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NAVIDAD

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NAVIDAD

Si Louis tuviese la oportunidad de definir el comportamiento de Harry en las últimas semanas la palabra correcta sería frío, no como una ráfaga frío que más tarde se disipa levemente con un poco de calor. Era como esas noches de tormenta en Doncaster, cuando ni las mejores mantas lograban apaciguar el helado viento. 

Llegó a la conclusión de que era por las tareas que se le habían encargado, quizá demasiado agotado por su nuevo cargo, quizá también el tener que compaginar el hecho de ser su mentor con el encargarse de los nuevos grupos que venían, el papeleo del campamento, las cartas de los familiares por las vísperas de Navidad y el asunto de la cena del próximo año nuevo.  

Sea lo que fuese tenía a Harry con el ceño fruncido las veinticuatro horas, podía jurar que hasta dormido estaba serio. Louis se había intentado esforzar aquellos días más de lo normal, únicamente logrando hacerse daño en su muñeca derecha en una de las flexiones. Harry, por supuesto, le echó la bronca del año diciendo que no sería más el mentor de un aprendiz irresponsable, lo que le sirvió a Louis de reflexión.

Llegó a la única conclusión de que debía irse del campamento, sigue con el pensamiento de que nunca debió entrar, que su futuro está viéndose dañado por su padre, cuando podría estar yendo a la Universidad, conociendo a los mejores amigos que le acompañarían a quejarse de los exámenes, de la profesora que les arruinaría el día y quedando para hacer fiestas universitarias, aunque él no ame las fiestas.

Y hoy más que nunca deseaba tener a su madre y sus hermanitas con él, porque aquel día era Navidad, y aquello sólo podía significar una cosa. Era su cumpleaños, y ni siquiera obtendría una felicitación porque todos en el campamento únicamente conocían la fecha como el día de Navidad. No podía dejar de sentir el nudo en su estómago revoloteando al recordar sus cumpleaños en Doncaster.

Despertaba con un beso de su madre, y sus hermanas pequeñas trayendo una tarta con velas a su habitación, cantándole cumpleaños feliz. Y él lloraba cada año de felicidad, sintiéndose el chico más afortunado sobre la faz de la tierra.

Pero aquel año, cuando cumpliría dieciocho, ahí está, debatiéndose en entrar o no al despacho del coronel, donde Harry estaba en aquellos momentos, ya que su padre había tenido que marcharse hasta finales de enero a Rusia, algo así como una prueba para el ejército ruso, y habían contactado con él por ser uno de los coroneles ingleses más nombrados de toda Europa. 

Con un par de toques de nudillos en la madera, es lo suficiente para escuchar la voz ronca del teniente ojiverde, que le espera sentado con una sonrisa marcada por sus hoyuelos, siendo imposible no verse automáticamente reflejada en el rostro de Louis, que pasa al interior del despacho con un cúmulo de nervios llenando su estómago.

Louis se había comenzado a dar cuenta de algunas manías de su teniente, como cuando estaba tenso su mandíbula se volvía más afilada por apretarla, cuando estaba cansado siempre pasaba el dorso de su mano por sus ojos y llevaba un moño, o cuando estaba emocionado jugaba con la punta de sus dedos. Se preguntaba si Harry también había hecho tal inspección de sus movimientos o sólo era cosa suya.

—Como sabes he estado un poco liado, al estar mi padre lejos soy yo el encargado de absolutamente todo. 

El soldado asiente, recordando como llegaba increíblemente tarde a la habitación y ni siquiera tardaba cinco minutos en escuchar sus ronquidos.

—Entonces me he replanteado hacerte caso por primera vez. —Ambos ríen, sin embargo, el menor increíblemente sorprendido de que por fin se diese cuenta de que iba a acabar volviéndose loco si todo el peso de la responsabilidad únicamente caía en sus anchos hombros.

 —¿Has contratado a alguien?  —Suena una pizca de ilusionado, por lo que Harry sonríe en su dirección. 

—Sé que soy horrible ayudando a los soldados a escribir sus cartas a los familiares, soy horrible llevando el papeleo de los nuevos ingresos. 

Louis asiente, no llegando a comprender como alguien en el mundo pudiese odiar el escribir una carta, cuando él amaba hacerlo, y no solo eso, según su madre era increíblemente bueno en ello.

—Pero también sé que tú eres todo lo contrario, Louis. Hiciste llorar a todos con la nota de mi hermana en su celebración, y bueno... Yo...

Louis pareció atragantarse con su propia saliva. —¿Tú, qué?

—Sabes que también me encargo de la recepción del campamento, donde los soldados dejan todas sus cosas para únicamente quedarse con lo necesario.

Las mejillas del chico escuchándolo se encienden casi al instante, repitiéndose que toda la situación es un sueño y que en cualquier momento despertará en su pueblo, oyendo a sus hermanas cantándole cumpleaños feliz.

—Encontré tus libros y tu cuaderno. Por regla general tengo que echarle un vistazo para saber a qué soldado le pertenece y guardarlo en un casillero con su nombre.

Las manos del ojiazul van inmediatamente a ocupar su rostro, rojo por la vergüenza. No podía creerlo, Harry realmente había leído aquello. 

—Leí únicamente la primera página, supe que eras tú. Nadie escribe como tú, no en este lugar lleno de hombres que sólo hablan para decir "sí, señor" y "quiero una cerveza".

Rieron juntos, inevitablemente cuando Harry moduló la voz, imitando a un soldado cualquiera.

—Con todo esto quiero decirte tres cosas, Louis. 

Volvió el teniente serio, aunque no del todo, el hoyuelo seguía haciendo presencia en su mejilla izquierda.

—La primera es que amé en concreto dos frases, "lo que sea que te lastime, no dejes que rompa tu corazón" y la de "espero no estar pidiendo demasiado, sólo quiero ser amado por tí".

Louis, como es normal, se paraliza, observando que Harry realmente se ha detenido a leer sus frases hasta el punto de memorizarse un par de ellas. Y no sabe si sentirse terriblemente avergonzado, u orgulloso de que recuerde sus palabras. Cuando el teniente percibe que su aprendiz no dirá palabra, prosigue.

—La segunda es que he roto una regla, pero no pasa nada porque soy el jefe y es tu cumpleaños, ¿cuándo pensabas decirlo?

El chico inmediatamente se sonroja, sintiéndose un poco culpable.

 —¿Qué regla has roto?—Cuestiona, evitando aún su mirada y la posible bronca por no haber nombrado su cumpleaños.

—He traído tus libros, tu cuaderno y tu peluche de vuelta.

La sonrisa que se forma en el rostro del aprendiz podría iluminar hasta la calle más oscura y recóndita de un suburbio de Doncaster.

Se tira, prácticamente al pecho de su teniente, sonriendo de oreja a oreja y apretando sus brazos a la espalda ancha y fuerte del mentor.

—Muchísimas gracias, Harry. Significa el mundo para mí.

El teniente por su parte no plantea romper el momento dulce para reprocharle que si no llega a encontrar el cuaderno, no sabría que hoy sería su cumpleaños, y simplemente le abraza por los hombros, hundiendo su nariz levemente en el pelo castaño y con olor a vainilla.

Louis sonríe sinceramente, sintiendo un calor agradable en la boca del estómago.

—Y la tercera es que... Quiero que seas tú quien me ayude.

War Camp | L.STahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon