Inhala, exhala

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The hardest part is letting go of your dreams
A drink for the horror that I'm in
For the good guys, and the bad guys
For the monsters in our beds
Three cheers for tyranny

Sleep, My Chemical Romance

Hay un plato de katsudon frío en la mesa. Katsuki no lo quita, sólo lo tapa con una servilleta.

—Seguro son horas extra —dice Kirishima.

—Ya. Puede recalentarlo cuando vuelva.

No sabrá igual que cuando estaba recién cocinado, pero sabrá muy bien. Katsuki confía en sus habilidades para la cocina, sabe lo bueno que es.

—¿Quieres jugar algo? —propone Kirishima.

Suena el teléfono.

—¡¿Quién demonios es a esta hora?! —se queja Katsuki, aunque todavía no es demasiado tarde y sea común que reciban llamadas en plena madrugada. No por nada son héroes y tienen pocas oportunidades para descansar—. Carajo.

Va hasta el teléfono. Está de pie, así que le toca contestar a él. No distingue el número en el identificador, pero eso no importa. Llama demasiada gente como para que sepa qué número es de cada quien y nunca guarda ni un contacto.

—Diga —contesta.

—¿Hola? —Es una voz nerviosa, de mujer. Katsuki no la ubica. Eso le enciende las alarmas—. Disculpe, Chargebolt tenía este número como contacto de emergencia...

«Contacto de emergencia». Las palabras retumban en su cabeza y las siguientes palabras le suenan en los oídos como ruido blanco que no alcanza a distinguir, así que tiene que interrumpir a la chica.

—Ey, espera, espera. Repite lo último.

Kirishima se pone de pie. Probablemente notó algo en su expresión. Katsuki oye todo lo que le dicen de manera lejana.

—Hubo un accidente. No... no tengo los detalles. —La voz es joven inexperta. Parece desesperada y cansada. Sólo suposiciones de Katsuki—. ¿Con quién hablo? Se supone que tengo que registrar...

—Katsuki Bakugo —responde él—. ¿Qué hospital es? —Ve cambiar la mirada de Kirishima de la preocupación al miedo en un segundo. Anota la dirección que le dice la voz de la mujer y luego tapa la bocina un momento—. Kaminari se llevó al carro, ¿no? Necesitamos un taxi. Esto es al otro lado de la ciudad —Le extiende el papel en el que escribió la dirección y Kirishima asiente. Parece muy concentrado en mantener la calma porque en realidad todavía no sabe lo que pasó.

Katsuki tampoco, pero puede oír cómo la voz del teléfono pronuncia las palabras y sabe que es grave.

—... todavía está en terapia intensiva, pero... —Apenas si distingue las frases en el teléfono.

—Sí, está bien. Vamos para allá. —Corta.

Y luego cuelga.

Hay un momento de silencio que se estira como una liga a punto de reventarse. Katsuki sólo distingue su respiración y la de Kirishima que pide un taxi desde su celular. Inhala. Exhala. Se repite que no sabe qué pasó, que no tiene detalles, que quizá se está imaginando un escenario peor al que en realidad es.

No saben las circunstancias.

Pero la liga se revienta. Y el aprieta los puños hasta que no puede más y acaba dándole un puñetazo a la pared.

(Su madre, después de darle un zape, le diría que aprendiera a controlar su ira).

—¡Bakugo! —Kirishima pega un respingo.

Katsuki no contesta, sólo va a buscar una chamarra, la que sea, la primera que salga, desconecta el celular de dónde lo estaba cargando y agarra sus llaves.

—¿Ya pediste el taxi?

Inhala, exhala.

«Calma», se repite.

—Sí. —Kirishima está enfrascado en la pantalla del celular. Parece que se muerde la lengua un momento—. ¿Sabes qué pasó...?

Katsuki niega con la cabeza.

—Está en terapia intensiva. —Es obvio de quien hablan, aunque Katsuki no haya dicho su nombre en todo ese rato—. Vamos.

Esperan al taxi en la acera. Katsuki tiene frío, mete las manos en la bolsa de la sudadera. Kirishima tiene la cabeza baja. No dice nada. El silencio vuelve a extenderse hasta que llega el carro. Suben sin decir nada. Kirishima se encarga de confirmar a dónde van y durante unos minutos de trayecto, no dicen nada.

Pero el silencio desespera a Katsuki en esas situaciones.

—¿Puede poner las noticias? —le pide al conductor—. Las que sean...

—Bakugo... —Kirishima parece preocupado—. Quizá...

—Necesito saber.

Aprieta la mandíbula tan fuerte que rechina los dientes. El radio empieza a sonar.

—... más heridos después del accidente en las oficinas de la agencia de Endeavor. —La oración a medias no tiene sentido. Pero Katsuki pone atención—. Hasta el momento sabemos que un grupo de villanos intentó atacar el lugar cuando el equipo de seguridad estaba realizando un cambio de turno. Provocaron una distracción para atraer a los héroes hacia afuera del edificio para poder infiltrarse. Los sobrepasaron al atacar el edificio y se hizo un llamado para que acudieran más héroes de apoyo. Uno de los edificios de enfrente de la agencia de Endeavor colapsó y varios héroes y civiles que no alcanzaron a evacuar quedaron atrapados. Han rescatado a varios con vida, aunque en estado crítico. Otro más siguen...

Katsuki ni siquiera se da cuenta del temblor de su mano, más de rabia que de otra cosa, hasta que Kirishima le pone la mano encima. La ha endurecido, por si acaso.

—Bakugo, respira.

Inhala, exhala.

No puede darse el lujo de soltar una explosión, por mínima que sea, dentro de un vehículo en movimiento. Especialmente si no se está controlando.

El conductor los voltea a ver de reojo. No dice nada.

—Tuvo que ser eso —dice Katsuki—. Pikachu trabaja cerca de ahí. Si lanzaron una petición de apoyo...

Kirishima deja que su mano vuelva a su estado natural una vez que Katsuki respira y se ve más tranquilo. Aprieta su mano y, sorprendentemente, Katsuki no se aleja. No suele dejar que lo toquen. Especialmente cerca de las palmas. La nitroglicerina es peligrosa y tóxica, por más que él tenga una tolerancia excepcional a ella.

—Bakugo —empieza Kirishima. Voz débil, dudosa—. ¿Qué villanos son capaces de hacer que la agencia de Endeavor lance una petición de ayuda?

And Then They Were Roommates [Kiribakukami] Where stories live. Discover now