Capítulo 35: El vacuo

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Después de comer, Sophie y Matt se fueron a un juicio. Al parecer iría para largo, así que directamente se despidieron hasta el día siguiente.

Traté de concentrarme. De verdad, no como cuando estás con el móvil al lado buscando una excusa para distraerte a la mínima. Pero no podía dejar de pensar en todo lo que había dicho Sophie.

En un momento dado, me levanté de mi asiento y apoyé las manos en el escritorio de Joss, invadiendo su espacio.

—¿Sigues enfadado conmigo?

No lo soportaba más. Tenía que arreglar todo lo que se había estropeado y, ya que al parecer ese día había perdido mi oportunidad con Matt, priorizaría volver al anterior punto de guardado en mi relación con Joss.

El abogado apartó la vista de sus papeles con gesto sorprendido, sinceramente desorientado por la pregunta.

—¿Qué? ¿Por lo de...? No, no... Claro que no. De hecho, ni siquiera debería haberme metido; yo era justamente el único de esta habitación con el que no iba el tema. Pero... supongo que a veces me paso de protector con Sophie. No soporto verla llorar... Lo siento si te he hecho creer lo contrario.

Qué ironía... A saber cuántas veces, sin saberlo, precisamente él habría sido el causante de sus lágrimas.

—Menos mal —suspiré con verdadero alivio. El simple hecho de que no me odiara ya era una victoria viendo cómo me iban las cosas últimamente.

—Y entonces... ¿en qué ha quedado el tema? ¿Eres sintiente?

Cambié el peso de mi cuerpo de una pierna a otra, incómoda con la pregunta.

—Saberlo... lo que se dice saberlo... Por las pistas que hay, todo apunta a que soy sintiente, pero no sé... Me resulta raro verme a mí misma así —confesé.

En cierto modo, sonaba muy presuntuoso porque ni siquiera podía probarlo. Las señales de que lo era todavía se me antojaban demasiado vagas.

—A mi madre le duele la cabeza cuando va a llover —contó Joss atusándose la barba con aire pensativo—. El cielo puede estar despejado que ella arruga la nariz y dice que siente como una presión en la cabeza, y enseguida se pone a recoger la ropa tendida. Antes de una hora está lloviendo. Mi padre y yo somos vacuos, así que no puedo entender nada de todo este asunto de la magia —comentó intentando sonar casual, sin lograr disimular la desilusión en sus ojos—. ¿Es algo así? ¿Notas cuándo va a llover o cosas de esas?

Me encogí de hombros.

—Yo diría que no.

Por un momento pensé en contarle lo de la placa en el juzgado y cómo la había hecho brillar, pero la cobardía ganó ese pulso. Odiaba sentirme un bicho raro. Además, podría no haber sido nada. Quizás solo estaba estropeada...

—¿Tú también crees que estoy loca por lo del bebé?

Joss se reclinó en el asiento, alejándose del trabajo pendiente física y metafóricamente. Pero nada en su gesto me dio a entender que prefiriera trabajar a seguir hablando conmigo. Y yo necesitaba hablar. Sobre todo con alguien que podría empatizar conmigo más fácilmente que los magos.

—A ver... Entiendo que para ellos es importante por sus problemas para tener hijos y todo eso, así que es como un "bebé especial" —remarcó dibujando las comillas en el aire con los dedos—. Pero la verdad es que yo tampoco querría tener que hacer las cosas así. Llámame clásico, pero a mí me gustaría más hacer los bebés en mi casa y con mi pareja. Después de la boda, a ser posible. Pero a lo mejor eso ya es ponerse tiquismiquis.

Palabra de Bruja FarsanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora