La Historia de Einar, Parte III: Un gran aspirante a ser soldado

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— ¡Oigan!

Ancel corrió a toda velocidad por el pasillo que lo alejaba de nosotros, dejando atrás al grupo con el que había llegado. Se lanzó hacia Rustam apenas estuvo cerca de él y lo rodeó con sus brazos efusivamente, haciendo que el otro se tambaleara, manteniéndose de pie a duras penas. Pude ver la sonrisa que iluminaba el rostro del pelirrojo por un instante, pero luego este hundió su cabeza entre el cuello y el hombro del chico de cabello castaño, aferrándose a él aún con más fuerza al sentir cómo su abrazo era correspondido. Era como si Rustam fuese la persona más valiosa para Ancel en toda la faz de la tierra.

De pronto, como si se tratase de un ramo de espinas*, el recién llegado se separó abruptamente del otro chico y apartó la mirada. Ansgar no tardó en notar que Ancel se había incomodado, así que se acercó a abrazarlo, invitándome a hacer lo mismo junto con él.

—No saben cuánto los eché de menos. Han sido los meses más largos de mi vida —logró decir el pelirrojo cuando nos separamos—. ¿Van a sus habitaciones? A mí también me gustaría descansar; nos trajeron caminando con la excusa de que la aldea estaba cerca y ya no soporto mis pies, fue una caminata larguísima.

Ancel se unió a nosotros en nuestro camino hacia los dormitorios mientras nos contaba algunas cosas sobre el viaje, haciendo énfasis en los paisajes del pueblo donde tuvo que quedarse. Supuse que la había pasado bien, a juzgar por la manera en la que describió sus días allá. Al momento de llegar al pasillo donde se encontraban las habitaciones de Ansgar y Rustam, ellos se despidieron y le pidieron a Ancel que siguiera contándonos todo sobre su viaje al día siguiente.

El pelirrojo esperó a que los otros dos varones se alejaran lo suficiente y me dirigió la palabra.

—Einar, ¿tú eres de Tryuna, verdad?

—Sí —contesté con casualidad—, no es un viaje muy largo desde donde vivo hasta acá.

—Eso me consta. Me tocó hacer ahí mi servicio para el rey. Estuve la mayoría del tiempo en el centro de la ciudad y me pareció muy interesante ver una tienda con tu apellido.

—Oh... Es donde trabajaba antes de venir aquí: Mi familia tiene una cervecera; vende varios de sus productos en esa tienda. ¿Había alguien atendiendo? —Pregunté con curiosidad.

—Una chica. Pasé un día a comprar algo y platiqué con ella. Cuando le dije que estaba en la escuela de la guardia real, me preguntó si te conocía.

— ¿Qué le respondiste? ¿Dijo algo sobre mí? —Me atreví a preguntar, en estado de alarma. ¿Me habría delatado?

Ancel se extrañó al verme reaccionar de esa manera.

—Me dijo que eras su hermano, y que estaba muy preocupada por ti. Quise darle algo de tranquilidad diciéndole que éramos amigos y que te estaba yendo muy bien, pero creo que eso no la hizo sentir mejor. Mencionó algo que se me hizo un poco raro: dijo que no debías estar aquí, pero no quiso contarme por qué.

Desvié la mirada, tratando de guardar la calma. Hablaba de Freya, mi hermana mayor; ella nunca dijo nada acerca de mi sueño de ser un soldado, pero tampoco me apoyaba. Consideraba muy riesgoso el que tuviera que ir a la guerra, y tampoco le gustaba mi rebeldía; no soportaba ver a nuestros padres regañándome y hacía de todo para persuadirme de no causar algún alboroto. Entendí por qué estaba tan preocupada; lamenté no haberle dicho casi nada sobre mis planes antes de irme de casa.

— ¡Ah! También, la última vez que pasé por la tienda antes de regresar al castillo, me contó que la familia Dornstrauss estaba por celebrar una boda... —agregó mi amigo pelirrojo.

—Ni lo menciones —interrumpí, algo irritado al recordar quién era el que se casaría—. Esa unión es un error, y pronto van a darse cuenta.

Ancel se quedó callado, como si supiera que había metido la pata al hablar de ello. Susipró y sacudió la cabeza.

—Perdona, no debí haber tocado el tema. Pensé que te gustaría escucharlo.

Dio unos pasos rumbo a su habitación, algo apenado. Consideré confiarle algunas cosas, pensando que él tal vez podría haber pasado por algo parecido a lo que yo tuve que hacer para estar en la escuela de la guardia real. Siendo él el menor de seis hermanos, tal vez había tenido que soportar muchas cosas desagradables.

—Ancel —lo llamé, todavía dudando de lo que le preguntaría.

— ¿Sí? —Se volvió hacia mí.

— ¿Alguna vez has sentido que no encajas siendo lo que a tu familia le gustaría que fueras?

El pelirrojo sonrió con pesadez.

—Miles de veces. Esa es la principal razón por la que estoy aquí.

—Tenemos algo en común, entonces.

Quise decir algo más, pero no estaba seguro de qué sería. Ancel notó que estaba teniendo dificultades para seguir hablando.

—No te compliques, Einar —dijo con una serenidad casi divina—. Hay cosas que es mejor no decir, así que guarda lo que tienes en mente para cuando de verdad necesites hablar de ello. Todos tenemos secretos, no necesitas contarme el tuyo. Te entiendo aun si no lo sé.

Apoyó su mano en mi hombro y se despidió con la misma sonrisa apesadumbrada que yo tenía.

Al verlo caminar con tanta tranquilidad hacia su dormitorio no pude evitar pensar en cuál podría ser su secreto.

¿De verdad necesitábamos ocultar tantas cosas?

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*N/A: El término "ramo de espinas" hace referencia al nombre de la historia y al apellido de Einar, Dornstrauss. En idioma alemán, la palabra Dorn significa espina, y la palabra Strauß (estilizada en esta obra como Strauss) significa ramo. Juntando las palabras con la lógica de las palabras compuestas, Dornstrauss significaría "ramo de espinas". 

DornstraussWhere stories live. Discover now