Capítulo 7

5.7K 452 94
                                    

Se alejó de mi boca con suavidad, con recelo, despegando sus manos de mi rostro con lentitud.

Carraspeó levemente y giró el rostro hacia atrás. Me dejó algo atontada, apenas con la idea vaga de lo que habíamos estado discutiendo antes.

Incomodada por el arrebato, tragué grueso y di un par de respiros acalorados tratando de sobreponerme.

― Rogers se fue —comenté al darme cuenta.

― Stevens se acercó a último momento y nos pasaron a un lado.

Observé a lo lejos, confirmado la historia.

― Vamos a tu camarote, Cass. Si tuvimos o no la oportunidad, la perdimos.

Un poco menos agitada, avancé con él a mi lado.

Me tomó por sorpresa su beso, creyendo que había sido un impulso sincero y no una actuación. Y es que no podía mentirme, sentí gusto por aquella caricia tan íntima.

Pero enseguida ahuyenté esos pensamientos, volviendo a la realidad donde Storm era un hombre poco fiable y atrevido, además me reprendí por estremecerme ante tonterías.

― ¿Te ayudo con las prótesis? —preguntó, tras cerrar la puerta.

― No, está bien, puedo hacerlo sola —me quité el sombrero y la peluca.

― ¿Crees que nos hayan visto?

― No. A la gente le incomoda esas muestras de cariño en público.

― Podemos repetirla en privado.

«Y ahí está el cretino», me confirmé en silencio.

― Prepararé mi maleta, Storm. En pocas horas debemos continuar con la misión en Málaga.

― Está bien, de acuerdo, veo que sigue sin gustarte la idea de estar juntos. Ya me voy. Te veo luego.

¿Cómo era posible que un beso me afectara de repente? Tan acostumbrada a prestar mis labios sobre lo que yo consideraba, bocas vacías, preocupada por tener un escudo muy alto y fuerte que me protegiera de sentimentalismos, y ahora me encontraba nerviosa y pensando en aquel intenso beso que, de remate, no solo lo consideraba una locura, sino que terminó gustándome.

No seamos románticos, cuando se está involucrada en un mundo de delincuentes y armas, no hay espacio para el amor, todo sucede muy rápido, hay que disparar, huir y volver a empezar. No cabe la idea de una vida tranquila sin enemigos o con un hogar.

Después de tantos años acostumbrada a un mundo de falsedades, dinero, armas, golpes, ¿por qué pensaría tan siquiera en que aquel impulso pudiera ser sincero? Y preguntarme eso fue todavía más tonto, aún sabiendo que fue parte de una actuación.

¿Por qué ahora me enervaba tanto una caricia a la recurría para obtener información?

Como cuando estuve con mi primer amor, algo que podría catalogar como puro y honesto, o al menos, esa fue la cara que me mostró por un tiempo; ablandó mi corazón tras la muerte de mi padre, le permití conquistarme, me enamoré. Pero al tomar un viaje como agente, entre mis primeras misiones oficiales, aprovechó mi ausencia para irse con otra.

Me sentí muy mal y me costó mucho superarlo. Me pregunté tantas veces qué había hecho mal, en qué había fallado o qué pude haber hecho mejor para que algo así no sucediera. Con el tiempo entendí que no todo dependía de mí, que fui la mejor compañera sentimental que pude ser, que fui amable, cariñosa, comprensiva, que no había sido mi culpa, y confirmé que, si bien pudieran existir hombres buenos, más abundaban los falsos, sobre todo en el mundo oscuro en el que me desenvolvía. Sería un diamante encontrar a alguien bueno que se preocupara y se enamorara profundamente, aunque no fuera de mí, sino ver que fuera posible en medio de tanto lodo podrido.

Mis cicatricesWhere stories live. Discover now