Capítulo 21: La seducción

617 124 7
                                    

—Ser una adulta es una mierda.

Desde el espejo, la otra Nicole me dio la razón en forma de ojos hinchados y palidez. Me había pasado la noche entre llorar, fumar y oír música triste. Y a ratos, las tres a la vez. Porque sí, había vuelto a fumar. Estaba tan enfadada que había decidido hacerlo. ¿Por qué no? Me había esforzado por Matt y él no lo merecía. Y de alguna estúpida y retorcida forma quería vengarme de él fumando. Y si no había terminado bebiendo también era porque no encontré nada de alcohol en casa, porque tirarme al sofá a morirme de pena con una botella de graduación fuerte, un cigarro y una tarrina de helado gigante parecía un plan aceptable mientras lloraba con alguna película estúpida a la que culpar de mis lágrimas.

Pero no había podido hacer eso y tampoco en ese momento podía quedarme dormida en el sofá hasta el mediodía. Tenía que ir a mi estúpido trabajo, a ver a mi estúpido jefe y sufrir como una estúpida el resto del día.

Ah, pero no iría con ojeras. Ni de coña. No le pensaba dejar ver los estragos que había causado en mí. No hay más ofensa que la indiferencia. Es más, pensaba ir preciosa.

Dediqué el triple de tiempo de lo normal, pero me aseguré de ir absolutamente perfecta. Sin ojeras, sin palidez, sin una sola imperfección. La falda era un poco más corta de lo adecuado, pero no tanto como para que pudiera regañarme; y cogí prestada una de las camisas de mi madre, sabiendo que al tener más pecho que ella quedaría demasiado ceñida. Ese día iba a ser la secretaria que todo viejo verde querría en su despacho y el conocimiento de lo atractiva que iba me dio fuerzas para enfrentarme al día.

—Eres una diosa. —La Nicole del espejo sonrió satisfecha. Sí que lo éramos—. A ti ningún hombre te pone de rodillas. Y aún menos un picapleitos con el corazón de adamantium.

Y me fui a trabajar sintiéndome segura de mí misma. Fuerte. ¿Sumisa yo? ¡Ja! Fíjate, a lo mejor Eric tenía hasta razón. A mí no me torea nadie y ya me había cansado de que el fiscal me andara mareando. Ahora sí, ahora no... ¡Pues ahora que se fuera a tomar por culo!

Al llegar el despacho, los abogados abrieron los ojos al verme. Sí, ese era el efecto buscado.

—Buenos días, chicos. ¡Vamos a darle duro!

Podía hacerlo. Matt no me afectaría lo más mínimo.

* * * *

Vale, a lo mejor no era tan fácil lo de superarlo. A ver, cuando basta con borrar el número de alguien de la agenda no cuesta tanto, pero cuando pasa por delante de tu mesa a cada hora como un maldito reloj dando las ruptura en punto...

En esos momentos me conformaba con darle al teclado como una loca, fingiendo estar escribiendo demasiado absorta para prestarle atención a que estuviera a mi alrededor. Porque la alternativa era alzar la vista para saber si él me estaba mirando a mí y de ahí no podía salir nada bueno. Porque seguro que no me estaba mirando, porque él era así, un maldito robot sin alma; y seguro que con un poco de aceite sus engranajes ya estaban como si nunca me hubiera conocido.

Pero si me mirara... ¿qué vería? Tal vez nada. Vacía frialdad, como prácticamente siempre que me miraba en la oficina fingiendo que no había nada entre nosotros. Porque el único momento en el que parecía alterado era cuando usaba la entrepierna para pensar.

¿No era eso injusto? Él no debería estar bien. No quería que él estuviera bien. Debería estar arrastrándose por los suelos, arrepintiéndose de haberme echado de su vida. Él debería estar sufriendo, y no yo que ya llevaba tres cafés en el estómago —y aún no era ni la hora de comer— en un triste intento de soportar los efectos de toda la noche sin dormir por su culpa.

Palabra de Bruja FarsanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora