Escena doméstica

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I need you to tell me everything will be alright
To chase away the voices in the night
When they call my name
Have I gone insane?

When They Call My Name, Black Veil Brides

La primera vez que besa a Eijiro es de noche y tienen las piernas entrelazadas con las del otro. Es de madrugada. Ninguno sabe qué hora es. Katsuki se despertó de repente y Eijiro se dio cuenta cuanto intentó moverse. Se quedan sin sacer que hacer un momento hasta que Eijiro sonríe. «Quiero...». Nunca acaba la frase porque Katsuki adivina sus intenciones y cierra la distancia entre los dos.

Eijiro tiene los labios sorprendentemente suaves, aunque sus dientes son unos cabrones. Especialmente cuando le muerde sin querer los labios. Acaban riéndose. Y luego sonríen. Y vuelven a besarse hasta que se quedan dormidos.

La primera vez que besa a Denki es pleno día y está jugando Mario Kart mientras Katsuki hace el desayuno. Es el día libre del rubio, el turno de Eijiro no empieza hasta el mediodía y Katsuki no tiene un horario desde que es independiente. No tiene una agencia ni un lugar de trabajo fijo y la vida como independiente no deja gran dinero —especialmente para alguien con la falta de carisma que tiene Katsuki—, pero puede permitirse tomarse media hora en las mañanas para hacer un desayuno que valga la pena.

Hay algo en el fuego.

Él se acerca a ver la partida.

—¿Cómo van? —pregunta.

—Eijiro me está aplastando —dice Denki.

Katsuki sonríe.

—Por supuesto, no cualquiera me gana. —Y Eijiro es de los pocos que puede hacerlo. Fija su mirada en la pantalla. Todavía quedan un par de vueltas y el resultado puede ser cualquiera—. Si le ganas, te regalo algo —propone Katsuki.

—¿Qué?

—¡Gánale!

Denki lo hace, en el último momento.

Katsuki le da un beso y lo ve ponerse rosa y luego rojo y abrir mucho los ojos. Sonríe, satisfecho de sí.

—El desayuno está listo —anuncia.

Eijiro le pregunta cómo va su trabajo. Denki comenta algo estúpido que pasó en la agencia donde trabaja. Eijiro les dice que Tamaki, Suneater, con el que hasta entonces había trabajado en la agencia de Fatgum, renunció para abrir su propia agencia, junto con la que había sido su amiga durante la preparatoria, Nejire. Katsuki los escucha, no tiene demasiado de que hablar.

No durante el desayuno, al menos.

Sigue soñando con encontrar a Hawks cubierto de sangre y con la joven de los cables en el cabello. Apenas si recuerda su cara; sólo le queda a sensación de los cables rompiéndole los dedos uno a uno. Pero eso no quiere contárselos.

Cuando terminan Katsuki es el que lleva los platos al fregadero y le recuerda a Denki que tiene que limpiarlos.

—¿Te irás ya? —pregunta Eijiro.

Katsuki se encoge de hombros.

—No estoy en medio de ninguna investigación importante —dice—. Apenas son las diez. Y quizá vuelva tarde —añade.

—¿Y eso?

—Miruko quiere ir a cenar. —Conociéndola, no es de cortesía y hay plan con maña escondido. Quizá quiera ayuda, pero Miruko es demasiado orgullosa para pedirla. Quien sabe.

Eijiro asiente. Katsuki se deja caer en el sillón. En la cocina se oye el agua que corre de la lavada de los platos. Es de esos momentos domésticos que nunca duran y se les escapan de entre los dedos antes de que puedan acostumbrarse a ellos.

—Podemos jugar otra partida —sugiere Eijiro.

—Podríamos.

—O no.

Ya está sentado a horcajadas sobre él y Katsuki tiene las manos alrededor de su cintura y lo está besando. Eijiro está abriéndose paso por su cuello, dejándole la marca de sus dientes allí donde los posa cuando el agua del fregadero deja de sonar. Katsuki se pregunta si Denki va a unírseles en cualquier momento cuando unas manos tapan sus ojos y oye su voz.

—Kacchan...

Se tensa inmediatamente.

La voz le dice que es Denki.

Su instinto odia no ver.

Eijiro nota la manera en la que sus músculos se tensan y se incorpora, quedando en precario equilibrio todavía sobre sus piernas y Denki parece notarlo también porque las palmas de sus manos se separan de su cara.

No se da cuenta de que está conteniendo la respiración hasta que sus ojos vuelven a acostumbrarse a la luz y se encuentra con la cara preocupada de Eijiro.

—¿Estás...?

Katsuki respira hondo.

—No hagas eso. —Voltea un poco la cabeza, dirigiéndose hacia Kaminari—. Nunca. Jamás.

—¡Lo siento, Katsuki, lo siento! —oye su voz.

Eijiro se le quita de encima y se sienta a su lado. Kaminari se recarga en la cabecera, hacia adelante, para buscar la mirada de Katsuki.

—No sabía... —empieza.

—Mi cuello tampoco. Atrás —aclara. No tiene que explicarles por qué—. Al menos sin avisar. —No le importa cuando sabe que va a ocurrir, cuando ve la trayectoria de las manos. El problema es cuando lo toma por sorpresa: más veces de las que desearía le recuerda a tener dieciséis años y no poder hacer nada para defenderse.

El dorso de la mano de Kaminari le acaricia la mejilla.

Katsuki no rechaza el contacto. Siempre que venga de esos dos idiotas, se ha acostumbrado a él.

—Lo siento. No lo pensé.

—No, claramente —espeta Katsuki. Pero después sonríe, para tranquilizarlo.

El brazo de Eijiro le rodea la espalda.

—Puedo compensártelo —dice Denki. Y antes de que Katsuki pueda reaccionar está encima de él como Eijiro lo estaba hace dos segundos.

A veces Katsuki no sabe que ha hecho para merecerse a esos dos idiotas.

Denki lo jala por la playera, lo que hace que Katsuki se incorpore un poco. Lo besa. Katsuki siente las yemas de Kaminari en su pecho y no sabe qué va a hacer hasta que siente la descarga. Muy pequeña, apenas suficiente para darle un toque.

—Joder —murmura, al separarse.

—Con Eijiro no funciona —le dice Kaminari. En su cara está el rastro de una sonrisa traviesa—. Su piel se endurece instintivamente si presiente qué voy a hacerlo.

Katsuki sonríe.

—Hazlo de nuevo, Pikachu.

And Then They Were Roommates [Kiribakukami] Where stories live. Discover now