105. El monstruo más fuerte

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El aullido se corta y la cara de Aah cae al suelo y de la herida abierta surge una nueva, pero de esta vez no cuenta con sus rasgos, sino que se parece a la que tenía el ascendido. Yo la verdad es que no me estoy enterando demasiado bien de lo que está sucediendo aquí...

—¡Tenemos suerte, pero suerte de verdad! —aúlla una voz detrás de mí y, al girarme me encuentro con la despellejada Carolina.

Me siento furiosa al verla, ¡todo esto es culpa suya! ¡Si ella no le diera el cuerpo de Perita a Aah, este no tendría las fuerzas necesarias para poseer al ascendido! ¡Y ya ni hablo de eso de que liberase al Caligo! La verdad es que Carolina no debería tener salido de la Nación de las Pesadillas.

—¡¿Suerte? ¿Cómo le puedes llamar suerte a esto?! —le pregunto, con todo el desprecio que puedo poner en mi voz.

—Está más que claro, señor fantasma... —dice Carolina señalando al monstruo —. ¡Ahora mismo hay dos criaturas en el cuerpo de ese monstruo: el ascendido y el señor de los sueños! En su interior, ellos dos están peleando por el control del corazón y una vez uno gane... será terrible. ¡El ganador tendrá el poder suficiente como para destruir el Páramo Verde!

¡Lo que me faltaba! Solo tengo como 18 años ya van dos veces que el Páramo está a punto de ser destruido... Observo a la criatura, de la parte izquierda del cuerpo le sale una cosa que es como una culebra con una gran boca que muerde la cara del ascendido y se la arranca, dejando una herida abierta a la cual pronto le nace una ristra de dientes. Quizás no esté tan mal eso de olvidar...

—Esa voz... —murmura Melinda y se da la vuelta para mirar a Carolina, entonces se le abre la boca de una forma bastante cómica, parece más un dibujo animado que una mocosa de carne y hueso —. ¡¿Mamá?! ¡¿Pero qué haces tú aquí?!

¿Mamá...? ¿De qué está hablando la mocosa? ¿Cómo que mamá? Me fijo en Carolina y todo mi cuerpo de bolita tiembla. No puede ser posible, simplemente no puede ser... pero aquellos ojos, aquellos ojos que tanto miré en la única fotografía que tenía de ella en mi habitación. ¿¡Podía ser posible que ese monstruo sin piel fuera mamá?!

—Podría preguntarte lo mismo, pulga —le contesta Carol... mamá... Me siento rara pensando en ella cómo si pudiera serlo de verdad, pero... ¡Nada, yo a ella no le llamo mamá! Como mucho Ramona, pero... ¿Mamá...? ¡Ni de broma! No, no puede ser mi madre... acepto que en un pasado puede que lo fuera, pero ahor... ¡¡Se suponía que ella era una heroína, no un monstruo!!

—¡Cómo si lo supiera! ¿Pero qué te...? ¡Oh, no! ¿No estarías en el pueblo cuando le prendí fuego...? Sin querer —añade Melinda, no era la primera vez que escuché eso y, a decir verdad, lo que sorprendía es que la mocosa no quemara más pueblos...

—Oh, ¿de verdad lo hiciste? Genial, no se merecen otra cosa. Pero lo mejor es dejar las historias más para adelante, lo importante es vencer a ese monstruo —dice Ramona mirando con decisión a Aah... al ascendido... a ese monstruo mezcla de una cosa mala y otra peor —. Tenemos que matarlo y tú eres importante para hacerlo... —Ahora señala a Melinda, que se queda bastante sorprendida.

—¿Yo...? Pero si yo... —murmura, baja la cabeza y tiene los ojos a punto de echarse a llorar —. Jolines... Libro está muerto... y tengo mi brazo bastante mal... y...

—¿Pero tú eres mi hija o no lo eres? Si tú no lo haces moriremos todos... ¿No querrías decepcionarme a mí y a tu hermana, no? —pregunta Ramona y yo me estremezco.

—¿Eh? ¿Sabela? ¿Sabela está aquí? —pregunta mirando a su alrededor, pero claro: ella no me puede ver.

—Sí, pero está muerta. En forma de fantasma —dice Ramona sin mucho tacto.

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora