Capítulo 40: El aviso

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El tiempo es algo increíble, ¿no crees? O quizás es más correcto decir que lo es nuestro recuerdo de su transcurso. A veces tenemos días, semanas enteras, que son un borrón en nuestra memoria porque no pasó nada digno de mención, todos los días fueron iguales. Y otros... Es sorprendente cuántas cosas pueden suceder en un solo día. Cuánto puede cambiar tu vida en apenas un instante.

Amanecí esa mañana entre los tiernos brazos de Matt, creyendo que la felicidad era eterna y que podía pasar de puntillas por mis problemas como si fueran un dragón dormido junto al que ya me había acostumbrado a deambular en un frágil equilibrio. Ese día descubrí que la suerte no siempre reparte cartas a tu favor, que despertar a un dragón tiene consecuencias terribles y, de alguna forma, acabaría el día robando en la mansión.

Pero me estoy adelantando... Empezaré por el principio.

Volví a casa el domingo, poco después de desayunar. Matt estaba realmente nervioso con el juicio y necesitaba espacio. Entiéndeme, no nervioso como estaríamos tú o yo, pero a su manera lo estaba. Se movía en silencio, estaba inquieto y apenas me miraba. Y si le hablaba directamente, contestaba con monosílabos o simples sonidos guturales.

Antes de que él mismo me lo pidiera, le ofrecí yo misma irme para dejarle estudiar. Además, aunque últimamente pareciera lo contrario, yo no vivía allí, y mi propia casa necesitaba ser atendida con urgencia.

Recuerdo perfectamente pensar eso, que quería pasar la tarde limpiando y haciendo la colada, cuidando mi hogar. Porque ese pensamiento hizo un contraste irónico con lo que sucedió al llegar a los terrenos de los Clearwater.

Y no lo digo por la cantidad de periodistas que aguardaban en la entrada principal a los terrenos como pirañas, esperando su momento de gloria con algunas palabras de última hora para rellenar algún especial antes del juicio. De hecho, su presencia allí me obligó a entrar con prisas por la puerta de los empleados antes de que me rodearan y trataran de sonsacarme algo a mí creyendo que debía de ser alguna trabajadora de la mansión.

No, el primer golpe de los tres que recibiría ese día fue dentro de los terrenos. Un papel me esperaba pegado a la puerta de mi casa. Era un aviso. Me daban treinta días para marcharme.

Un frío helado me recorrió la columna, adormeciendo cada célula de mi cuerpo. Paralizándome del pánico. Aquello no podía estar pasando. Aquella era mi casa. Había vivido allí toda mi vida. Todos mis recuerdos felices de la infancia pertenecían a ese lugar, era todo lo que me quedaba de mi madre.

Y me la querían quitar.

Medio en trance, avancé hasta la puerta de la casa principal como si fuera un sueño. No me podía creer que me hubiera enterado así, por un papel, cuando éramos vecinos. Tras tantos años de servicio de mi madre, tras verme crecer junto a su hijo... Estaba tan dolida que ni siquiera era capaz de enfadarme. Sencillamente no podía procesarlo.

Me sentía mareada y confusa, el tiempo avanzaba de forma extraña en ese momento. El jardín de distancia que me separaba de la mansión de pronto había desaparecido. Simplemente dejé de estar frente al aviso para estar frente a la casa de aquellos que pretendían desahuciarme.

Tal vez lo sensato habría sido hablar con Matt; apoyarme en mi novio, el experto en leyes. Él me habría dicho algo como que debía buscar el contrato de alquiler para ver cómo podía renegociar para quedarme. O al menos me habría consolado. Pero la verdad es que no tenía ni idea de si había contrato o dónde podría estar. No sabía las condiciones para nuestra estancia allí, jamás me había importado. Y tampoco caí en recurrir a Matt, dicho sea de paso.

Habría incluso algo noble en decir que no quería molestarle antes de un juicio tan importante para su carrera. Después de todo, no era "urgente": tenía treinta días por delante para hacer algo al respecto. Pero la verdad es que ni siquiera lo pensé. Había separado con tanto ahínco mi vida con la fiscalía de la que tenía con los Clearwater, que al tener problemas con unos no pensé en apoyarme en los otros.

Palabra de Bruja FarsanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora