Capítulo 15: El dormitorio (I)

1K 144 21
                                    

Un cosquilleo me despertó. Me removí incómoda, buscando más minutos de sueño, hasta que el resto de mi cuerpo aprovechó la ocasión para protestar por la dureza que le castigaba por parte del colchón. Terminé de girarme para ponerme boca abajo, pero tratando aún de volver a dormirme, el resto de mis sentidos se fueron despertando por el ataque insistente de unas manos acariciando mis costados mientras unos labios descendían por mi columna dejando un sutil reguero de besos.

—¿Qué...?

—Buenos días.

Mis ojos se abrieron pese a que todo me decía que debía de estar soñando. Sentí una sonrisa en su voz, la calidez de su cuerpo contra el mío... Los recuerdos de la noche anterior volvieron para crear mayor contraste entre la realidad y el sueño.

—¿Estoy soñando?

Soltó una risita ronca sin dejar de acariciarme. Sus labios detuvieron su descenso en la curva de mi espalda, cambiando sus besos por un súbito mordisco en mi trasero. Cuando respingué, se rio de nuevo.

—A mí me pareces muy despierta. Aunque viendo que hablas en sueños, quién sabe.

—Yo no hablo en sueños —protesté girándome para encararle. Aunque dado que ahora era sonámbula, quizás...

—Ya lo creo que sí —insistió tumbándose de lado—. Me has empujado diciendo que la almohada era tuya y la has acaparado por completo. Y si intentaba acercarme, me echabas dando un culazo e insistías en que era tuya.

Gruñí algo ininteligible llevándome las manos a la cara para ocultar la vergüenza. Era completamente ridícula. Pero el bochorno se convirtió en otro tipo de calor cuando sus manos volvieron a desfilar por mi piel, esta vez por mi vientre.

Aparté las manos para observarle, no sin cierta sorpresa. Lo cierto era que en ninguno de los escenarios imaginables él se despertaría de tan buen humor. Lo lógico era esperar que, una vez que nos hubiésemos acostado, volviese a su actitud distante aduciendo que todo aquello había sido un error que no volvería a cometer. Aquello era... inesperado.

—¿Qué te preocupa? —preguntó cesando sus caricias. Su mano se alejó de mí haciéndome sentir abandonada.

—Yo... esperaba que te arrepintieras de lo de anoche —admití acobardada de invocar mi miedo al decirlo en voz alta.

Desvié la mirada, incómoda por mis propias palabras. Disgustada conmigo misma por recurrir a la verdad y mostrarme vulnerable. Recién levantada no pensaba con claridad.

—¿Tú te arrepientes?

—Claro que no —mascullé irritada. Ya estaba otra vez con lo de desviar preguntas. Pero antes de poder dar rienda suelta a la paranoia, él contestó también.

—Entonces yo tampoco.

Fruncí el ceño, callándome el poco sentido que encontraba en su respuesta. Pero él captó mi reticencia a seguir ahondando en el tema y decidió aliviar el peso de mis inseguridades.

—Lo único que habría lamentado es incitarte a hacer algo de lo que te hubieras arrepentido. Mi motivo principal para alejarme de ti era que no podía estar seguro de que tu consentimiento no estuviera coaccionado por la situación.

Asentí con la cabeza, abrumada por las implicaciones de sus palabras. ¿Significaba eso que iba a dejar de alejarse de mí? La respuesta me asustaba demasiado como para atreverme a preguntar.

Me giré para ponerme boca abajo, escondiendo contra la alfombra mi desnudez y mi fragilidad a partes iguales. Me sentía insegura en esa situación y no solo porque fuera con él. Para mí, lo normal al día siguiente era que uno de los dos se diera prisa por marcharse y eso cuando llegábamos a pasar la noche juntos. Aquel momento de intimidad, los dos desnudos bajo una manta cuando ya no había lujuria circulando por nuestros organismos, me resultaba demasiado incómodo.

Palabra de Bruja FarsanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora