ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ

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»El importante empresario Eleazar Kürten, su esposa y tres de sus hijos murieron en este lamentable accidente

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»El importante empresario Eleazar Kürten, su esposa y tres de sus hijos murieron en este lamentable accidente. » Los peritos informan que las llamas se iniciaron en la habitación de la hija más pequeña. Al parecer la niña jugaba con fuego en un descuido de sus padres, pero las cosas se salieron de su control, y para cuando estos se dieron cuenta ya era demasiado tarde; los cuerpos de todos los miembros de la familia quedaron totalmente calcinados...

Mantengo mi mirada atenta sobre el hombre del noticiero; este continúa hablando y exponiendo más información sobre la noticia en cuestión. En la pantalla se muestran imágenes del lugar donde ocurrió el accidente, y entonces decido mirar a otro lado. Tras liberar un suspiro, me dedico a tomar mi desayuno. Esa clase de noticias son tan comunes hoy en día, que es difícil sorprenderse con ello; aun así, no puedo evitar sentirme mal por las víctimas, pues el hecho de que haya sido una familia entera pesa más.

Yo ni siquiera puedo imaginar mi vida sin mi amada familia.

—Pobres —escucho decir a mamá de manera compasiva. Creo que el embarazo la tiene más sentimental de lo normal—. Morir de esa manera es realmente horrible.

—Morir quemado... —Hago una mueca y me estremezco de solo imaginarlo—, debe ser horrible y muy, muy doloroso.

—No creo que haya una manera de morir que no sea horrible —comenta papá, para después apagar la pantalla.

—No lo sé; hay muertes que son instantáneas o menos dolorosas, pero quemarte hasta morir... realmente es una muerte horrible.

—En eso tienes razón, pero no pensemos más en ello. —Mi padre se pone de pie tras terminar su desayuno y le da las gracias a mamá antes de encaminarse hacia la sala—. Aisa, apúrate, en diez minutos salimos.

—Sí.

Me apresuro a terminar el desayuno para después cepillar mis dientes, me despido de mamá, tomo mis cosas y salgo a prisa donde mi padre me espera ya dentro del auto. Durante todo el camino al instituto, e incluso durante las clases, no dejo de pensar en lo que debe sentirse morir quemado, y ni siquiera sé por qué pienso en ello, pero todo lo que habita en mi mente parece ser un fuego abrasador, que me hipnotiza con su anaranjada y danzante llamarada.

Suspiro, cierro mis ojos y acaricio mis brazos sintiendo el suave y caliente tacto de mis manos. Ahora me figuro el ardor del propio fuego; lo imagino con tanta intensidad que casi siento cómo quema mi piel. Mi mente comienza a divagar, metiéndome en escalofriantes y aterradores escenarios donde mis padres, estando envueltos en llamas, arden hasta la muerte. Me veo a mí misma llorando y gritando, siendo incapaz de salvarles mientras son devorados por las llamas. La escena se siente tan real, que el dolor recorre mi piel y profundiza hasta mi alma.

—Señorita Barret. —Abro los ojos de golpe cuando escucho la voz del profesor justo a mi lado. Lo miro, asustada, y me encuentro con su rostro de preocupación—, ¿se siente mal? —pregunta, y entonces me percato de que varias lágrimas recorren mis mejillas; me sumergí tanto en mis pensamientos, que me desconecté de la realidad sin darme cuenta.

—N-no... yo estoy bien —respondo, a la vez que tallo mis mejillas con el dorso de mi mano, limpiando así las lágrimas que se me han escapado.

—¿Está segura?

—Sí, es solo que no dormí bien y tengo los ojos irritados. —Sonrío de manera convincente, el profesor me mira por unos segundos más y finalmente asiente.

—Bueno, me alegra que esté todo bien.

—Sí, gracias. —El profesor vuelve a su lugar y yo miro sobre mi hombro buscando el rostro de mis dos amigas, América y Amanda. Ambas me miran confusas y preocupadas, pero les sonrío para que vean que estoy bien y me vuelvo hacia el frente.

¿Qué demonios fue eso?

Me torturaba con la clara imagen de la muerte de mis padres, incluso la mía. No entiendo el porqué, pero el dolor que sentí ante la idea de verlos morir había sido tal, que las lágrimas salieron sin que me diera cuenta.

Miro mis manos; estas tiemblan de manera leve y el ritmo de mi corazón aún no vuelve a su normalidad. Me sorprendo por la forma en que mi cuerpo reacciona ante mis pensamientos; pensé con tanta intensidad y me concentré de tal manera que casi podía sentirme en medio de aquellas llamas. ¿Por qué?

Pienso en la pregunta... pero la respuesta no la sé.

Una súbita melancolía me abraza; mi corazón se siente sofocado, como si estuviera siendo drenado. Hay un sentimiento de enajenación en mi cabeza que hace que me sienta fuera de la realidad, como si estuviera siendo arrancada de mí misma. De la nada también me envuelve una tristeza enorme, como si algo muy valioso me hubiera sido arrebatado. No es la primera vez que me sucede, aunque no es un sentir muy recurrente; aun así, lo odio. Me hace sentir incompleta, como si algo me faltara, pero no puedo saber qué es. Lo que nunca me había pasado era eso de imaginar la muerte de mis padres. El solo recordarlo me llena de miedo y culpa. No quiero invocar a la muerte con el pensamiento.

«Estás loca, solo presta atención a clase».

Intento hacer caso a ese último pensamiento y olvidar lo ocurrido. Me enfoco en la clase y me obligo a poner atención; sin embargo, hay una vocecilla en mi cabeza que no deja de susurrarme suavemente que, en definitiva, hay algo mal conmigo.

 Me enfoco en la clase y me obligo a poner atención; sin embargo, hay una vocecilla en mi cabeza que no deja de susurrarme suavemente que, en definitiva, hay algo mal conmigo

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Besos con sabor a muerte© (18+) ¡DISPONIBLE EN FÍSICO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora