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CALIFICACIONES

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CALIFICACIONES

La lluvia golpeaba la ventana al ritmo del corazón de Louis. Las gotas se deslizaron por él de la misma manera que una cálida gota bañó su piel. Estaba seguro de que la lluvia era demasiado fuerte para que simplemente fuese una lluvia de otoño, podía asegurar que se trataba de una tormenta. Aquel temporal acompañaba el interior del ojiazul, como si la madre naturaleza hubiese decidido llorar al igual que el muchacho. 

Sus calificaciones habían llegado por correo aquella mañana, y desde que el pequeño Louis de 18 años  las presenció con sus orbes azules, todo su mundo se había venido abajo como si le hubiesen colocado en sus hombros dos bombonas de butano y las hubieran presionado con fuerza, derrumbándolo. 

Louis era maltratado por sus compañeros de clase, según los infelices el ojiazul era una niña con rasgos faciales masculino, lo que le acompañó toda su adolescencia, creando una inseguridad en sí mismo y en ir a aquel centro escolar. De camino a ella siempre se preguntaba qué le depararía el día, si aquellos niños robarían su desayuno, si se burlarían de su cintura marcada y estrecha, si se reirían de voz aguda. Todo aquello le llevó a dejar de prestar atención en clase, a pesar de amar las asignaturas, su favorita siempre fue literatura... Y hasta aquella suspendió en el boletín de calificaciones.

Dejó la carta con la mayoría de números menor a cuatro sobre la mesa principal, esperando una respuesta de su madre, que pasaba su mano fina y delicada por su frente, su padre, mientras tanto, le miraba desafiante.

—Levántate, William. —La manzana de Adán del ojiazul subió y bajó, temeroso de cualquier reacción. Estaba mentalizado, su padre iba a darle una paliza, iba a dejarlo en el suelo hasta que no tuviese consciencia ni de su propia existencia. 

—Papá, por favor, podemos hablar de esto sin necesidad de... —Su hermana menor de once años, Lottie, saltó en defensa del muchacho que no dejaba de temblar. Las piernas delgadas parecían una gelatina, y sus manos comenzaron a sudar, preparado.

Su madre suspiró, sin siquiera atreverse a hacer nada, no era recomendable para las pequeñas gemelas que estaban dormidas hacer ruido y asustarlas. Aquellas dulces niñas que habían salido como una calcamonía de su madre, igual de hermosas y cariñosas. Afortunadamente ninguno de los hijos se parecía a su padre, pensó Jay. 

—¿Por qué suspendiste literatura, cielo? ¿No amabas esa asignatura? 

La voz de su madre calló en el cuerpo débil del hermano mayor como un sedante, tan calmada, tan comprensiva, tan dulce. Agachó su cabeza, dejando caer en su frente ese corto flequillo de pelo castaño, Louis estaba tan avergonzado y nervioso. 

—¡Contesta, William! —Ahí estaba el gran contraste de la voz pausada de la dulce Jay, a los gritos espeluznantes de su padre, tomándole del brazo lastimado previamente por uno de sus compañeros. 

No podía responderle, su voz no tenía el valor para pronunciarse. Antes de volver a escuchar el tono de voz de algún familiar en aquella sala, la misma fue llenada con el sonido de la mano del padre de Louis golpeándole en el rostro. Sus lágrimas salieron disparadas al unísono que calló al suelo de la velocidad de aquel manotazo, sintiéndose el ser más débil del universo bajo los pies de aquel hombre. 

—Siempre supe que eras la desgracia de esta familia. 

Aquello calló en el cuerpo de metro sesenta del muchacho como un balde de agua de la mismísima Finlandia, no pudo evitar trasladar su visión hasta su madre, que tenía los ojos vidriosos y rojos de la impotencia. Ayuda, sólo quería ayuda. 

—Mañana mismo contactaré con Twist Camp. No voy a consentir que pierdas el tiempo.

Pareció ser el único en no comprender a qué se refería su padre con aquel nombre que salió de sus labios llenos de dureza. Louis optó por agachar la mirada, y se perdió en sus pensamientos unos segundos, ¿y si lo echaban de casa? Sólo esa pregunta cruzaba su mente una y otra vez sin descansar, hasta que escuchó la voz desesperada de Jay.

—No, Mark, puede haber otra solución. —Louis se encontraba perdido, como si a un recién nacido lo pusieran a andar, sin rumbo, sin consciencia, sin sentido. 

Fuera lo que fuese no era bueno, sospechó por el rostro descompuesto de las dos mujeres presentes. ¿Cómo que Lottie sabía de lo que estaba hablando y no él? ¿La habría amenazado a su hermana pequeña también alguna vez?

—No, para desagradecidos como tu hijo no hay más soluciones, se acabó. Mañana llamaré al campamento y te quedarás allí una larga temporada.

El cruce de miradas entre padre e hijo fue de todo menos familiar, si las miradas matasen, Louis estaría hace tiempo cubierto de gusanos bajo la tierra. ¿Campamento?, ¿como esos de verano?, ¿por qué iba a mandarlo a un campamento de verano? La cabeza del pequeño ojiazul daba vueltas y vueltas a aquellas preguntas, y mejor que no supiera la respuesta. 

War Camp | L.SWhere stories live. Discover now