entusiasmado por contar todo lo que había pasado en la frontera con el bosque, invité al doncel a sentarse en el banco que había en el cuarto, pero cuando Rustam me vio hacer eso, inmediatamente me llamó la atención.

DornstraussWhere stories live. Discover now