ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ

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Aisa

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Aisa

Una oleada de escalofríos recorre mi cuerpo. Me remuevo sobre el colchón y abro los ojos con algo de dificultad. De pronto, caigo en cuenta de dónde estoy. Me reclino enseguida y jalo la manta debajo de mí al recordar que estoy desnuda. Miro a mi alrededor y me descubro sola en aquella habitación.

Sonrío; me siento estúpida por pensar que As estaría a mi lado al despertar. Me tomo mi tiempo para suspirar y después me pongo de pie. Mi cuerpo está muy adolorido, como si una docena de caballos me hubiera pasado encima.

El sol ha salido por completo y seguro que los demás se han dado cuenta de que no estoy. ¡Maldito, As! ¿Tanto le costaba despertarme? ¿Ahora cómo explicaré mi ausencia? Con prisa me visto y sin mirarme a mí misma salgo hacia las cabañas, esperando que los míos no estén muy preocupados o enojados. Solo pienso en la excusa que les daré y no me percato de la pinta que me cargo.

Sonrío de forma involuntaria al pensar en la noche que pasé con As. Solo de recordar sus manos sobre mi piel hace que lo anhele una vez más. Cuando salí para encontrarme con el otro asesino, nunca imaginé que las cosas terminarían así; pero no me arrepiento de nada, porque las ansias por volver a ver a As ya están comiéndome viva.

Perdida en una burbuja de ensoñación, camino por el bosque, sonriendo todavía una como tonta, mientras pienso en la salvaje noche que pasé. Pero mi burbuja me explota en la cara y me trae a la realidad cuando un pálido Zac se cruza en mi camino; nuestras miradas se encuentran y lo miro confundida, pues él parece haber visto un fantasma.

—¡Aisa! —Corre hacia mí y me estrecha tan fuerte en sus brazos que me cuesta respirar—. ¿Qué te ha pasado, Aisa? —Su voz es desesperada, pues casi pareciera que está por romper en llanto.

—Tranquilo, Zac. —Intento sacármelo de encima, pero me aprieta con mucha más fuerza.

—¡Dime qué te ha pasado! ¿Quién te ha hecho eso? —Proceso sus palabras, me revuelvo en sus brazos con fuerza, hasta que consigo zafarme, y me miro a mí misma sin dejar de sentirme estúpida.

Mi pijama tiene pequeñas manchas de sangre. La playera, que está en mis manos, también está bañada en la sangre de As. ¿Por qué no la tiré por ahí en vez de traerla conmigo? Pero no solo eso; debí de haberme echado un vistazo en el espejo del baño y haber aprovechado para darme una ducha. Todo mi cuerpo está cubierto por una ligera capa de sangre, resultado de las manías sádicas de As. ¿Ahora qué explicación voy a dar?

—¡Aisa, contéstame! ¿Quién te ha hecho eso? —Miro los cristalizados ojos de Zac y me siento muy, muy culpable. Me quedo callada sin responderle, es decir, ¿qué debo decirle? «¿Anoche te puse el cuerno con un asesino, el cual me drenó la sangre mientras teníamos sexo?». No, definitivamente no.

Zac me abraza una vez más, y me mantiene cerca de su cuerpo mientras comenzamos a caminar hacia las cabañas. Amanda, América y sus padres logran divisarnos y abren los ojos con horror cuando me ven. Todos corren hacia mí. Mis amigas me abrazan y lloran asustadas por lo que pudo haberme pasado. Si estuviera bajo otras circunstancias, las hubiera arrastrado a otro lugar para contarles todo lo que me pasó por la noche, pero eso es algo que se quedará por siempre solo en mis recuerdos y en los de As.

Besos con sabor a muerte© (18+) ¡DISPONIBLE EN FÍSICO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora