Ex.3 ➻ Recuerdos de vuelta II

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|Recuerdos de vuelta|

(2/2)

Nadaba en un estanque de oscuridad.

   Fuera, en algún lugar de la periferia, era consciente del dolor. Me corroía los nervios, me troceaba la cabeza y el cerebro. Pero un embotamiento, la confusión de la anestesia o de las drogas, me adormecía, convertía el dolor en algo que no me preocupaba.

   La situación estaba desarrollándose de manera diferente a lo que me había figurado.

   Flotaba en un vacío imposible, sin gravedad, sin sentido de la dirección ni del espacio. De repente, pareció solidificarse un suelo invisible bajo mis pies. Recobré la compostura y miré a mi alrededor con la esperanza de encontrar una luz que desterrase aquella oscuridad depresiva.

   Oí un chirrido cerca y me volví hacia el sonido; vi una puerta abierta, una luz tenue que salía pidiéndome a gritos que me acercara. Sabía que debía estar imaginándomelo todo, que en realidad no estaba ahí, viendo lo que estaba viendo.

   Alcancé la puerta en cuatro pasos, vacilé delante de ella, luego la abrí de par en par y me sumergí en un mar de negrura. Cuando se me acostumbró la vista, me di cuenta de que me encontraba en un largo pasillo que se perdía en la distancia. Las paredes, el suelo y el techo ya no era negros, sino blancos.

   En la pared de la derecha había una especie de pantallas, separadas un metro aproximadamente unas de otras, y parecían continuar por todo el largo pasillo. La pantalla más próxima de improviso parpadeó por unas interferencias; luego se formó una imagen nítida en movimiento en el interior de esta. Me acerqué más para verla mejor.

   —Sujétalo así —dijo un hombre adulto con ternura en la voz.

   Mi padre... Era mi padre.

   —Pesa mucho —dijo la niña pequeña mientras hacía un esfuerzo por sujetar el arma. Era un arco.

   Esa debo de ser yo...

   —Es un poco grande para tí, pero acabarás cogiéndole el tranquillo —dijo con una sonrisa—. Ahora concéntrate y respira.

   La niña asintió y se colocó en la posición correcta. Frunció el ceño y mordió su labio concentrándose.

   —Y ahora... Dispara —susurró el padre.

   Así lo hizo mientras retrocedía un paso por el retorno de la cuerda del arco. Me fijé en la diana, no había dado en el centro, pero la flecha paró a unos escasos centímetros.

𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐳𝐞 𝐑𝐮𝐧𝐧𝐞𝐫: 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐂𝐥𝐚𝐫𝐨 ➢ NewtOn viuen les histories. Descobreix ara