Capítulo 8

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Minutos después de arreglarme, el show empezó.

Actuaron un par de chicas individualmente y decidí observarlas detrás de unas cortinas para tener una idea de lo que tendría que hacer o mejor, si de pronto se me ocurría algo para evadir tal situación.

Me puse nerviosa porque a pesar de ver a las mujeres sobre el escenario, no tenía ni la menor idea de lo que iba a hacer. No recordaba que alguna vez hubiera hecho un baile nudista en mi vida, o que hubiera bailado en absoluto, solo tenía la esperanza que no fuera tan difícil como parecía.

Busqué a Storm con la mirada y entre tantos hombres y unas cuantas mujeres haciendo su trabajo de seducción, me costó un poco localizarlo.

Llegó mi turno, bueno, el de Erika Cruz, quien me hizo un favor al no aparecer esa noche.

Salí al escenario mostrando seguridad, al menos ya sabía que mi figura voluptuosa encajaba con las mujeres del lugar, y pensé que debía usarla bien junto con mis habilidades de seducción. Sonó una canción instrumental a base de guitarra eléctrica a todo volumen y enseguida sentí los reflectores de luz y casi todas las miradas sobre mí. Tomé un respiro y me esforcé por parecer muy conocedora del escenario y de aquel tubo incrustado en medio del mismo. Hice algunos sensuales movimientos, mientras me quitaba algunas prendas. Quedé solo con un brassier, un mini-short cubierto de brillantina blanca y negra; y un par de botas con tacones de aguja, fue entonces cuando logré visualizar a Bryan frente a mí, escondido en la oscuridad entre el público, impasible, mirándome fijamente.

Enseguida un hombre alto, vistiendo traje se acercó a saludarlo amistosamente y noté que hablaban de mí, porque sus ojos rebotaban insistentemente en mi posición.

Menos mal terminó la canción pronto, porque no tenía nada más que quitarme y regresé a los camerinos.

― Oye, tú, Cruz—me dijo la misma chica que me recibió en un principio en camerinos— Ven acá. El jefe quiere que atiendas a uno de sus clientes especiales —«¿Clientes especiales?, ¿en serio?, ¿ya ves en lo que me metes, Storm?», pensé enojada. Me asomé por unas cortinas junto a ella— Es el que está allá, el joven. Se llama Alex Cedeño. Ve y complácelo. ¡Ah! Recuerda, el jefe va a estar vigilando, es tu primer día, así que no lo arruines.

«¡Genial, lo que me faltaba! Me toca bailarle al tal Alex Cedeño». Fue el detonador de mi paciencia.

― Qué ironías de la vida, ¿no crees? —dijo con una sonrisa en su rostro.

― Te voy a matar, Storm —fingí una sonrisa mientras resbalé mis manos por su torso, desde su espalda— ¿O debería decir «señor Cedeño»? —con sorna vi que el jefe me observaba a la distancia. Odié tener que hacerlo, pero era necesario para guardar las apariencias: abrí las piernas para sentarme a horcajadas sobre las suyas— ¿Por qué no me dijiste que eras amigo del dueño? —seguí fingiendo una sonrisa.

― No es un detalle relevante —buscó mi boca y me alejé con suavidad.

― Has obviado cosas importantes últimamente, ¿sufres de amnesia momentánea o qué?

― No te pongas difícil, Cass. Te observan... —en mi descuido por volver a mirar al susodicho jefe, el tonto se apoderó de mis labios en un corto beso.

― Te voy a cobrar caro por haber hecho eso —le dije al oído—. Recuerda mis palabras.

― Ya lo veremos... —otra vez su sonrisa cínica— Trajiste tu arma, ¿verdad?

― Nunca salgo sin ella.

― ¿Y dónde está? Tus prendas no dejan mucho espacio a la imaginación.

Mis cicatricesWhere stories live. Discover now