Capítulo 17: La mentirosa

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Amé cada segundo en esa casa.

Hacer la cena juntos, ver una película acurrucados en el sofá, poder dormir a su lado en aquel espacio tan íntimo que habíamos dedicado el sábado a conocer a fondo que era su cama... Todo fue perfecto.

Al menos, así lo recuerdo ahora. Es posible que hubiera pequeños momentos aislados de incertidumbre provocados por mi inseguridad, que en algún momento su magia o sus silencios me pusieran tensa; pero me fui de allí el domingo sintiendo que nada empañaba la experiencia.

Decidimos que lo mejor era que me fuera por la tarde. Ambos teníamos que prepararnos para la semana con aburridas tareas del hogar y aparecer el lunes con la misma ropa que había llevado el viernes habría sido una confesión en toda regla.

Empezar la semana me hizo más ilusión que nunca; aunque supiera que allí no podría ser cariñoso conmigo, que no usaría ese tono de voz tan sexy que volvía mis rodillas de gelatina, que no me rodearía con sus brazos por la espalda para pegarme a su pecho, que no... ¡Uf! En realidad, trabajar juntos iba a ser un poquito difícil si solo podía pensar en el fin de semana una y otra vez.

Pero para él pareció terriblemente fácil cuando entró y saludó a todos de forma genérica como hacía siempre camino a su despacho. El robot había activado el «modo lunes» y ni siquiera se le notaba que ocultara un secreto. Todo en él volvía a ser perfecto: la ligera barba del fin de semana se había esfumado y su cabello estaba lacio, tan estirado como su columna. Y yo, tontamente insegura, no pude evitar preocuparme esperando que no me hubiera eliminado a mí también de su organismo.

Debíamos de llevar poco más de una hora trabajando cuando Sophie fue a tomarse cinco minutos lejos del inhibidor y Matthew salió de su despacho para tratar un caso con Joss. Aunque sabía que no debería, mis ojos abandonaron la pantalla del ordenador para delinear cada músculo bajo la tela del traje, anhelando volver al fin de semana. Suspiré sin darme cuenta y, cuando se giró, me pilló de lleno con la mirada clavada en su perfecto culo.

Alzó una ceja y capté toda la gama de significados que escondió en ese pequeño gesto. Quise volver a la pantalla para intentar fingir que aquello no había pasado, disimular el ridículo rubor por ser pillada comiéndomelo con los ojos. ¿Acaso importaba que me gustara mirarle teniendo en cuenta que me había pasado el fin de semana sin ropa? Me estaba portando como si tan solo hubiera sido un sueño húmedo que intentara disimular.

Sin embargo, no era capaz de dejar de mirarle. Mis ojos se quedaron atrapados en los suyos, intensificando el calor en mi cara.

—Vuelvo ahora —murmuró Joss saliendo del despacho, ajeno a la escena entre el fiscal y yo. Por suerte, el abogado parecía vivir en su propio mundo la mayor parte del tiempo.

Abrí la boca pero no supe qué decirle. ¿Debía disculparme por estar mirándole de esa forma? ¿O más bien porque me hubiera pillado haciéndolo? Aunque, más que todo eso, lo que más me importaba era que nos habíamos quedado solos en la oficina y la fantasía de un beso fugaz cobró fuerza desde el pequeño reducto de mis esperanzas cotidianas.

—Nicole, ¿serías tan amable de traerme un café?

Su voz era una caricia. Me estaba hablando solo a mí, sus ojos aún fijos en los míos. Me estremecí pese a que notaba la contención en él, a que me estaba pidiendo que me alejara en lugar de acercarme ahora que estábamos solos. En la oficina no iba a ocurrir, era demasiado responsable para eso.

—Sí, Señ...

Apreté los labios, tragándome el resto de la palabra violentamente. ¿¡Qué estaba haciendo!? ¡Allí no!

Matthew arqueó las cejas, más sorprendido que enfadado. Pero antes de que se evaporara lo primero y decidiera regañarme, me di prisa por salir del despacho. Pensándolo mejor, lo más prudente sería evitar quedarnos a solas en la oficina.

Palabra de Bruja FarsanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora