Capítulo 12: El vaso

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Los días pasaban y me sentía cada vez más y más irritada por la rutina. No aburrida, no tensa; irritada. Todos y cada uno de los nudos que Matthew había desecho al hacer los suyos volvían a formarse dentro de mí, con la diferencia de que ahora era consciente de que estaban ahí; sentía la presión entorpeciendo mi claridad mental.

Sus manos en mi piel habían sido la muestra gratuita para engancharme en una adictiva droga. Una de la que ya no querían darme más sin importar el precio que estuviera dispuesta a pagar; llegando incluso a fantasear en contadas ocasiones con plantarme en el White Fox a que otro me diera lo que él se negaba a terminar. Pero sabía que eso no me valdría, porque dudaba mucho que cualquier otro par de manos pudiera hacerme sentir lo que él con su mero roce.

Ojalá solo fuera un retorcido plan para hacerme desearle más con su rechazo y lograr que fuera detrás de él suplicando. Parecía lo bastante inteligente para tramar algo así, pero no lo bastante retorcido; ese no era su estilo. Había decidido que no era ético acostarse conmigo y se mantenía firme en su convicción. Y ahora ni siquiera quería tocarme de cualquier otra forma.

Tal vez era mi propia paranoia, pero habría jurado que había elevado a arte la capacidad de coexistir en los pocos metros cuadrados que compartíamos en la oficina sin llegar a rozarme ni por accidente. Ni al llevarle un archivador, ni al cruzarnos en el ascensor, ni nada. Un humano con la agilidad felina de evitar el contacto físico que no buscara por sí mismo.

Y yo lo deseaba tanto como sabía que solo aumentaría mi ansia el más mínimo contacto. Aunque solo fuera una de sus dulces caricias en mi pelo, volver a sentir sus tiernos labios en mi mejilla... Me pasaba el tiempo deseando estar en la oficina, cerca de él, y cuando estaba allí me lamentaba por estar obligada a estar tan cerca y a la vez tan...

—¿Te estoy aburriendo?

Aquella voz, siempre tan dulce, sonó hosca e irritada. En cualquier otro lugar no le habría reconocido, pero teniéndole frente a mí era difícil no hacerlo. A pesar de que las ojeras y aquella expresión molesta tampoco pusieran de su parte.

—Perdona... —murmuró Henry robándome la palabra de la boca—. Perdóname, es que... me cuesta pensar con este maldito chisme. Siento como si me fuera a estallar la cabeza...

Derrotado, se echó hacia adelante, hundiendo la cara en sus manos y removiéndose el pelo con desesperación. Se le veía tan frágil que quería llorar de rabia y pena por él. El sentimiento de culpa volvió con más fuerza por estar pensando en el fiscal mientras estaba de visita. Me estaba costando mucho que me dejaran verle al no ser parientes; y cuando por fin había llegado el día, tenía la cabeza en otra parte.

—No, perdóname tú. Es que... Da igual, ¿qué me estabas preguntando?

Sus ojos buscaron los míos con una intensidad que rayaba la locura. Todo en su aspecto deteriorado le daba un tinte desquiciado a sus gestos y sus palabras.

—Los abogados no hacen más que dorarme la píldora y mi familia intenta darme ánimos... pero necesito saber la verdad. Y la verdad no puede ser tan buena como me la están pintando o ya podría haberme ido a casa. ¿Qué está pasando ahí fuera, Nicky?

Mis ojos bajaron hacia su mano. Había rodeado una de las mías y la estrujaba con desesperación, rompiéndome el corazón. Seguro que me odiaría si supiera que estaba trabajando con el enemigo, que a pesar de mis intenciones no había hecho nada para ayudarle... todavía.

—Bueno... Seguramente tus abogados sepan más que yo del tema. Ya sabes que yo no soy de leer el periódico y todo eso, y...

Su mano soltó la mía como si le hubiera dado un calambre, aunque su expresión molesta dejó claro que no iban por ahí los tiros. Me encogí en el asiento, sin saber qué hacer. No quería herirle con la verdad, pero temía molestarle aún más si me pillaba protegiéndole con mentiras. Era cuestión de tiempo que supiera la verdad... Así que me tomé como un halago que la quisiera de mis labios.

Palabra de Bruja FarsanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora