125. Gusano comehistorias

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 Te encuentras en un despacho, te da la sensación de ser demasiado blanco, de ser demasiado largo. Hay una serie de cuadros colgados en el vacío, no los miras porque toda tu atención está fija en el fondo y toda tu mente ocupada por el rápido sonido perpetúo de unos dedos que recorren incansables un teclado.

Delante de ti y en frente de una ventana hay un escritorio y sobre él un ordenador portátil pequeño y encima del teclado corren unos dedos rechonchos, salchichas de sabor casi humano. El que escribe es un hombre orondo y calvo, con una cicatriz leve que casi no se ve que va desde el entrecejo y se pierde rumbo al cogote. El poco pelo que le queda, está refugiado detrás de las orejas y en una barba blanca, vetusta, señorial.

El teclear inunda tu cabeza y te mareas, te da un asco que al principio crees que no es gran cosa, pero aumenta y aumenta y aumenta hasta el punto de la náusea e incluso el vómito. Tienes ganas de regresar a la historia para ver qué le está pasando a Zeltia, Sabela y a Melinda, así como a la traviesa Tras. No hay escapatoria del despacho blanco.

El hombre que escribe se parece un poco a Papá Noel, restando su bondad. Intercambiada por algo que no sabes describir y que te provoca una sensación de inquietud, hace que la piel te pique y sientes como si hubiera pequeñas cosas recorriendo tu interior. Para de escribir, pero el teclear continúa en tus entrañas, la historia sigue escribiéndose a pesar de que sus dedos se entrecruzan y sus ojos azules te miran, te desnudan, sabes quién eres y no le importa en absoluta tu identidad.

—Hola, no esperaba verte aquí. No quiero decir que no me alegre, ¿pero no deberías de estar con la historia?

Le explicas tu situación y él asiente con la cabeza, riéndose por lo bajo.

—Lo entiendo perfectamente, sé por qué estás aquí y no te preocupes: no es nada grave, no es tu culpa. Antes de nada, quiero darte las gracias por haberte tomado la molestia de leer hasta aquí. Te mereces un aplauso, vamos —dice el hombre sin nombre y comienza a aplaudir, no puedes dejar de notar que hay algo de burla en la forma en que lo hace, como si en realidad no lo sintiera. O quizás solo sea una mala sensación tuya, puede que la desconfianza que nace en ti no sea nada más que perjuicios basados en absolutamente nada. El aplauso se alarga demasiado, yéndose al borde de un precipicio en el cual solo hay oscuridad y poco más. Aunque es mejor que el teclear que ahora oculta, ese rápido y tenebroso sonido que es al mismo tiempo destructor y creador.

—Te digo la razón de por qué has acabado aquí. Gusanos, ni más ni menos. Un gusano comehistorias se ha colado en mis dominios y no ha tenido mejor idea que comerse este capítulo, borrándolo de la existencia. Pueden llegar a ser bastante peligrosos, pero en este caso lo hemos encontrado a tiempo. No gracias a mí, sino a cierta entidad conocida como Noir.

En la mano del sujeto había un gusano que se retuerce miserablemente y sientes odio hacia él por haber robado una parte de la historia obligándote a encontrarte con aquel desagradable hombre que escribe. Te sorprendes cuando él se lleva al bicho a la boca y comienza a masticar, más que asco te provoca una estupefacción que dura unos segundos.

—No te preocupes tanto por la historia. ¿Quieres saber lo que está pasando? Nada especial, Zeltia, Sabela, Melinda y Tras intentan regresar a la zona segura del hotel, aunque te digo un secreto: no hay zona segura. —Una risa que te resulta desagradable surge de entre los labios del viejo, te marea, te revuelve el estómago, quieres irte y no puedes —. Quieren volver, pero el grupo es cortado de raíz. ¿Qué era lo que sucedía entonces? Ah, ya me acuerdo: Zeltia se da cuenta de que se ha perdido y solo tiene a Tras a su lado. Después se encuentra con una sombra, pero no es una normal sino que es bastante especial. No puedo decir demasiado, no quiero estropear la sorpresa. ¿Ves como no fue para tanto? Por fortuna, no el comehistorias no se ha tragado nada esencial.

Asientes con la cabeza, deseas ardientemente que la charla termine de una vez porque odias estar en ese lugar y desprecias a ese hombre, a pesar de que no te ha hecho absolutamente nada malo. Intentas distraerte mirando los cuadros, es arte abstracto, vómitos de colores que se remueven en tonos oscuros y que forma deformidades propias de las largas noches en velas, plagadas de sueños que son pesadillas y que se confunden con una realidad que a cada paso se vuelven más irreal. Paisajes, escenarios, mundos que no existen y, al mismo tiempo, son irremediablemente reales. En lugares lejanos y cercanos, conocidos y extraños, en el Ártico quizás, a través de la puerta que hay debajo de tu cama y que existe cuando no la miras, cruzando la calle un día cualquiera el suelo se abre bajo tus pies y desapareces de la memoria del mundo.

—A pesar de las circunstancias, me alegro de que me hayas visitado antes de tiempo. Sí, quizás me dé un garbeo por la historia en un futuro porque es aburrido permanecer en este despacho para siempre jamás. 125 capítulos, ¡se dice pronto! Y los que quedan para el final... En estos momentos confieso que todavía no existe, los acontecimientos están siendo narrados, por llamarlo de alguna manera, en este momento y tanto pueden ser trágicos como felices o ni una cosa ni la otra. Quién sabe, ni siquiera yo sé cómo acabará todo esto —dijo el hombre.

Le preguntas si te puedes ir ya y él asiente con la cabeza.

—Cuando quieras, aunque antes de irte. ¿Tienes alguna pregunta? Responderé con la mayor sinceridad posible. 

Asientes con la cabeza y te apresuras a decir: 

—Muchas en realidad. ¿Por qué cuando me doblo se me atora la costilla? ¿Será un alien ahí escondido? Pero si se refería a la historia, creo que no, muchas gracias :D

El hombre que escribe parece un poco preocupado por tus preguntas y se atusa la barba pensativamente, luego contesta de la siguiente manera: 

—Lo de la costilla no tengo manera de saberlo, que yo no soy ningún doctor. En cuanto a lo del alien, sé que su aspecto puede llevar a confusión. Vamos, no seas tímido —dice, mirando una pared y piensas que está demente, pero entonces ves como algo sale de ella y te sorprendes al ver que has acertado: del blanco surge lo que típicamente llamaríamos alien, una criatura baja, sin pelo, cabezona y con dos grandes ojos negro —. Es un colega llamado Ramón, no es realmente un alien. En realidad no sé lo que es, se podría decir que hasta que hiciste la pregunta, él no existía. 

El supuesto alien dice algo en un idioma que no entiendes y luego se echa a reír. 

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora