Arabella se preguntaba en cambio sobre la educación de Fiama, quien era el encargado de enseñarle modales, la persona que enseñaba distintas materias debía ser muy buena, y no se diga su maestro de magia.

- ¿Por qué se siente que es diferente?

- ¡Lady Arabella! - el grito de la baronesa la hizo entrar en razón. La mujer la miraba con enojo y severidad - Nunca he tenido una alumna tan descortés y poco delicada como usted. ¿De verdad desea aprender los modales básicos de una dama? Porque a mi parecer no es lo que desea. Lo único que está haciendo, es que mi tiempo se pierda.

- Yo... lo siento - la niña respondió de inmediato, estaba avergonzada por su comportamiento. Sus mejillas estaban rojas y debido a la seriedad con la que se expresó la baronesa Yell, sus ojos se volvieron llorosos, no le gustaba que le gritarán, Arabella es alguien muy sensible - Señora Yell, por favor... no sé enoje - sus ojos se volvieron brillantes y esperaba calmar un poco la obvia rabia de la mujer.

La baronesa se acomodó sus lentes y con una expresión de compostura total, la observo con dureza.

- Si confías solo en tu cara bonita, no vas a lograr nada en este mundo - su voz era gélida y la pequeña no pudo evitar sorprenderse por ese trato tan frío, la mujer continúo - Las niñas bonitas solo son controladas por los demás, no pasan de ser una marioneta. Pero las niñas inteligentes sobresalen, son amadas en todos los sentidos y se pueden enfrentar a cualquier problema - la mujer termino por tomar sus cosas y le dio la espalda a la rubia, casi estaba por irse, hasta que le dio unas últimas palabras - No eres como la princesa, y menos podrás parecerte a ella si no pones de tu parte - continúo caminando hasta que solo se escuchó la puerta de la biblioteca cerrarse.

El mundo de la nobleza tenía palabras y cosas mucho más crueles que el comentario de la baronesa Yell, ella le había dejado una lección que toda mujer en ese circulo debe saber, incluso si era solo una niña, debía acostumbrarse a la hipocresía de la gente con poder.

Arabella sentía como si alguien se hubiera robado todo el aire de sus pulmones, las lágrimas estaban cayendo una tras otra sin detenerse y le parecía que alguien la había golpeado con fuerza.

Ella es solo una niña, ¿estaba tan mal que quisiera divertirse un poco? Quería estudiar, pero no imagino que sería tan tedioso.

Limpio un poco sus lágrimas y después de llorar por casi una hora, logró calmarse. Se preguntó si Fiama ya se habría ido, tal vez estaba en una pequeña sala para invitados bebiendo té y comiendo dulces, o podía estar con el emperador. La curiosidad por saber de su prima la hizo subir las escaleras hasta el segundo piso, había un bonito espacio libre y bien decorado con sillones y una esponjosa alfombra. En uno de los cómodos muebles estaba Fiama con un libro en manos, en el suelo y una mesita donde estaba servida una taza de té y algunos dulces, habían varios libros rodeandola.

La pequeña pasaba de páginas con rapidez,esta acción hacia que una persona se preguntara si realmente estaba leyendo el libro, un niño de esa edad no debería procesar toda la información que allí se describía tan rápido, esto solo sorprendió más a Arabella, y claro que su estado de ánimo bajo aún más.

"No... yo no me parezco ni un poco a ella..." penso con los ojos cristalizados.

Quería acercarse a Fiama, tal vez preguntarle si a ella no la molestaban de ese modo, porque al igual que Fiama, ella también era una princesa, y no era tratada como una igual.

Pero mientras más la miraba entendió que ella era el problema, porque la pelirroja siendo tan pequeña como ella tenía movimientos suaves, incluso para cambiar una página. Debido a las enseñanzas de Camille, aprendió pronto a como moverse, ya era algo inconsciente, hasta en la forma de caminar, ella se veía agraciada.

El destino de una princesaWhere stories live. Discover now