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|Thomas y sus visiones|
Me desperté después de 2 horas. Hacía días que no tenía un sueño tan profundo. Me moví en la cama sin querer salir de ella, era demasiado cómoda. Pero tenía cosas que hacer, así que me levanté, me puse los zapatos y me acerqué a la puerta. Oí unas voces al otro lado, pude distinguir la de Alby y la de Newt. Estaban teniendo una conversación privada y decidí escucharles.
—Alby, de verdad que está destrozada... No sabes lo mal que se siente por lo que ha pasado —dijo Newt.
—Sí, pero ahora Minho está en la enfermería y no podrá salir al laberinto. Y es nuestro mejor corredor —dijo Alby. Supe que tenía que aprovechar el momento para hablar con él y salí de la cabaña.
—Mack... Ya estás despierta —dijo Newt sobresaltado y a la vez avergonzado por si les había escuchado.
—Sí, ¿puedes dejarme un momento a solas con Alby? Necesito hablar con él, por favor —dije seria. El rubio apretó los labios y se alejó del lugar.
Alby suspiró y se cruzó de brazos mirándome serio.
—Alby... Lo siento, de verdad que lo siento. He sido una irresponsable, confiaste en mí, te prometí que nadie saldría mal por esto y que funcionaría. La he cagado... Me siento fatal y... tenías razón. Era una locura. Debe de haber otra salida, te prometo que no volveré a intentarlo si es lo que quieres y... me gustaría que me perdonaras, ha sido un error. Te pido perdón —dije muy sinceramente. Pero sabía que pedir perdón no bastaría.
—Ya... Sé que no salió lo que planeaste. Y puedes estar tranquila, Minho está bien, no podrá correr en unos días pero está bien. Y suerte que tú lo estás —dijo poniéndome la mano en el hombro—. Yo esto lo hago por vosotros, es mi obligación protegeros. Sé lo que viste, sé lo de Thomas... Pero no podemos precipitarnos, debemos seguir, y ya se nos ocurrirá algo. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo —dije asintiendo.
—Bien, ahora ve a ver a Minho, supongo que lo estás deseando —dijo dando un paso hacia atrás. Sonreí y me alejé de allí rumbo a la enfermería. Cuando llegué abrí la puerta con cuidado, vi a Scott dormido, como siempre, y unas camas más allá estaba Minho sentado en una. Me acerqué a él y me puse a su lado.
—Hola —dije mirando su brazo vendado.
—Hola —dijo él moviendo los dedos de este.
—¿Cómo vas? —Sonó estúpida la pregunta.
—Bien, la herida es profunda pero se está curando —dijo resoplando.
—¿Te duele mucho? —dije recordando el grito que pegó cuando fue atacado.
—Lo bastante como para saber que está ahí —dijo encogiéndose de hombros.
