La Historia de Einar, Parte III: Un gran aspirante a ser soldado

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Parte B

Ansgar y yo caminamos por los pasillos con calma para ir a ver a Rustam, quien se encontraba afuera de la sala del trono.

—Tuvo muchísima suerte —comentó el chico de cabello negro, en el camino—. A pesar de que Rustam ha pasado años en el castillo, rara vez tiene la oportunidad de ver a la princesa.

—El momento debe ser mágico, entonces —opiné.

—Eso solo lo sabe él, pero se nota muchísimo que hay algo entre ellos: si la princesa lo ve, le sonríe, y Rustam hace lo imposible por mantener su compostura. Debe estar esforzándose por no hablar con ella mientras están con más personas.

—El amor cambia a la gente, de seguro que da lo mejor de él cuando está frente a ella.

Ansgar suspiró y asintió con la cabeza, divagando; después de unos momentos, miró hacia adelante con seguridad y sonrió.

—El amor es lo que mantiene vivo a un soldado. De todas las virtudes que debe tener, esa es la más importante. Luchar por amor siempre será mejor que luchar por orgullo; no hablo solamente del amor como el de Rustam y la princesa Maia, también importa el amor por el rey y por el reino, incluso por la batalla, si es que así funciona...

— ¿Y el amor por uno mismo? ¿Qué hay de eso? —pregunté, atento.

— ¿Por qué no contaría? Sin embargo, hay una línea muy delgada entre el amor propio y la vanidad. No debes pelear por vanidad.

—Ese no es mi caso.

—Lo sé.

— ¿Y tú? ¿Por cuál tipo de amor vas a luchar?

—Por amor al rey, a Valkar y a mi familia.

— ¿Lo harías alguna vez por amor a alguien?

Ansgar me miró en silencio durante un momento, mientras caminábamos. Respondió con seriedad.

—Sí, y daría mi alma y mi vida por esa persona, si llega a haber una que lo merezca.

El servicio en el castillo duró unos meses. Ansgar, Rustam y yo nos veíamos al final de nuestro turno y cenábamos juntos. Hablábamos de cómo nos iba durante el día y de las cosas que habíamos aprendido.

— ¿Y bien? —Le pregunté con curiosidad a mi amigo de cabello castaño un día—. ¿Cómo te ha ido con la princesa Maia?

Rustam, quien estaba comiendo, dejó de masticar y me miró, mostrando un ligero sonrojo en sus mejillas.

— ¡Cuéntanos, Rustam! —Ansgar trató de persuadirlo—. ¿Has podido hablar con ella?

Rustam aclaró su garganta y sonrió con embeleso.

—Su Alteza Gunnar me conoce desde hace años y sabe muy bien lo que siento por su hija. Por fortuna parezco agradarle, así que me permite estar con la princesa durante una buena parte del día. Hago mi servicio como una especie de guardia personal, la acompaño mientras hace sus labores diarias y solemos hablar de varias cosas un tanto triviales. Cuando sus damas de compañía no están vigilándola, salimos al jardín y jugamos como lo hacíamos cuando éramos niños.

Suspiró, todavía sonriendo.

—No puedo esperar para graduarnos y que me sea autorizado el poder estar más tiempo con ella; podré oírla hablar, leer, cantar, abrazarla y sentir su ligero aroma a flores...

— ¡Pero si estás enamoradísimo! —interrumpió Ansgar de manera burlona. Rustam desvió la mirada, ofuscado.

Al terminar nuestra cena nos tomamos un tiempo para vagar por los pasillos antes de ir a nuestras habitaciones. Cuando pasamos cerca de la entrada del castillo, escuchamos una voz conocida que nos llamaba desde la puerta con entusiasmo.

DornstraussWhere stories live. Discover now