71. La nube de oscuridad

46 14 85
                                    

Vitiza está en el medio de corredor y por las pintas que tiene da la sensación de que está a punto de irse por la pata abajo. Unos metros por detrás de él, se pueden ver las dos cabezas de las agentes asomando por la puerta de una habitación del hotel.

—¡Ánimo, chaval! ¡Tú puedes hacerlo! —dice Anais.

—N-no... no soy más que u-un... trozo de que-eso... —murmura Vitiza que no para de temblar y acariciar el sol que le cuelga del techo.

Delante de él, a unos cuantos largos metros, el corredor está ocupado en su totalidad por la nube de oscuridad.

—¿Por qué me habré dejado convencer? —gimotea el niño viejo, pero a su favor hay que decir que no se da la vuelta y se echa a correr llorando, sino que él permanece en el sitio. Es bien fácil ser valiente cuando no se tiene miedo, pero el mérito es más grande cuando no eres capaz de sentir otra cosa.

La nube de oscuridad comienza a avanzar en dirección al crío., con una lentitud que a cada segundo se va haciendo más rápida. Vitiza aprieta con fuerza el sol, tanta que sus nudillos se le vuelven blancos. Entonces, cierra los ojos y dice:

—Vamos, vamos, vamos... no me abandones ahora Fe mía...

Una luz blanca surge de entre sus dedos y sus piernas dejan de temblar, en su cara el miedo se calma.

—¡Vamos, Helios, llévate ese horrendo monstruo al Abismo y que me deje en paz de una condenada vez! —grita el Vitiza y a mí, la verdad, es que esa me parece una forma rara de hablar con tu dios. Es que parece que le está dando órdenes o algo semejante.

La luz se hace más fuerte y la nube de oscuridad parece que duda un poco, porque su velocidad de avanzar se va haciendo cada vez más lenta. Pero de pronto gana valentía de nuevo y aquella niebla de pura negra sale disparada en dirección a Vitiza devorándolo. Yo me largo para atrás, que no quiero ser comida... ¡Aunque no creo que el monstruo me pueda comer porque soy una fantasma!

—¡Oh, no! ¡Se lo ha matado! —gime Anais.

De pronto, de entre los flecos de la nube oscura salen poderosos rayos de luz que tienen el poder de deshacer aquella peculiar tormenta que conquista el pasillo. Vitiza aparece de nuevo, el sol le resbala de los dedos y cae de rodillas al suelo. Grandes lágrimas de alivio suelta él.

—¡Menos mal, menos mal, menos mal! —dice una y otra vez sin parar de temblar.

Un rugido animal le rompe la tranquilidad en toda la cara. Al mirar de nuevo al corredor descubro que lo único que hizo Vitiza y su Fe fue espantar la niebla, pero no al monstruo que se ocultaba en su interior. No es demasiado agradable a la vista: una bolsa fofa de carne bastante grande que se desliza por el suelo como si fuera un gusano.

—¿¡Pero qué es eso!? ¡Qué cosa más fea! —exclama Anais.

—Su v-verdadero aspecto... —dice Vitiza sin poder moverse del lugar. 

En los lados de su blando cuerpo surgen unos agujeros que rezuman porquería y de los que tiene en la cumbre de la espalda le sale una niebla negra que no tiene la fuerza suficiente como para volver cubrir al monstruo.

—¡Apártate a un lado, chaval, que contigo en el medio no le puedo atizar bien! —grita Anais, corriendo en dirección al monstruo.

Pero Vitiza no hace caso, que está como hipnotizado por los grandes ojos del monstruo de la niebla. Son grandes y son estúpidos, parece que entre oreja y oreja no tiene demasiada inteligencia.

—Gu... Gu... Gu... —suelta la nube.

El monstruo abre la boca con una inmensidad tan grande que se podría comer al Vitiza de un solo bocado. Además, con la cantidad de dientes que tiene no creo que eso fuera una tarea demasiado difícil. Y si le sumas el que el niño no hace otra cosa que quedarse atontado mirándolo...

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora