Capítulo 6

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Desperté a las ocho, lo que me pareció relativamente tarde con todo lo que debía hacer.

Pasé por la cubierta, vistiendo una prenda floreada con corte en «A», plataformas, gafas de sol y un gran sombrero de paja. Entre la gente que tomaba el sol y nadaba en la piscina, tomé un jugo de naranja que me ofreció un mesero y recorrí el lugar, esperando encontrarme a Dominic Stevens o Alejandro Rogers.

Pronto me topé con Bryan, que salía de la piscina con dirección hacia mí.

Tomó una toalla para secarse los brazos, cabeza y torso desnudo. Poseía un cuerpo bien tonificado por el ejercicio y aprecié en él su atractivo.

«¿Por qué los cretinos suelen ser guapos?», pensé.

― Buenos días, señorita Williams —sus ojos se volvían en un tono ámbar con el reflejo del sol. Se colocó a mi lado, hablando hacia la nada, tratando de disimular su contacto conmigo— La esperé anoche.

― Espero que se te haya pasado la calentura con el baño en la piscina —tomé un sorbo de mi copa, hablé despacio, cubriendo al disimulo mi boca con la mano.

― Eso es un poco difícil, teniéndote cerca.

― Me iré. No es bueno que nos vean juntos.

Sonrió, pero no me detuvo. Era lo mejor para la misión.

Seguí buscando a mis objetivos y estaba alerta ante cualquier situación que pudiera estar relacionada con «El Sol».

También pensé en Storm y nuestro estado como compañeros de trabajo. Era más fácil para mí continuar sola que intentar establecer un lazo de confianza con un sospechoso recién aparecido. Tan pronto lo conocí tuve motivos para dudar de él, aunque si lo pensaba un poco más y viéndolo desde su perspectiva, yo también era sospechosa.

De todas formas, podría engañarme, pero no a la agencia. Fox era un director implacable, si hubiera oportunidad de ocultarle un secreto, probablemente él ya lo sabría primero. Además, todos sospechan de todos, y si se hubiera descuidado, aunque fuera un poco, «El Sol» ya lo habría matado.

Sentí la urgencia de obtener más información antes de dejar el crucero en la mañana siguiente, cuando haríamos la escala en Málaga.

Tal vez comprometía la misión, pero me preparé. Mantuve el vestido floreado y el sombrero grande, me coloqué lentes de contacto azules, peluca café con rizos, una prótesis en la nariz y los pómulos, y un acento alemán.

Iría tras Dominic Stevens, de modo que aproveché en acechar a su nuevo secuaz y así llegar hasta mi objetivo.

Cerca de medio día encontré a Alejandro Rogers, asomado en un balcón, observando y suspirando hacia el mar, mientras bebía de una copa. Él me ayudaría a encontrar y saber más de Stevens.

No estaba muy lejos de él, apenas doblaba una esquina de un bloque desde donde lo observaba, y antes de avanzar, fui interrumpida.

― ¿Cass? —frunció el ceño—. ¿Pero qué...?

― ¿Qué quieres? —susurré.

― ¿Qué rayos vas a hacer? —habló conmigo en el mismo tono, dándole la espalda a Rogers.

― ¡Trabajar!

― Si piensas buscar a Stevens a través de Rogers, es un terrible plan —miró de reojo al mafioso.

― Puedo hacer esto.

― Nos pueden descubrir.

― Es la oportunidad que tenemos antes de bajarnos en Málaga.

― Es peligroso —volvió a mirar—. Ya nos arriesgamos bastante al mostrarnos de frente con ambos una vez.

― Estoy disfrazada ahora, Storm, no creo que me reconozca.

― Mejor regresemos a tu camarote.

― Mi plan funcionará, solo... —no pude continuar hablando, porque me atrapó en un sorpresivo beso.

Intenté separarme, luché, pero tal era su fuerza que no pude hacerlo. Incluso me acorraló en la pared, imposibilitándome la manera de seguir combatiéndolo. Abrió la boca buscando el interior de la mía en un intento apasionado y sofocante. Y de repente, no supe en qué momento, ya estaba perdida entre sus labios.

Mis cicatricesWhere stories live. Discover now