La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar

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Parte O


—Al capitán Einar Dornstrauss, por su resistencia y su honorable labor cuidando de la frontera con el bosque —exclamó el rey de Valkar, esperándome al centro el salón.

Caminé a paso firme para presentarme frente al soberano; me arrodillé frente a él y esperé sus palabras.

No obstante, antes de que el rey dijera algo, una voz que tenía años sin escuchar detuvo la ceremonia.

— ¡Su Majestad! —pronunció—. ¡No puede nombrar a Einar Dornstrauss!


No necesité voltear para saber de quién se trataba. Se me revolvió el estómago.

No entendí por qué, en uno de los momentos más dichosos de mi vida, tenía que llegar alguien a detenerme. Me puse de pie, sabiendo que no seguiría siendo necesario que me arrodillara, Retrocedí un paso para distanciarme del rey; todo había terminado.

— ¡Harald Dornstrauss, qué sorpresa! —exclamó el rey, tratando de sonar alegre, a pesar de estar visiblemente irritado por haber sido interrumpido en medio de una ceremonia importante—. ¿Qué lo ha traído por aquí tan temprano? La celebración será más tarde, ¿acaso ya ha empezado a traer cerveza?

El rey hizo una pausa, esperando respuesta sin dejar de tratar a mi padre con fingida hospitalidad. Un instante después, abrió los ojos como platos y se le escapó una sonrisa.

— ¡Entiendo! —exclamó hacia el recién llegado—. Usted debe ser familiar del capitán Einar Dornstrauss, ¿o no?

—Está usted en lo correcto, Su Majestad —contestó mi padre. Yo empecé a temblar—. Einar Dornstrauss es mi hijo, y precisamente porque lo conozco desde su nacimiento es que sé a la perfección que él es un doncel.

La expresión del rey se ensombreció, a la vez que mi cuerpo entero perdía fuerza y se dejaba llevar por la derrota. Toda la gente en el salón empezó a murmurar miles de cosas que no quise escuchar.

Deseé, con todo mi corazón, desaparecer de aquel lugar para siempre. El gran esfuerzo que había hecho para esconderle mi secreto a casi todo el mundo había sido en vano. Mi padre, a quien no había visto por años, en lugar de reconocer mi desempeño en el ejército al volver a encontrarme, me recordó que no estaba haciendo lo que me correspondía como doncel. Parecía haber esperado una eternidad para delatarme enfrente de todos, como si supiera que de ese modo yo me sentiría peor por haberme ido de casa para realizar mi sueño.

Los cuchicheos de la gente no pararon. Miré de reojo a los que estaban cerca e intenté encontrar —sin éxito— las voces de mis amigos entre las palabras dolorosas que estaban diciendo las demás personas.

DornstraussWhere stories live. Discover now