capitulo 28

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El haber perdido la primera ronda de la yincana no aguó el ánimo de los
chicos. Todo lo contrario. Reían y bromeaban con sus parejas, picándose sin malicia. Marc se mantuvo un poco alejado de ellos pero tenía la misma
sonrisa de satisfacción. Era la primera vez en mucho tiempo que no le
importaba haber perdido. Estaba entre amigos y lo importante era pasárselo
bien sin importar quién ganaba y quién perdía; al final del día, con lo que se
quedaban todos era con el buen rato que habían pasado.
Lo único que lo dejaba un tanto desconcertado era su reacción ante el
intento de Ana por desestabilizarlo y hacerle perder la concentración. Ese
amago de seducción había hecho reaccionar a su cuerpo de una forma que no creyó posible después de tanto tiempo. Incluso cuando se llevaban a matar le había sido imposible no darse cuenta de que Ana era atractiva y que tenía más sex appeal en una mirada o una sonrisa que muchas mujeres el doble de guapas que ella. Había sentido un cosquilleo en la parte baja del estómago y esa reacción le llevó a fallar el primer lanzamiento. Y, para su mortificación,le resultó imposible no acercarse a ella tras acabar el partido; su sonrisa tan abierta, tan sincera y tan llena de vida había sido como un imán para él.
Menos mal que se había apartado a tiempo o hubiera hecho algo más que
darle la pelota como recuerdo.
Ahora, yendo hacia una mesa con refrigerios, la notaba caminando tras él.
Hablaba con Carol  pero Marc  solo prestó atención a la cadencia de su voz.
Ya había notado antes el acento italiano que se le había pegado y volvió a
notarlo mientras la escuchaba contarle cosas a Carol.
Se tomaron unos minutos de descanso y Sergi no tardó en sacar la bolsa de
tela que había enseñado antes.

Sergi:Ahora, formaremos equipos de tres. Laura  no participa, obviamente, y como sobra una persona, Aleix hará de árbitro. —El susodicho se había
sentado en una silla, con los codos apoyados en las rodillas. Bebía un vaso de agua y el sudor le caía por la frente, como a todos—. Aquí dentro hay unas piedras de colores, unas rojas y otras azules. Cada uno de vosotros pasará y cogerá una. Dependiendo del color, será su equipo.
Marta fue la primera en meter la mano y sacó una piedra roja. Carol tras ella, sacó una azul y las dos se miraron con diversión. El equipo rojo se completó con Sergi y Ana y tanto a Ivan como a Marc les tocó el azul.
Una gran sonrisa curvó los labios de Marc  al ver que se enfrentaría a
Ana. Eso le añadía más emoción a un juego que ya lo prometía a raudales
antes de formarse los equipos. Los que más se picaban eran Carol y Sergi y es
que ellos llevaban la competitividad en la sangre; Ivan y Marta eran más
tranquilos en ese aspecto y caminaban uno al lado del otro sin picarse.
Cuando Ana pasó por su lado para ir a la parte del vasto terreno verde en el
que habían montado el mini campo de fútbol, alzó una ceja y sonrió con
mucha seguridad. Le estaba picando, retando y Marc notó la expectación y la emoción burbujearle por dentro.
Ya desde el primer saque a cargo de Sergi se supo que el partido iba a
salirse de madre. El fútbol era un deporte de contacto, pero en los
placajes había demasiado contacto. Sergi  se había llevado por delante a Carol echándosela al hombro como si fuera un saco de patatas,Carol se quejó pero tenía poco efecto cuando no hacía más que reírse.
También Sergi se reía, satisfecho, y se paseaba por el campo como si fuera el
dueño mientras a su pareja se le entrecortaba la respiración y le ordenaba, a gritos poco convincentes, que le soltara. El resto, en vez de seguir jugando,les miraban y se reían a su vez.
Por otra parte, Ivan escondió a Marta  en un estrecho abrazo para que
no recibiera la pelota que Ana tenía la intención de pasarle. Aleix se las veía
negras para poner algo de orden, sobre todo porque tenía que lidiar con el
montón de reglas que los jugadores se saltaban y luego, escuchar los gritos de su mujer en el borde del campo. Si lo que pretendían con que no jugara era
que se tranquilizara, no lo habían conseguido. Gritaba y vociferaba como si fuera ella el árbitro y no su marido. Entraba en el campo y volvía a salir
cuando Aleix  le ordenaba que saliera.

Aleix:¡Joder, Laura  siéntate de una maldita vez y cállate! —le gritó Aleix
perdiendo los papeles. Señalaba los taburetes de plástico que hacían de
banquillo y Laura se sentaba enfadada—. Me vais a volver locos entre todos.
¡Eh, vosotros! ¿Dónde está el balón?
Aleix tenía razón. Marc miró tanto a los miembros de su equipo como a
los del contrario y ninguno de ellos tenía el balón. Habían estado más
pendientes de placar a los demás y no dejar que avanzasen, que hacer lo que
de verdad tenían que hacer: marcar para ganar. Ana y él vieron la pelota al mismo tiempo y se miraron un momento, expectantes, antes de que los dos echaran a correr hacia ella. Marc le puso todo el empeño y forzó a su cuerpo a correr más deprisa de lo que lo haría normalmente. Tenía que llegar antes que ella, pero Ana estaba más cerca y al final fue ella la que se hizo con la pelota. La apretó contra su pecho protegiéndola de Marc que se acercaba con toda la intención de quitársela.

Ana :No des ni un paso más, Bartra —Le advirtió Ana y Marc respondió
acercándose cada vez más. Apenas podía controlar la risa y él tampoco podía hacer nada por amagar la sonrisa que afloraba sus labios—. Hablo en serio.

Marc :Quiero la pelota —Recortó la distancia. Se mantuvo tranquilo y seguro,todo lo contrario a Ana, que miraba a ambos lados buscando una salida y lo único que encontraba era oposición. Y me la vas a dar.

Ana:De eso nada —se rio, retrocediendo, manteniendo la pelota pegada a su pecho y sin poder hacer nada por dejar de reírse. Los ojos le brillaban, tenía las mejillas sonrojadas y varios mechones se le pegaban a la cara por el sudor. Estaba preciosa. Notó un pinchazo en el pecho, justo a la altura del corazón. Esa era la Ana que a él siempre le había gustado y por la que habría sido capaz de cualquier cosa, incluso traicionar una promesa que había hecho tanto tiempo atrás. Era demasiado irresistible cuando se reía sin inhibición,cuando todo el sol parecía concentrarse en esa ancha sonrisa capaz de iluminar un día gris y lluvioso y cuando parecía tan feliz que contagiaba a todo el mundo.
Mierda.
Recuperando la movilidad después de quedarse un rato tieso, Marc estiró
las manos para quitarle la pelota pero Ana, ajena a todo lo que pasaba por su
cabeza, se revolvió. Le dio la espalda, manteniendo la pelota alejada de él.
Su coleta se balanceó y le golpeó en la cara, haciendo que parpadeara. Le
llegó el perfume de su pelo y se le antojó dulce y picante, con una pizca
burbujeante que resultaba refrescante en comparación con el calor que estaba haciendo. Se pegó a su espalda, manteniendo los brazos en alto para no tocarla. Ana se movía de un lado a otro y el roce de ese trasero respingón
contra su cuerpo estaba causando estragos en él. De piedra sería si no se
sintiera excitado por esa cercanía, por ese perfume envolvente y por el ardor
y la agitación de la competición

Laura :¡Ana, corre! —gritaba Laura desde un lado del campo, pero Ana no se movió del sitio y no hacía más que mirar sobre su hombro, como si quisiese asegurarse de que Marc  seguía ahí.

Marc :Sabes que si corres no tardaré nada en cogerte. —Marc  se inclinó lo
suficiente para susurrarle al oído.

Deseo (Marc Bartra)Where stories live. Discover now