Capítulo 15

5.2K 396 71
                                    

En menos de dos horas llegaríamos a tierra italiana, pero antes debí hablar con Storm, al cual encontré sin camisa, luchando con su herida bajo el hombro, frente al espejo en el baño. La puerta estaba abierta así que me apoyé en el marco.

― Bruce dice que quiere hablar contigo —su torso desnudo de pronto me puso nerviosa, alborotando los músculos en mi interior.

― Dile que voy en un momento, por favor...

― ¿Necesitas ayuda? —me pareció que sería amable de mi parte por lo menos preguntar.

― Estoy bien —ya casi terminaba de ajustar su vendaje. Pensé en la casa bomba y lo cerca que estuvo de morir—. ¿Y tú, cómo sigues con tu brazo?

― Duele, pero sigo en la lucha.

― Tú y yo aún tenemos una conversación pendiente... —se puso una camiseta de algodón negra.

― ¿Sobre qué?

― Evadiste el tema cuando desayunamos—se acercó—, ya sabes a qué me refiero.

― Por mi lado quedó aclarado, te expliqué que el beso en la casa bomba fue una actuación.

Inclinó lenta y levemente su cabeza. Se quedó ahí, rebotando la mirada entre mis ojos y mis labios.

Se acercó peligrosamente a mi boca y no hice nada, como si esperara a que hiciera contacto. ¿Cómo lograba hipnotizarme sin siquiera tocarme? Perdía un poco la compostura con sus labios tan cerca a los míos.

― Me besaste porque quisiste—susurró, luego se alejó. Liberé un profundo respiro.

― Bueno, te hablé sobre mis razones, después de todo, también tuviste razones para besarme por segunda vez en el crucero mientras estaba disfrazada, lo hiciste por actuación, porque Stevens y Rogers se acercaron y no debían vernos.

― Quiero escuchar tus razones, agente Williams —cruzó los brazos, sonriendo.

― La mujer que nos recibió en la entrada nos estaba mirando —mentí—, ¿qué querías, que le negara un beso a mi supuesto marido?

― No sé, pero no te creo mucho esa historia, ¿por qué no simplemente admites que tuviste ganas de besarme y por eso lo hiciste?

― Porque eso no es cierto.

― Ni siquiera estabas mirando a otra parte, solo a mí, Williams, sé que mientes.

― Piensa lo que desees —pretendí irme y me detuvo colocando su mano en mi cintura, su brazo me impidió el paso.

― Oye... —regresé a verlo— por cierto, feliz cumpleaños... —me besó lentamente en la mejilla. Sonrió y me marché inquieta.

Aquel beso en la mejilla fue peor que en la boca, estaba cayendo en su juego, me estaba alterando por tonterías pequeñas como el pastel o sus labios, no podía permitir que me desequilibrara más, debía mantenerme alejada, no me traería nada bueno si seguíamos acercándonos así, y era mi culpa por no poner más distancia.

En Milán, nos quedamos en un complejo departamental de diez pisos, acomodándonos en el último disponible.

Fox se enteró que dejamos el refugio y llamó a mi celular muy enojado. Me ordenó ponerlo en alta voz para que todos escucháramos.

Fueron quince minutos de estrés, con los sermones de nuestro jefe, pero accedió al fin a dejarnos trabajar, eso sí, a nuestro regreso tendríamos serias reprimendas.

Al menos yo dudaba, varias veces me había dicho lo mismo, pero quedaba tan satisfecho por la misión cumplida que se le olvidaban los castigos.

Mis cicatricesWhere stories live. Discover now