Cinco cajas y una mochila

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So no one told you life was gonna be this way
Your job's a joke, you're broke
Your love life's D.O.A
It's like you're always stuck in second gear
When it hasn't been your day, your week, your month
Or even your year

I'll Be There For You, The Rembrandts

—¿Es la última caja? —pregunta Kirishima.

—Sí.

Katsuki frunce el ceño.

Toda su vida está metida en cinco cajas y una mochila. Creyó que tenía más cosas. Que podría cargar con más cosas. Pero no va a recibir de regreso el dinero de su depósito y no va a cargar con los muebles porque ni siquiera puede pedirse pagar una mudanza. Kaminari tiene un carro, así que puede conformarse con meterlo todo en la cajuela y hacer dos viajes.

—Vale. Entonces la bajo. —Katsuki no responde—. ¿Necesitas un momento?

—¡¿Qué?! No. No, para nada. —Se cuelga la mochila al hombro—. De todos modos este departamento apestaba.

Kirishima no le cree, pero le hace el favor de no agregar nada. Katsuki cuelga la llave a un lado de la puerta sin cambiar de expresión.

Sí que le importa ese departamento.

Es pequeño, pero es el primer lugar donde pudo vivir él sólo. Lejos de los gritos de su madre, el caos de su casa, un lugar al que pudo llamar suyo. Pronto su único lugar de descanso va a ser el sofá del departamento que comparten Kirishima y Kaminari, que está en un barrio lejos de ser ideal —al menos la renta es más barata—. No debería ser así, pero todo ha ido cuesta abajo.

Katsuki Bakugo, héroe graduado hace tres años, carrera prometedora, la gente lo conoce. Su popularidad lo catapultó al top diez unos meses y luego el incidente lo lanzó para abajo. No mucho, porque de todos modos se las arregló para salvar a una gran cantidad de gente, así que sólo está descansando en el puesto once o doce. No que a la gente le importe cuando no está en el top diez, claro.

El día que Miruko le extendió el deducible por los daños colaterales que había causado supo que todo estaba a punto de descarrilarse. Pagó casi todos sus ahorros. La culpa no había sido de los villanos que habían plantado la bomba, no. La bomba la habían desactivado antes de que el llegara, pero el edificio ya estaba en peligro, porque uno de los villanos había dañado la estructura. Se lo advirtieron y el juró que iba a tener cuidado. Y lo tuvo. Hasta que encontró a la niña atrapada en el quinto piso, el lugar donde comenzó el incendio y, cuando intentaba salvarla, lanzó una explosión en la dirección que no era.

Primero se aplastaron dos pisos. (Nadie murió).

Luego el edificio empezó a colapsar lentamente.

Katsuki sabe que fue su culpa.

Miruko lo vio a los ojos cuando le dio el recibo y le dijo que era uno de sus mejores reclutas. Le dijo que de verdad lo creía. Y luego le atizó el golpe bajo: «pero la agencia no puede absorber los gastos que causan tus daños colaterales.

Así que ahí está: la vida en cinco cajas, sin trabajo oficial —y todo el mundo sabe que cómo héroe independiente los gastos colaterales te comen, especialmente Katsuki— y a punto de llamar casa al sofá de Kirishima y Kaminari. Sencillamente maravilloso.

—Vámonos —dice. Cierra la puerta detrás de él.

La llave la dejó atrás.

Cuando dejó UA no se le ocurrió que su vida iba a ser un desastre. Que le iba a costar sangre sudor y lágrimas llegar ya no al primer puesto: al top diez, porque ahora la competencia era mucha más, después de todas las licencias que se habían conseguido en la época de la Liga de Villanos. Que iba a dilapidar sus ahorros en daños colaterales. Que iba a pelearse con su madre día sí y día también por querer un poco de espacio. Que iba a acabar rogándole a sus mejores amigos que lo dejaran quedarse unas semanas en su casa —«hasta que consiga algo estable», suplicó—. Pero ahí está.

Todo es un desastre.

Kirishima no dice nada mientras bajan las escaleras. Kaminari está abajo. De las cinco cajas, ya sólo falta llevar dos.

Katsuki carraspea.

—Gracias, por cierto.

—Ni lo digas. —Kirishima le quita importancia—. Eres nuestro invitado.

A ver si piensa así cuando lleve dos semanas en su sofá y las agencias sigan rechazándolo porque todo el mundo sabe lo que le costó a Miruko el chiste del edificio. Su última opción va ser acudir a Endeavor y odia a ese tipo. Ve el reflejo de su yo adolescente en el héroe número uno y quiere volver en el tiempo para enseñarle una lección a su yo del pasado. Al final, sabe que, aunque lo retrase, va a ir a rogarle por un trabajo.

—Al menos dejarán de comer basura el tiempo que yo esté allí —dice Katsuki, como si efectivamente su mundo no se acabara de caer a pedazos, porque ya no puede permitirse ninguna clase de renta.

Está ante la línea de salida más difícil que ha enfrentado en su vida.

No tiene nada.

And Then They Were Roommates [Kiribakukami] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora