Capitulo 31

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Ana:Te lo has comido… —Le acusó Ana, incrédula, y él tan solo se
encogió de hombros.

Marc:Tú no lo querías… —El aire inocente no era para nada creíble.

Ana:Serás…. —Acabó riéndose a carcajadas porque no podía contener la risa que le subía por el pecho, efervescente y refrescante—. Me debes un bombón, que lo sepas.

Marc:Pues cóbrate cuanto quieras. —Señaló la fuente tras ella.
No quería pecar de avariciosa pero se llenaría los bolsillos de ellos. Lo
que hizo, en cambio, fue escoger un par de los que le gustaban, los del
envoltorio rojo que llevaban un relleno de una crema de chocolate con leche.
Había pocos a simple vista, por lo que escarbó un poco más hasta que tocó
fondo. La fuente era más honda pero los bombones solo ocupaban una
pequeña parte de arriba sobre un falso suelo.

Ana:Aquí hay algo —anunció Ana y Marc se puso a su lado.
Entre los dos quitaron los bombones de encima y se encontraron con un
plato encajado. Una enorme cruz, de la que uno esperaría encontrarse en un
mapa del tesoro, estaba pegada justo en el centro. No había duda de que
habían acertado en el lugar. Intercambiaron una mirada entusiasmada y victoriosa y entre los dos quitaron el plato para ver qué guardaba bajo. Y lo que encontraron fue un montón de chocolate fundido que desprendía un olor dulce y atrayente.

Marc:¿Qué te juegas a que la siguiente pista está ahí dentro escondida? —
soltó Marc totalmente convencido.
Ama no dudó ni un segundo en meter el dedo para comprobar la
temperatura y exclamar extasiada al ver que estaba tibio, que podría meter la mano dentro sin problemas. Y lo hizo, moviendo los dedos con delicadeza, creando pequeñas ondas en la superficie. Pese a que esperaba encontrarse algo sólido dentro, esa siguiente pista de la que Marc le había advertido, se sobresaltó de igual forma cuando sus dedos tocaron algo. No estaba muy hondo y, cogiéndolo entre los dedos, tiró de él.
Sacó lo que parecía ser una tarjeta plastificada, posiblemente para que no
se estropeara con el chocolate. Y, como ya había pasado en la pista anterior,
esa vez también se encontraron con la cita de un libro que Ana conocía
bastante bien. Se había leído Drácula las veces suficientes para recordar que, »He cruzado océanos de tiempo para encontrarte« era una de sus frases más memorables.

Ana:Aquí detrás hay algo.
Marc tenía razón. En la otra cara de la pista había un pequeño mapa de un
sitio que Ana no supo ubicar. Tampoco es que se le diese del todo bien leer
mapas, sobre todo uno que parecía estar hecho por un niño de cuatro años.

Marc:Deja que le eche un vistazo.
Marc  la cogió intentando no mancharse y Ana vio la injusticia de eso.
Ella se había pringado y él seguía tan impoluto como siempre. Pero eso iba a
cambiar pronto. Marc se había colocado a su lado para limpiar el plástico en el fregadero y Ana le llamó. En el momento en que se dio la vuelta, le manchó la cara con el chocolate, riéndose como una loca al ver su cara de estupefacción.

Ana:Tenías algo en la mejilla. —Ana apenas podía parar de reír.

Marc:Con que esas tenemos, ¿eh? Muy bien, tú te lo has buscado.

Ana:Qué vas a hacer? ¡Ah!
Marc había metido la mano en la fuente de chocolate y se la había pasado por la cara, pringándola. Le chorreaba por el cuello y el escote. No tardaron nada en enzarzarse en una dulce batalla. Ana se lo estaba pasando tan bien que no era consciente de que tanto Marc como ella se estaban rozando más de lo normal con la excusa de ver quién pringaba más a otro. Se rozaban los brazos, las manos e incluso la cara. Y durante en esos minutos, todo su pasado en común y todos los problemas que habían tenido dejaron de existir.
Se comportaban como lo hubieran hecho de haber sido las cosas diferentes.

Ana:¡Para, para! —exclamó Ana respirando a grandes bocanadas. Le
faltaba el aliento y la risa se empeñaba en subirle por la garganta—. Tenemos
que seguir.

Marc:Cobarde…
La cocina estaba hecha un
auténtico desastre y Ana se desinfló un poco por los remordimientos. Tenían
que limpiar todo el estropicio.

