—Es volcánica majestad— resoplo —No había mucho.

—¿Dónde está Eustace?— Lu se escucha preocupada, miro a todos lados y efectivamente el primo irritante no está ¿Debe ser bueno, no?

Bien, dejaré de ser tan maldita.

—Me parece que no está ayudando a subir esto al bote— dice enojado Reep.

—¡Eustace! ¡Eustace!— no responde, la menor mira a su hermano en busca de ayuda —Edmund tengo un mal presentimiento.

—Voy a buscarlo.

—Te acompaño— le dice mi hermano. Caspian me da la espada y una mirada semi arrepentida y después se van. Yo también tenía ese presentimiento desde que llegamos y todavía no se va. Siento como si, lo malo apenas fuera a llegar y todo el show de los reyes fue sólo el espectáculo de entrada.

(...)

Ya teníamos esperando un largo tiempo  a que Caspian y Edmund regresaran y estaba comenzando a inquietarme. Me decía a mí misma que estaban bien al igual que Eustace y que ya estaban por regresar, pero mi traicionera negatividad siempre podía más que mi lado positivo.

Recargada en la orilla del Viajero del Alba, miraba hacia la dirección por dónde venimos y por la cual mis chicos regresarían. Pero nada, pasaban los minutos y ellos seguían sin dar señales de vida.

Di un brinquito al escuchar un fuerte rugido proveniente de la isla y después un montón de humo, como si hubieran comenzado un incendio. Miré como la tripulación entera se alteraba, traté de no intimidarme más.

—¿Qué fue ese ruido?— le preguntó Lucy al serio Drinian.

Otro estruendo, pero ésta vez una bola enorme de fuego se coló en nuestro panorama. Oh no. No, no, no. Definitivamente alguno de los tres debe de estar en un aprieto.

—¿Es el volcán, señor?— pregunta asustada Gale. El capitán y yo nos vemos, ambos hemos vivido aquí lo suficiente para saber que un volcán no ruge así y tampoco lanza fuego de esa manera. Es algo mucho más grande y aterrador que un maldito volcán.

—Oh no, eso no es un volcán— me dio una última mirada en la cual yo asentí —¡Todos estén alerta!

Miré en busca del causante, otro rugido, pero ahora más cerca.

—¡Arqueros, tomen sus armas!— ordenó el capitán. Ya me estaba colocando los protectores en los brazos y muñecas para evitar rozaduras, apreté el carcaj en mi espalda y miré a la asustada pero valiente tripulación.

Ballestas y arcos, los hombres ya se estaban armando, cuando del gigantesco cielo se acerca volando una enorme criatura de apariencia aterradora, una de esas criaturas que aparecen en los cuentos de niños y provocan en insomnio de algunos.

Un gigante dragón, escupiendo fuego y rugiendo se acercaba más cada segundo en dirección a  nosotros.

—¡Vayan a sus puestos y esperen mi señal marinos!— les ordené a los hombres que gritaban aterrados. Tomé una flecha puntiaguda y la tensé en el arco. El dragón se puso en las velas del barco meciéndonos a todos.

—¡Qué está haciendo!— grita la menor de los Pevensie con miedo.

—¡Fuego!—todos los arqueros disparamos las flechas al mismo tiempo, una tras otra, una tras otra. El dragón se quitó violento.

—¡Romperá el mástil!— dice Drinian.

Fue una épica batalla, nosotros disparábamos tratando de recuperar estabilidad en un enorme barco que se movía de derecha a izquierda con fuerza, y el enorme dragón que se sujetaba de las velas para no caer y morir en el intento.

NARNIA «Edmund Pevensie»Where stories live. Discover now