Ramen para llevar

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Bring me some hope
By wandering into my mind
Something to hold onto
Morning, or day, or night

The Anchor, Bastille

—Creí que seguías es Fukuoka.

—La comisión creyó que era necesario que viniera.

Una de las ventajas de que su jefe estuviera a horas de distancia era que en general Katsuki tenía vía libre para hacer lo que quería. Aunque Hawks había sido brutalmente honesto con él cuando le había dicho que quería que trabajara para agencia.

«Vi el incidente del edificio. En Shingiku, ¿no? Cuando estabas con Miruko. Eso debió salirte caro. Te costó varios lugares en el ranking». Katsuki no había respondido. No parece, pero ha aprendido más o menos a quedarse callado cuando la situación lo requiere. «Entiendo que otras agencias tengan reparos para contratarte, pero... tienes mucho potencial, Katsuki Bakugo. ¿No quieres ser el número uno?».

«Voy a ser el número uno», contestó Katsuki.

«Bien. Quiero que seas mis ojos en Tokio. Lo que hagas es tu problema. Sabes de qué se trata este trabajo, pero quiero un par de ojos en Tokio. Se mueven muchas cosas allí como para no estar enterado».

Hawks estaba por todos lados. Bakugo había oído que Tokoyami, que iba en carrera maratónica a convertirse su mano derecha, estaba pasando una temporada trabajando en Hokkaido.

—Harán una junta pronto —le informa Hawks—. Un atentado a la oficina de Endeavor es algo serio. Más te vale estar ahí, te informaré.

Lo citó en un restaurante barato porque no tienen oficinas propiamente en Tokio. De todos modos sólo está Katsuki allí, que acaba llenando los reportes a las dos de la mañana en la mesa del comedor del departamento que comparte con los dos idiotas.

—Como sea.

Se lo veía venir. Hawks siempre ha colaborado con Endeavor de manera muy cercana.

—¿No has tenido problemas?

Katsuki se encoge de hombros.

—Lo normal —responde—. Se cayó un poste hace unos días, cuando detuve a un villano. La comisión sigue decidiendo si fue mi culpa o no. —Pone cara de pocos amigos—. Atrapamos un villano ayer. Hubo víctimas.

Se le queda atorado en la garganta el «lo siento por la mala prensa», pero igual lo piensa.

—Lo vi —responde Hawks—. De todos modos todo el mundo está enfocado en Endeavor. Puede que no sea un símbolo, pero... Es el número uno. La gente teme. —Parece ponerse serio por un segundo, pero después se encoge de hombros—. Qué le vamos a hacer. Es obvio que tiene una diana enorme pegada en su espalda.

—¿Algo más que quieras saber?

—¿Llevas prisa?

—Quería ir al hospital antes de que terminara la hora de visita —responde Katsuki—. Un amigo accidentado.

—Entonces no, no hay nada más que quiera saber. Recibo tus informes, ¿no?

—¿Los lees?

—Bakugo...

—Sólo es pregunta.

—Creo que sabes que los lee mi asistente, a menos de que algo sea muy importante. Tengo que hacer mis propios reportes, de todos modos.

—¿Y los haces?

—¿Por quién me tomas?

—El número dos —respondió Katsuki.

—Tienes un punto. —Hawks se relaja y se cruza de brazos—. Bueno, puedes irte, si quieres. Sólo deja tu parte pagada.

Katsuki chasquea la lengua. Podría invitarle la comida. Después de todo, es el número dos y gana como tal. Y tiene su propia agencia. Pero no se queja y deja su parte pagada antes de salir pitando al hospital. No tiene mucho tiempo y tiene que llegar porque no gastó toda su hora de la comida en cocinar algo para Kaminari.

Llega media hora antes de que se acabe el horario de visitas y se dirige directamente al elevador. Se encuentra a alguien que no esperaba ver cuando las puertas se abren.

—¿Y tú qué carajos haces aquí?

—Bakugo, un placer —responde Todoroki que, como siempre, interpreta sus palabras como le da la gana. Kirishima sólo dice que tiene un traductor de Katsuki al japonés común y corriente.

—Sí, sí, pregunté qué demonios...

—Querían hacerle un chequeo a mi padre —responde—. Tuvo un accidente ayer.

Katsuki no dice «espero que se mejore» ni «espero que todo esté bien» ni nada por el estilo. No lo siente y no le importa. Además el héroe número uno puede con los rasguños, no necesita los buenos deseos de nadie.

—Ah, bien. —Katsuki aprieta el botón del cuarto piso—. ¿Acabaste trabajando para él?

—Ofrecía el mejor sueldo —explica Todoroki.

No le sorprende. Hay sobrepoblación de héroes según la comisión —lo cual es una absoluta y completa estupidez—, así que todos los sueldos son una mierda en cualquier parte. Especialmente para los héroes jóvenes como ellos, que todavía luchan por asentarse en algún lugar del ranking.

—Ah.

Siguen en silencio hasta que el elevador se abre en el cuarto piso. Todoroki va más arriba.

Bakugo baja y le hace un gesto con la mano que espera se interprete como una despedida y camina hasta el cuarto de Kaminari. La cama de la entrada sigue desocupada. En la de en medio hay una visita junto al hombre inconsciente. Kaminari está sólo, jugando con el celular.

Se le ilumina la cara cuando lo ve.

—¡Bakugo!

—Te traje algo —alza la bolsa que trae en la mano—. Ramen decente. No esa mierda instantánea que comes. Aunque creo que se enfrío un poco.

—Gracias. —Kaminari sonríe—. Kirishima se fue. Dijo que tenía reportes por terminar. Pero pasó por aquí hace rato.

—Me mandó unos veinte mensajes, sí —responde Katsuki. Dejó la bolsa con el contenedor del ramen en la mesita que estaba a un lado de la mesa de Kaminari—. ¿Qué demonios haces?

—Intentando cazar algo bueno. —Katsuki alzó una ceja—. Sólo he conseguido rattatas. —Le enseña la pantalla del celular—. ¡Mira! Toda el área está llena.

Parece devastado. Katsuki alza una ceja al ver los nombres.

—Todos se llaman Nedzu —comenta.

—Me pareció buena idea.

Katsuki honestamente, no sabe que decir. Lo criticaría, pero no le piensa enseñar a Kaminari todo lo que tiene en su cuenta de Pokemon. No siguen la plática porque deja el celular a un lado y extiende los brazos.

—Tengo que quedarme esta noche para observación, otra vez. Preferiría estar haciendo otra cosa en vez de estar aquí y... —Mira hacia la ventana—. Es obvio que se siente mejor, porque los ojos le brillan ante la idea de estar afuera.

Cuando Kaminari no lo mira, más concentrado en el mundo exterior que en él, Katsuki sonríe. El momento acaba y Bakugo vuelve a poner la misma cara de siempre.

—Llamó Jirou, por cierto. Dice que se alegra de que esté bien. Que hablará la próxima vez que esté en Tokio. —Katsuki asiente. No les vendría mal ver a Jirou, pero está trabajando en Nagoya. Todos sus antiguos compañeros están por todos lados del país—. Ashido también mandó buenos deseos.

No le dice «¿Y a mí que me importan esos extras?», como hace siempre, porque al final del día algunos son sus amigos. Y porque Kaminari está sonriendo y le tranquiliza ver esa sonrisa. Hay energía en ella.

Y tranquilidad.

A veces, no queda más que disfrutar lo que ofrece el ojo del huracán.

And Then They Were Roommates [Kiribakukami] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora