Capítulo 22

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Una vez los cuatro dentro del coche, empezó la pesadilla de viaje.
Ana intentó fijar la vista al frente, con la mirada un tanto elevada para
que no sintiera tanto la sensación visual de velocidad. Sus mareos venían cuando veía pasar, frente a ella y a su alrededor, las borrosas figuras de edificios, coches y personas, y el sonido junto con lo que sus ojos captaban, carecían de coordinación. La presencia de Marc a su lado no ayudaba a calmar la sensación de vértigo que sentía, no cuando le llegaba el olor a coche nuevo y este llevaba impreso el aroma de Marc, que no había cambiado nada con los años. Lo preocupante era que ella aún lo recordase.
Por suerte, Marc no era un loco al volante y estaba manteniendo una
velocidad regular, sin grandes acelerones ni tampoco bruscas frenada. Ese detalle no dejaba de ser irónico. Su estómago agradecía esa forma de conducir tan moderada pero, si no se había equivocado juzgándole, estaba segura de que era la única forma que usaba. Tenía un coche hecho para correr y, en cambio, se mantenía contenido. Era como el mismo Marc, que no tomaba riesgos. La vida estaba para arriesgarse, para descubrir todo lo que le ofrecía, no para quedarse quieto en la seguridad de sus cuatro puertas, con el freno de mano puesto y viendo como la gente pasaba a su alrededor, emprendiendo su propio camino. Le haría sentir mejor que no se hubiese arriesgado con nadie más como tampoco lo había hecho con ella en el pasado pero le parecía muy triste vivir así.
El coche frenó ante un semáforo en rojo y el pequeño parón la devolvió a
la realidad. Tomó conciencia, otra vez, de lo que la rodeaba: los murmullos
de Laura y Aleix tras ella, el ruido de la calle y el tránsito de la ciudad, la colonia de Marc  inundando sus sentidos y la música de la radio. Conocía esa canción. El grupo que la cantaba, Hoobastank, no era muy popular, de hecho,solo tenían una canción conocida con la que habían ganado varios premios años atrás, pero Ana le gustaban. La canción que sonaba, en concreto, era una de sus favoritas y algo en ella le llevaba a acordarse siempre de Marc
No supo por qué.
»I would do anything for you. I always will put you before me, you before
me«, decía la canción.
De forma inconsciente, como cada vez que la escuchaba, alargó la mano
para subir el volumen y sus dedos se posaron sobre otra mano. El contacto
fue efímero pues apartó la mano enseguida, pero no con la suficiente rapidez.
Notó la electricidad que manó de ese contacto y algunos recuerdos de manos entrelazadas y caricias, acudieron a su mente. Era la primera vez que se tocaban después de tantos años y la sensación fue, como poco,
desconcertante. Marc tenía una expresión que no supo entender.

Ana:Me gusta esta canción —fue lo único que atinó a decir Ana. Se vio en
la necesidad de decir algo.

Marc:Yo la odio —respondió él con sequedad. Cambió de emisora sin pedir permiso. Estaban en su coche, al fin y al cabo. Tenía derecho a poner la
música que le diera la gana, pero esa reacción tan brusca solo consiguió que Ana se cabrease. Los nervios y la tensión hablaron por ella.

Ana:¿Porque la  odias? —No esperó una respuesta, no había nada que
pudiera decir él y que a ella le interesase—. ¿Te recuerda cosas que tú nunca harás? ¿Esa canción te hace ver que tú nunca serás lo bastante desinteresado como para anteponer los intereses de otra persona por delante de los tuyos?
La risotada de Marc le arrancó un escalofrío. Tras ellos, notaba la mirada  de Laura  y Aleix clavada en su disputa y seguro que, cuando el viaje acabase, no quedaría nada por explicarle a Laura

Marc:¿Y eso lo dice la persona que eligió dejarlo todo por irse al extranjero?
No eres la más adecuada para hablar de ello, Ana, y menos con reproche.
Esa discusión le estaba recordando demasiado a la que habían tenido días
atrás, en la cafetería, y Ana la había revivido tantas veces en su mente, que no sabía qué le había dicho de verdad y qué habría querido decirle. También la aportación de Marc, siempre desafortunada, estaba borrosa en su memoria.

Ana:No fui yo quien lo dio por perdido sin intentarlo siquiera —contraatacó incorporándose en el asiento, girándose un poco para mirarle bien esa cara dura que tenía—. A veces me pregunto si no querías que tomara yo esa
decisión para no quedar tú como el malo de la película.
El semáforo se había puesto en verde y los coches de atrás prometían
dejarles sordos haciendo sonar sus claxon, metiéndoles prisa para que
avanzaran antes de que se pusieran en rojo. Llovió algún que otro insulto que les llegó distorsionado pero tanto Marc como ella tenían bastante con
taladrarse con la mirada. Fue él quien primero reaccionó y lo hizo soltando
un gruñido, desviando la vista hacia la carretera.
Con la esperanza de que, si no pensaba demasiado en él acabaría por
desaparecer, Ana pasó el resto del viaje sin volver a dirigirle ni una sola
mirada. Marc debió de tener la misma idea que ella.

Deseo (Marc Bartra)Where stories live. Discover now