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Despido a JungKook en la puerta, con Ansel a mi lado, promete mandarme un mensaje más tarde para hablar un rato y yo asiento ante su propuesta, después, cierro la puerta y miro al pequeño a mi lado.

Sin duda alguna esto es muy confuso, pero estoy consiente de algo, que solo es por los favores cometidos, su cambio hacia mi, es por haber salvado a su omega y mi repentina confusión de cogerle algún cariño como amigo, es por haberme ayudado con mi sobrino, por haberme ayudado con alguien importante para mí familia, para mí.

Me fijo en los bellos ojos oscuros de Ansel y en sus rasgos, parece sacado de un cuento de hadas en el que él es el príncipe que salva a todos los necesitados de ayuda.

Se me hace extremamente extraño saber que el pequeño ha tenido su primera transformación esta noche, pero prefiero no darle más vueltas al tema, nadie puede decidir cuándo tener su primera transformación, pero me alegra haber podido estar ahí, a pesar de haber sido inútil durante la mayoría del proceso y que sus padres se lo hayan perdido.

—Noona... — me llama y salgo de mi pequeño trance dándole una gran sonrisa en respuesta.

Aún me causa ternura que a pesar de saber que soy su tía, me siga llamando como si fuera su hermana.

—¿Te duele algo? —el castaño niega con la cabeza y me devuelve la sonrisa y confirmo para mí misma, que es adorable como lobo y como humano.

—No, ya no me duele nada de nada, aunque es raro caminar a dos pies. —me dice algo cohibido a lo que yo me río levemente. —Pero me gusta poder coger cosas con las manos. — abre y cierra sus manitas repetidas veces mientras las ve.

Sus deditos son regordetes y muy pequeños.

Todo del pequeño es apapuchable,  incluyendo sus lindas mejillas que mantienen un rosado natural en ellas.

—Eso es bastante mejor que cogerlas con los dientes. — corroboro entrando en la cocina. —¿Qué quieres desayunar?

—¿Puedes hacer panqueques? — me lo pienso durante un momento y me decido a mirar la receta en mi móvil, tengo todos los ingredientes y parece ser algo sencillo de hacer.

Cojo una libreta que tengo sobre la encimera, en la que he ido apuntando todas las recetas que he aprendido hasta ahora, copio todos los ingredientes que necesito, sus cantidades correspondientes y el modo de preparación.

Comienzo mezclando los líquidos, dos huevos, mantequilla derretida, leche y unas gotas de una pequeña botella en la que pone "Extracto de Vainilla", después añado la levadura, el azúcar y la harina.

Pongo una sartén con un poco de aceite a calentar en la vitrocerámica y remuevo la masa con un globo batidor, remuevo hasta que está todo unido y parece una especie de salsa amarillenta por culpa de las yemas de los dos huevos y de la mantequilla.

Una a una voy haciendo varias tortitas y cuando llevo seis hechas creo que es suficiente, pero aún queda mucha mezcla así que la meto en un tapper y la llevo directamente a la nevera, de fondo escucho al pequeño abriendo algunos cajones.

Me giro a mirarle, está poniendo sus cubiertos sobre la mesa y lleva su plato, eso a pesar de no llegar del todo por su estatura, después coge un vaso y se acerca hasta mí.

Me hago una nota mental de comprar un banquito para que el pueda subirse con seguridad y pueda alcanzar los lugares más alto, verlo ahora subido a un silla es divertido y demasiado adorable.

—¿Tienes zumo de naranja? — me sonríe y asiento enternecida por lo buen chico que es, abro nuevamente la nevera y lleno el vaso que tiene en la mano, después, vuelvo a guardar el zumo en la nevera.

DESTINADOS.  •j.jk• Where stories live. Discover now