Epílogo.

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En toda mi vida, había leído y escuchado muchísimas cosas sobre el amor.
Realmente no importaba mucho el formato de donde provenía tanta —como a mi padre le gustaba llamarle— cursilería, así fuera una canción; un libro. Incluso el más vago poema, siempre me fascinó la idea.
Me gustaba referirme a éste como un arte.
Y no porque me pareciera algo "hermoso" ni mucho menos. Claro, lo era. Pero mi concepto era diferente.

Digo, la definición literal del "arte" es: actividad en la que el hombre recrea un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido.
Así como las diferentes tendencias o estilos de las mismas.

Cada quien tiene su propio arte.
Y cada quien percibe lo que se le da la gana. Lo que el corazón le dicta.

Para mí así era el amor. Sobretodo por la influencia de mi padre en mi vida.

Fue así como comenzó mi perspectiva sobre el amor.

A los catorce años, tuve que aprenderme de memoria el significado del término "arromántico, asexual" en orden de comprender por qué mi padre se fue de la manera en que lo hizo.

Mi padre no era capaz de amar románticamente a mi madre.
Y creía firmemente que él nunca había llegado a comprender lo que amar a alguien con una intensidad ridícula significaba.

Pero era ingenua.

Tal vez mi padre nunca amó románticamente a mi madre.

Pero sí supo lo que era el amor.

Lo supo porque me amaba a mí.

Tal vez no sintió jamás lo que es el amor idealista.

Pero sí supo lo que la forma de amor más pura y real era.

No comprendí esto hasta tiempo después en mi vida, cuando tuve la dicha de sentir esa misma sensación por mi propia cuenta.

—¿En qué tanto piensas, mami?

Una pequeña y delicada voz me sacó de mis pensamientos, haciéndome volver en sí.
Siempre divagaba tanto en mi propia mente que terminaba por perderme totalmente.

—No te preocupes, preciosa..., -Le calmé. No sabría cómo explicarle tal complejidad a una niña de siete años -¿Ya viste qué bonito el paisaje?

Asintió en lo que miraba al horizonte y suspiraba con una media sonrisa en el rostro.

—Quise atrapar una mariposa, pero se me ha escapado -Dijo, con un toque de tristeza.

Negué con la cabeza en lo que me agachaba para quedar a su altura y mirarla a los ojos.

—¿Qué hemos dicho sobre atrapar animalitos?

Apartó su mirada de la mía llevándola hacia su regazo y juntó sus manos. Siempre lo hacía cuando estaba nerviosa.

—Que no está bien hacerlo..., -Terminó por volver a encararme -Pero es que tenía alas verdes. El color favorito de papá..., Quería regalársela.

—Bueno, mi cielo, creo que tu padre apreciaría más que le hicieras un dibujo de la mariposa que tanto te gustó..., ¿Te gustaría?

In love with the fuckboy Where stories live. Discover now