Ana:Limpiemos esto y sigamos.
También se tomaron el pelo mientras pasaban un paño húmedo por las
encimeras y los muebles que habían tenido la desgracia de estar en su sitio.
Estar así con Marc, riendo y bromeando, le hizo recordar esa tarde en la feria  hacía ya tanto tiempo. Había sido uno de los pocos momentos en los que se había sentido unida de verdad a alguien, sintiendo esa clase de complicidad que solo pueden tener dos personas a las que les une algo más que una atracción o un hobby. Pequeños destellos de ello los había sentido alguna vez con los chicos con los que había salido pero no duraba nada y luego se preguntaba qué era lo que había visto en ellos.
Una vez dejaron la cocina limpia, les tocó el turno a ellos de quitarse el
resto de chocolate de la ropa y el pelo. Ana metió los brazos debajo del grifo
del fregadero y se los frotó hasta que quedaron limpios y luego se echó agua
en la cara. La ropa no tenía remedio, por lo que tendría que cambiarse de ropa cuando acabase todo; ahora no tenían tiempo para eso, no si querían ganar y ella estaba decidida a ello. Había olvidado esas entradas, pero volvía a estar centrada y lista para llegar la primera.
Marc estaba ya presentable y la única cosa que indicaba que acababa de
tener una pelea de comida era lo sucia que llevaba la camisa del disfraz. El
pelo húmedo se lo había echado hacia atrás y tenía las mejillas sonrojadas por lo fría que estaba el agua. Su sonrisa fue devastadora para ella y agachó la
cabeza, centrando toda su atención en ese pequeño mapa que era su siguiente pista, para que no viera lo perturbada que se sentía.

Ana:¿Qué tenemos aquí?
Marc se había puesto a su lado, rozándole el brazo con el suyo de forma inconsciente y Ana notó como se le erizaba todo el vello del cuerpo. Su
corazón, calmado tras el rato de risa y diversión, volvió a acelerarse y a
golpear rítmicamente sus costillas. Bum, bum. Bum, bum. Solo podía
escuchar eso. Eso y el timbre de voz de Marc, que poco a poco iba colándose
en su subconsciente.

Ana:Es obvio que se trata de un mapa de la casa, lo que tenemos que tratar
es de ponerlo en la orientación correcta para no perdernos. No tengo mucha
idea de qué será esto de estas equis que aparecen aquí, pero la mejor forma de
averiguarlo es yendo a cada una de ellas. —Iba explicando Marc y la mirada de Ana se perdió un instante en el movimiento de sus labios al hablar

Marc: No sé qué vamos a encontrar en cada una de ellas o si vamos a jugar al despiste porque solo uno de esos sitios es el correcto, pero no nos queda otra si queremos ganar. Y creo que tú tienes bastantes ganas de ello.
Asintió. ¿Qué más podía decir? No le salían las palabras y no quería soltar
Lo primero que le viniera a la cabeza porque no era buena idea decirle a Marc que había notado prenderse la chispa entre ellos. Era lo peor que podía hacer.
Tampoco sé qué quiere decir la frase de Drácula —se pasó una mano
por el pelo húmedo y volvió a ponerse pensativo, dándole vueltas a la frase
de todas las formas posibles.

Ana:¿Y por qué no vamos al primer lugar y allí veremos? —propuso Ana
queriendo salir de aquella cocina.
Había que poner espacio entre ellos, recuperar la serenidad y la cabeza
fría. No se lo pensó dos veces antes de dar media vuelta para salir de la
cocina.

Marc:Ana, espera.
Marc la había cogido de la mano y tiró suavemente de ella para que se
diera la vuelta. Terminaron pecho con pecho y el aliento se le escapó de
forma entrecortada. Contuvo la respiración al sentirse presa de sus ojos verdes y de su profunda mirada. Su corazón volvió a desbocarse cuando notó el dorso de su mano acariciarle la mejilla con una suavidad inusitada.
Entreabrió los labios y notó sus pulmones expandirse para coger aire y luego soltarlo de golpe.Ana vio como los labios de Marc se abrían y juraría que vio inclinarse su cabeza hacia ella, yendo con decisión hacia su boca.
Pero se apartó y Ana se quedó lívida, confundida y temblorosa. Notaba el
calor subirle por el cuello y las mejillas, y una sensación de desmayo provocó
que se sujetara al borde de la encimera para no caerse. Las piernas, el cuerpo
e incluso los brazos le temblaban. La adrenalina corría por sus venas y su
corazón no tenía intenciones de recuperar su ritmo normal; estaba
desenfrenado. Marc le había dado la espalda y Ana solo pudo mirar su
ancha espalda, como si esta pudiera explicarle qué acababa de pasar.
Iban a besarse, estaba segura de ello y, si no era así, había malinterpretado
otra vez las señales que Marc le mandaba.
Lo peor no era que se hubieran besado. No. Lo peor había sido que, en el
instante en que notó la íntima mirada de Marc clavada en ella, Ana no había deseado nada más que volver a sentir esos labios sobre los suyos.

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⏰ Last updated: May 22, 2020 ⏰

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Deseo (Marc Bartra)Where stories live. Discover now