Capítulo 20

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La decisión de Ana de volver a Roma nada más acabar con la reunión
con un cliente que le había llevado a Londres, se fue al garete en cuanto
regresó a casa de Laura y Aleix. Era ya por la tarde, y las horas que habían pasado desde que se encontró con Marc en la cafetería, habían ayudado para que se calmara. No mucho, pero sí lo suficiente para aparentar que no había pasado. Si sus amigos se dieron cuenta de que apretaba la mandíbula de forma tensa o que tamborileaba los dedos sobre cualquier superficie a la que sus manos tuvieran acceso, no dijeron nada. Estaban demasiado ocupados esgrimiendo argumentos en contra de su marcha que le resultaron imposibles de refutar.
Tenían razón al decirle que se habían visto muy poco y que, entre unas
cosas y otras, apenas habían tenido tiempo de disfrutar de su compañía.
Tampoco se equivocaron al recordarle que desde que había abierto la tienda hacía un par de años, no se había tomado ni un solo fin de semana de descanso y que ya era hora de que se cogiera unas vacaciones. Laura incluso le dejó el teléfono en la mano para que llamase a sus empleados, Luca y Gloria, y les dijera que se apañasen esa semana sin ella. Creyendo que se mostrarían reticentes y sorprendidos, se encontró ella misma siendo la sorprendida ante su entusiasmo. Con el desparpajo que caracterizaba a Luca, le aseguró que no se preocupara, que todo iría bien. Unos días no eran nada y no estaban en una época de mucho trabajo por lo que podría tomarse un descanso y recargar pilas, que lo necesitaba. Ni siquiera le dio tiempo a decirle nada y, por la sonrisa autosuficiente de Laura mientras la veía hablar con el chico, ya debía que se pondrían de su parte.
Traidores. Todos.
Quizá pudiera parecer que no confiaba ni en Luca ni Gloria, por supuesto que lo hacía; no estarían trabajando para ella de no ser así, pero el negocio era el culmen de su sueño. Le costaba desprenderse de él, aunque solo fuera un par de días. Se sentía como una madre cuando dejaba ir, por primera vez, a su
hijo pequeño a una fiesta a la que ella no estaba invitada.
Acostumbrada como estaba a bajar a la tienda y al taller todos los días y a
tener una rutina muy marcada, pasó toda la semana sintiéndose perdida.
Notaba que le faltaba algo y optó por abrir el cuaderno de dibujo. Hacía
tiempo que no hacía eso, el sentarse y dejar que saliera lo que fuera. En los
últimos años había dibujado teniendo ya una idea preconcebida de lo que
quería plasmar, mayormente encargos. Colgantes, broches, anillos,
filigranas... cualquier cosa que formase, al final, una preciosa joya que alguien iba a disfrutar.
No estaba lo bastante concentrada.
Encontrarse con Didac en la cafetería fue algo que no esperaba, como
tampoco la reacción tan fuera de lugar de Marc. Se había comportado de forma irracional. Visto lo visto, era imposible que llegaran a llevarse bien alguna vez y lo lamentaba de veras, ya no por ella, sino por los amigos que tenían en común. Hasta ahora habían conseguido no coincidir pero no siempre sería así. Era inevitable que se vieran en fechas señaladas, sobre todo cuando naciera el bebé de Laura y Aleix.
Bajó la mirada hacia su cuaderno y arrancó la página en cuanto se dio
cuenta de lo que había estado dibujando. Los retratos no eran su fuerte; de hecho, sus nociones de dibujo se limitaban a las perspectivas y formas básicas, pero de vez en cuando había intentado dibujar a alguien de su entorno. Ahora, los rasgos adustos de Marc le saludaban desde el papel antes de que arrugase la hoja y la tirase a la chimenea. La observó quemarse y convertirse en polvo. Suspiró. Las vacaciones no eran tales si no era capaz de
despejar su mente y relajarse, dejando los problemas atrás. Dudaba que una
isla desierta lo consiguiese tampoco.
En un rato se irían a la casa de Damon en el campo y esperaba distraerse
lo suficiente para creer que había valido la pena quedarse unos días más de lo previsto. Laura tenía el día libre y Aleix se había pedido la tarde para poder irse y aprovechar mejor el fin de semana.
Del piso de arriba le llegaron unas voces más altas de lo normal y frunció el ceño. Aleix y Laura parecían estar discutiendo y dudó sobre qué hacer. No quería meterse donde no la llamaban pero tampoco soportaba que discutiesen.
Los escuchó bajar las escaleras y no parecieron darse cuenta de que les estaba viendo y escuchando desde el sofá.

Laura :¿Y por qué no debería de habérselo dicho? -gritó Laura haciendo aspavientos con las manos ¡Viene todos los años!

Aleix:¡Este año no, maldita sea! -respondió a su vez Aleix en el mismo tono que ella.

Laura :¿Me quieres explicar el motivo? -Pequeña como era, se cruzó de brazos y le miró, desafiante.

Aleix:Ana está aquí.
La implicada decidió escoger ese momento para hacerse notar. Estaban
hablando de ella y parecía ser motivo de discusión entre ellos.

Ana:Sí, Ana está aquí y os está escuchando.
Al verse descubiertos, los dos callaron de golpe. Fingieron cierto
arrepentimiento ante ella pero la actitud el uno para con el otro era distante.
Ana se levantó para ir a su encuentro y se cruzó de brazos, mirándoles
alternativamente, esperando explicaciones.
¿Y bien? ¿Qué me he perdido?

Laura :No es nada.
Fue Laura quien respondió y se marchó a la cocina antes de decir nada más.
Tanto Aleix como ella la siguieron y, mientras que Ana se adentraba en la
cocina, su amigo se quedó plantado en la puerta, cruzado de brazos.
Observaba a su mujer hacer puntillas para coger una taza del armario de
arriba, pero su corta estatura le impedía llegar con facilidad. Ana miró a Aleix , esperando que le echase una mano, pero no se movió del sitio pese a que se le notaba que quería alcanzársela. El orgullo se lo impedía. Una vez conseguida sin ayuda de nadie, Laura cogió una bolsita de té y leche caliente y la llenó. Después, le dio un par de sorbos y la rodeó con sus manos. El ambiente era demasiado tenso.

Ana:Os llegan los morros al suelo. ¿Qué demonios pasa?
Aleix soltó un bufido molesto y Laura le fulminó con la mirada.

Aleix:Se trata de Marc

Ana:Oh-fue lo único que atinó a decir.Ana después de la aclaración de
Aleix, que dejaba más dudas aún de las que había resuelto.

Aleix:Va a venir a la yincana de este fin de semana porque alguien aquí presente tuvo la genial idea de invitarle.

Laura :Y qué querías que hiciera? -exclamó alterada, dejando la taza encima de la encimera-. Marc viene todos los años, por el amor de Dios. ¡No iba a decirle que este año no!

Deseo (Marc Bartra)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu