Instinto de supervivencia

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Lost inside my head, I open up the door
Step right off the ledge, into the abyss
Nothing that I know, I can't hear what you say
Am I already dead, into the abyss

The Abyss, Three Days Grace

No había nada aleatorio en la manera en la que lo había atado a aquella silla. Se había asegurado de que no pudiera liberarse el sólo si no tenía su singularidad. Sentía cables por todo su cuerpo, manteniéndolo pegado en dónde estaba. Eso significaba una cosa.

—He leído sobre ti —sigue diciendo la voz.

Quien lo atrapó sabe quién es.

La oscuridad no le gusta.

Alza la cabeza, como buscando de donde viene, pero no puede, porque tiene algo sobre los unos, una tela, algo que le impide ver.

—Número ocho en el ranking —recita la voz de la mujer—, podrías ir más alto si no fueras... tú. Pero lo que más me interesa... —Oye pasos. La voz viene de atrás—. Ni siquiera eres tú. Trabajas para Hawks, ¿no?

Katsuki no responde.

Para que la va a dignificar con una respuesta.

Inhala, exhala. Intenta mover las manos, buscando una manera de liberarlas, pero no puede. La mujer no usó esposas comunes.

Siente que le jala un guante, el de la mano derecha. La mujer le agarra una mano y él se resiste.

No le gusta que lo toquen repentinamente.

Secuelas de haber sido secuestrado y esas cosas.

—No tienes feas manos, chico —le dice la voz de la mujer—. Son las estrellas del show después de todo, ¿no? —Ella se las arregla para inmovilizarlo, para hacer que deje de pelear. Un pedazo de cable se enrolla en su dedo meñique. A Katsuki le cuesta respirar y no puede esconderlo—. Trabajas para Hawks, ¿no? —repite.

Katsuki sigue sin contestar.

Trata de mantenerse tranquilo.

—Eso no funciona si no contestas las preguntas. —No quiere hacerlo. No va a hacerlo. Sólo está callado porque está pensando en una forma de salir de esa situación—. Habrá que hacer algo, ¿no?

El cable se mueve. Hace su dedo hacia atrás y Katsuki aprieta la mandíbula en cuanto entiende lo que está pasando.

Oye el hueso tronar.

—Tercer intento: trabajas para Hawks, ¿no?

—Vete a la mierda —espeta Katsuki. Siente cable enrollarse en su dedo anular. Se le corta la respiración—. Sí.

Todo el mundo lo sabe, de todos modos. No vale la pena otro hueso roto sólo por esa pregunta.

—Bien. Entiendes la idea. —Hay una pausa. Siente una mano en su cuello y eso le eriza todo el cabello. Unos labios se acercan a su oído—. Quiero los puntos débiles de Hawks. Es el número dos en el ranking, después de todo.

—No conoces a los héroes, ¿eh? —espeta Katsuki. Ya sabe lo que viene y no planea contestar eso—. No traicionamos.

Una risa. Y luego el ruido del dedo quebrado. Katsuki aprieta la mandíbula, pero aun así suelta un quejido.

Sigue el dedo medio.

—Puedo arruinar tus dos manos. Hacer que el uso de tu singularidad sea un infierno. Piénsalo.

—Vete a la mierda.

Dedo roto. El cable se enrolla en el índice. Katsuki supone que la singularidad de la mujer tiene que ver con ese estúpido cable que lo mantiene inmovilizado.

—¿Tan poca conservación tienes?

No hay respuesta. Otro dedo roto. Toda la mano derecha le duele.

—Otra oportunidad.

Katsuki aprieta la mandíbula, terco. El cable se enrolla en el pulgar y lo hace hacia atrás, hasta que se quiebra. Suelta un quejido.

Una mano se posa en su cuello, otra vez.

Odia eso. Nunca lo ha superado, desde Kamino. Que lo ataquen por detrás siempre le despierta reacciones más viscerales. Por puro reflejo intenta activar su singularidad con la mano derecha.

Dolió.

Por supuesto, no funciona. Inhibidores, recuerda.

Puede soportar el dolor, ese no es el problema. Pero la impotencia.

No puede hacer nada si no puede huir.

—No hay ninguna red de comunicación, podemos estar mucho tiempo aquí hasta que a alguien se le ocurra venir a buscarlos. Hasta que la número cinco despierte y tenga alguien más a quien hacerle preguntas. —Katsuki tuerce la boca al oír eso. No le van a sacar nada a Miruko—. Así que piénsalo.

—¿Quieren destruir a Hawks como están haciendo con Endeavor? —espeta Katsuki. Le gustaría ver a su interlocutora, no estar en la oscuridad—. No vas a conseguir...

—Todos tienen un punto límite —lo interrumpe. Le jala el guante izquierdo—. Sólo hay que encontrarlo.

Katsuki traga saliva. Necesita un plan pronto. Necesita que la mujer se equivoque, agarrarla por sorpresa, lo que sea. No planea acabar como Deku en cualquier día de clase cuando acababan de entrar a UA, con todos los huesos rotos.

—No te voy a decir nada. Haz lo que quieras.

Le rompe el meñique y el anular juntos de la izquierda, sólo por joder. Va a ser un problema después, piensa Katsuki, porque si no puede mover sus manos bien, tampoco va a poder controlar las explosiones que salgan de ellas.

—¿Por cuánto estás dispuesto a vender las debilidades de tu jefe, héroe número ocho?

—¡Vete a la mierda! ¡No soy un traidor!

Eso le cuesta el dedo medio.

Quedan dos. Pero el cable no se enreda inmediatamente en el dedo índice porque algo distrae a la mujer. Katsuki percibe el ruido de alguien intentando liberarse. Katsuki vuelve a intentar que el cable ceda, aunque sea un poco, aprovechando la distracción.

Eso sólo puede significar que Miruko está despertando.

—Joder... —oye la voz de la heroína—. ¿Bakugo?

—Aquí.

—Oh, estás de vuelta, temía que la dosis de inhibidor hubiera sido demasiado fuerte...

Katsuki de verdad necesita ver lo que está pasando, sólo puede valerse del resto de sus sentidos. Oye ruidos, pero no entiende que pasa hasta que oye algo que cae al piso. Algo más lo jala —o jala el cable de sus pies— y no entiende que ocurre. Se oye una pelea. Lo que quiere decir que Miruko está liberándose.

—¡Bakugo! —oye un grito—. ¡¿Tu singularidad funciona?!

—¡No!

—Se suponía que la dosis era suficiente para... —se oye la voz estrangulada de la otra mujer.

—Oh, no la tengo. —La voz de Miruko parece divertida—. Los músculos no están de adorno.

El problema es que Katsuki sigue sin poder moverse demasiado. Nota que el cable en sus pies empieza a ceder un poco y se aprovecha de eso. Mueve las piernas todo lo que puede, intentando liberarlas. Pero el cable vuelve a jalarlo, más fuerte esta vez— y se va de espaldas. Las manos —ya demasiado magulladas— son las que resienten el golpe. Katsuki no puede contener el grito.

Al menos, al caer el cable en sus piernas se aflojó, al igual que en su torso y el pedazo de tela que le impedía ver se movió, quedando en su frente y ya no sobre sus ojos. Se las arregla para levantarse como puede y está apenas acostumbrándose de nuevo a poder ver algo que no sea la más absoluta oscuridad cuando siente un golpe demasiado fuerte en la sien y, de nuevo, todo se funde a negro.

«Mierda».

And Then They Were Roommates [Kiribakukami] Where stories live. Discover now