Puertas adentro

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If I could change
The way that you see yourself
You wouldn't wonder why you're here
They don't deserve you

everything i wanted, billie eilish

Kirishima pone la tetera y sirve tres tazas. Casi nadie dice nada. Ya están acostumbrados a los silencios que traen las malas noticias. Lo aprendieron estando en la escuela. Las victorias nunca eran tan dulces como parecían y las tragedias siempre eran más grandes de lo que aparentaban. A su modo, se acostumbraron a lidiar con todo. A preparar un té cuando alguien lo necesitara, a dejarle su espacio a quien lo pidiera, a obligar a descansar a los que estuvieran exhaustos.

En ese momento son las tres de la mañana y Katsuki sabe que Kaminari quiere hablar. No es de los que se guardan todo, como él. No, el otro es de los que si les dan suficientes vueltas a algo, no duermen nunca, porque no hay poder humano que los deje.

—Ten. —Kirishima le pone la primera taza de té en la mano. Luego sirve una para Katsuki y otra para él.

—¿Qué pasó en Hokkaido? —pregunta Katsuki. Intenta que la pregunta no le salga demasiado brusca, pero no lo logra. La mirada que le dirige Kirishima es bastante evidente.

—La cagué.

Bonita explicación.

Kaminari mira al piso.

—Me refería a si querías contarnos más de eso.

Un suspiro. Largo. Cansado. Kaminari está evitando la mirada de ambos de manera demasiado evidente.

—Es un caso importante. Les dije, ¿no? La mayor parte de la información es clasificada porque no puede ir saliendo por allí —dice—. Lo único que puedo decir es que hay rehenes y que creen que hay experimentos humanos.

—¿Cómo...? —Katsuki no termina la pregunta. Han pasado años de los nomus. Kaminari lo entiende.

—No. —Pausa—. No sabemos en realidad. Nadie sabe. —Otro suspiro. Aquella actitud cansada le queda extraña a Kaminari. Katsuki está acostumbrado a verlo siempre mucho más enérgico—. Había una pista de dónde podíamos encontrar a los rehenes. Y cuando estábamos allí... —Cierra los ojos—. Recuerdo que alguien me atacó por detrás. Fue sólo un golpe, pero casi lo sentí como una roca en mi espalda y... Entré en pánico. Perdí el control. No hubo un accidente peligroso porque me neutralizaron pero... —Parece como si se encogiera más, intentando desaparecer—. Arruinamos el elemento sorpresa y no creo que las cosas hayan salido bien. Mi jefe me mandó de vuelta.

Katsuki sabe de qué habla.

Lo entiende.

Se le queda mirando fijamente, sin atinar a decir palabra, porque sabe que no hay palabras que arreglen ese sentimiento.

Es lo que siente él cuando alguien agarra su cuello sin avisar. Una sensación visceral que, justo después de Kamino, lo impulsaba a actuar con imprudencia. Controlarlo fue muy difícil.

—Era mi oportunidad para no cagarla, ¡era un caso importante! —Kaminari se talla la cara con las manos—. Sólo me las he arreglado para acabar en el hospital y arruinar las cosas. Así la gente nunca sabrá quién es Chargebolt. O peor, lo sabrán porque soy mediocre.

—Para. —La voz de Katsuki es gélida—. Para. —Respira hondo—. A todos nos ha pasado. Todos hemos ido a dar al hospital. Todos la hemos arruinado. ¿Ese edificio que tiré? Me costó mi estabilidad. Mira donde duermo —señala el sofá— desde hace meses porque ser un héroe independiente deja una mierda de dinero; peor cuando eres uno que causó un accidente que salió en las primeras planas. No te atrevas a decir que te conocerán porque eres mediocre. —Vuelve a respirar hondo—. Eres más que la suma de todos tus errores y los traumas que cargas, idiota. No me hagas repetírtelo.

Nadie se atreve a decir nada durante unos segundos.

Kirishima extiende la mano para reconfortar a Kaminari.

—Lo siento —dice el rubio.

—No te disculpes —espeta Katsuki—, créetela.

Kaminari intenta sonreír. Le sale sólo una sonrisa medio rota y Katsuki se ve reflejado en ella de una manera que no le gusta recortar. Aparta la vista.

—¿Tu miedo a volverte a quedar atrapado en un derrumbe? —empieza, sin saber exactamente a donde va—. No se va, pero pasa. Aprendes a controlarlo. Todos tenemos algo así. Es la parte que no es divertida sobre nuestro trabajo. Nadie hablar de eso. —Entorna los ojos—. Si permites que eso no te deje levantarte...

—Bakugo... —interrumpe Kirishima, en todo más conciliador.

—Sé de lo que hablo —espeta—. Te juro que aprendes a controlarlo. —Mira directamente a Kaminari—. El resto depende de ti.

—Gracias. Gracias.

Kaminari extiende una mano y busca la de Katsuki el no lo aparta, pero sonríe de lado.

—Les haría bien recordar que yo soy inmune a la nitroglicerina, pero ustedes no —le dice—. No comas nada si no te las lavas.

Kaminari le regresa la sonrisa. Es débil, pero es una sonrisa un poco menos rota que la de segundos atrás.

Todo eso es lo que nadie ve. Las batallas y los arrestos los pasan por la tele una y otra vez. Se graban videos y se venden. Hacen películas sobre sus vidas. Cuando un héroe muere en medio del deber, todo el mundo lo venera como alguien que se sacrificó por el bien. Pero nadie habla de lo que ocurre puertas para adentro: de los silencios demasiado largos, las cicatrices que se acumulan —no sólo en el cuerpo—, las sonrisas que les cuesta esbozar cuando están solos, la manera en la que les tiemblan las manos cuando tienen miedo.

Porque al final, son sólo humanos.

Héroes, sí, pero humanos al fin y al cabo.

Si ellos no se salvan a sí mismos, ¿quién más va a hacerlo?

And Then They Were Roommates [Kiribakukami] Where stories live. Discover now