Capítulo 24

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Ese grupo podían estar unidos
como hermanos y al segundo, sacar el lado más competitivo y no tener
reparos en machacarse unos a otros para ganar. A Marc le costó
acostumbrarse al carácter efusivo de Laura , porque él no era para nada así, pero tenía que reconocer que se había visto apurado alguna que otra vez con sus amigos. No tuvieron piedad de él por ser novato y se ensañaron todo lo que
pudieron y más.
Desde entonces, Sergi siempre le quería en su equipo.
La cena consistió en una gran cantidad de aperitivos y picoteo. Había patatas asadas con pimientos, ensalada de frutos secos y salsa de yogur, brochetas de pescado y verduras, entre otras cosas igual de deliciosas.

Laura:A quién le tocaba este año preparar la yincana? —preguntó Laura en mitad de la cena y Sergi no tardó en alzar la mano, cobrando protagonismo. La rubia masculló por lo bajo—. ¿En serio? Con lo retorcido que puedes llegar a ser, miedo me da lo que puedes haber planeado.

Sergi:Mejor no te lo cuento o no podrás dormir esta noche, rubia.

Laura:En serio, Carol, ¿cómo le soportas? —Carol a su lado se echó a reír e intercambió una pícara mirada con su pareja.

Ana:¿Puedo preguntar qué hacéis exactamente?
Casi se había olvidado de Ana. Y decía casi porque, entre el hecho de
pensar en ella más de lo que quería admitir, estaba el hecho de que notaba su vello erizarse cada vez que desviaba la mirada hacia ella y se encontraba con esos enormes ojos azules clavados en él. No era una mirada directa, retadora,sino curiosa y reticente, igual que debía de parecer la suya. Se había mantenido callada hasta el momento, quedándose más en un segundo plano.
Les observaba a todos intentando averiguar qué podía esperar de cada uno de ellos. No daba la impresión de estar incómoda pero tampoco parecía integrada del todo. Seguro que se sentía fuera de lugar, como le pasó a él la primera vez que asistió.
El ramalazo de simpatía que sintió por ella le sorprendió porque creía
haber dejado atrás toda clase de sentimiento que pudiera despertarle.
¿»Por qué pareces tan afectado por haberla visto «?Sacudió la cabeza para alejar, una vez más ,las palabras de  Cristian. No hacían más que rondarle la cabeza y era algo de lo más molesto.
Fue Ivan quién le explicó de qué trataban esas yincanas. Iván era de
las personas que, cuando hablaba, conseguía que todo el mundo callase y le prestase toda la atención. Le contó a Ana que, cada año, se elegían tres
pruebas o deportes y se formaban dos equipos para enfrentarse en ellos. Podían jugar al baloncesto, al futbol o incluso a la petanca. Iván lo contaba como si fuese lo más sencillo del mundo pero ese concepto no abarcaba ni la mitad de
lo que pasaba en el campo de juego.
Pero nunca se lo había pasado tan bien.
A su ya de por sí espíritu competitivo se le pegó el que desprendían todos da igual.

Carol:Sé que nos enfrentábamos las chicas contra los chicos y Aleix tenía que bloquear un ataque de Laura cuando esta se disponía a lanzar el balón y…

Aleix:¿Otra vez con lo mismo? —Le cortó Aleix a Carol, mortificado. A su
lado, Laurasonreía y le palmeaba la espalda

Ana:Qué pasó? —preguntó Ana llena de curiosidad.

Marc:Pues que nuestro amigo aquí presente no tuvo otra idea más que cogerla en brazos y alzarla para que encestara —respondió Marc con jocosidad.
La mesa se quedó en silencio, cada uno recordando el momento y no se
supo quién fue el primero en soltar una carcajada, pero al momento estaban todos revolcándose de la risa. Todos menos Aleix quien ponía los ojos en blanco, hastiado. Su amigo no se empapaba de toda la agresiva
competitividad que flotaba a su alrededor y siempre acababa ayudando a Laura razón por la cual nadie le quería en su equipo si su mujer estaba en el contrario.

Aleix:No tiene gracia —masculló Aleix, intentando hacerse el indignado pero una sonrisa divertida curvaba sus labios.

Ana:De hecho, sí que la tiene. —Saltó Ana. A duras penas podía contener la risa—. Es algo muy propio de ti y seguro que tu mujer no tendrá tanta piedad de ti, ¿verdad?

Laura:¡Por supuesto que no! —exclamó Laura como si la sola idea le pareciese indignante. Le pasó un brazo a su marido por la cintura y le dio un beso en el brazo, justo en el tatuaje—. Sabes que lo hago con cariño.

Aleix:Con cariño, sí, pero aún me acuerdo del moratón que me dejaste en el brazo la última vez que se me ocurrió intentar bloquearte en el béisbol.

Laura:No es culpa mía que estuvieras en medio. Y si mal no recuerdo, te grité que te apartaras.

Aleix:Ya, pero se supone que mi deber era quedarme e impedir que pasases.

Laura :Pues no te quejes entonces, cielo. Tú hacías tu trabajo, y yo el mío.

Sergi:Eres demasiado blando, tío —dijo Sergi chasqueando la lengua, con fingido disgusto.

Aleix:¿Y eso lo dice quién fingió una lesión en medio de un partido de fútbol solo para que su novia pudiera marcar el gol de la victoria? —Replicó Aleix
y, por su sonrisa de satisfacción, estaba saboreando el dulce sabor de la venganza—. Perdimos por tu culpa.
Sergi remugó por lo bajo y siguió cenando, pinchando las patatas de su
plato como si estuviese ensartando un pollo.Marc le palmeó la espalda, dándole ánimos.

Ana:Menudos blandos estáis hechos. —Soltó Ana con más de confianza—. No es de extrañar que las chicas os den esas palizas.

Marc:¿Y a ti quien te dice que ganan siempre ellas? —replicó Marc sin rastro de animosidad. El ambiente le había relajado y se había empapado del buen rollo que reinaba en el comedor.
Sergi:Uy, uy, uy! Eso se pone interesante. —El comentario jocoso  pero Marc tenía toda su atención puesta en Ana Y pasaba lo
mismo al revés. Los demás habían desaparecido y era como volver a los
tiempos en los que sus discusiones conseguían encerrarles en su propia
burbuja.

Ana:¿No es evidente? —remarcó Ana señalando a las chicas, quienes
sacaron pecho presumiendo de hazañas conseguidas.

Marc:Las mujeres sois demasiado competitivas —replicó Marc echándose hacia adelante en la mesa para poder tener una mejor visión de ella. Se había recogido el pelo en un moño tan flojo que se le habían escapado varios de mechones.

Ana:No, lo que somos es listas. —Sonrió con graciosa presunción—. Sabéis que vuestras posibilidades de dormir en el sofá o la alfombra aumentan si perdemos y eso os aterra. Qué quieres que te diga, no puedo culparlas por
aprovecharse de esa debilidad.

Marc:¿Tu harías lo mismo? —Alzó una ceja, retándola con una sonrisa.

Ana:No, yo lo mandaría a la caseta del perro si tuviera —Satisfecha, cogió su vaso y escondió su sonrisa en él.

Deseo (Marc Bartra)Where stories live. Discover now