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Lena.

No solía soñar todas las noches.
Nunca había sido capaz de tener más de tres sueños por mes.
Era rara la vez que dormía de una manera tan profunda, que me daba por soñar.
Y aunque no siempre era algo bueno, y a veces lo negativo terminaba ganándole a lo positivo, cuando tenía buenos sueños, se quedaban en mi memoria para siempre.

Una vez soñé que estaba en una pequeña capilla. Adornada con rosas blancas y margaritas recién podadas.
Habían cuatro filas de bancas de cada lado, y un pequeño podio de caoba con un libro abierto sobre él.

Había una mujer random en una esquina de la sala tocando el arpa.
Una melodía muy bonita.
De boda.

Era una boda.

Pero no era mi boda.

Era la boda de mis padres, a la cual no pude asistir, obviamente, porque todavía no existía.

A mi papá no le gustaba hablar del día en que se casó, y mi mamá casi no recordaba nada al respecto. Entonces a mí no me quedaba más que imaginar cómo había sido.
Tenía la esperanza de que fuera tan bonita como la soñé.

Había tenido ese sueño hace no más de tres años, y nunca había visto ese escenario otra vez en mi vida. Ni siquiera lo recordaba hasta que lo volví a soñar.

La misma noche en la que le pedí a Grayson que nos casáramos.

Estaba igual como la primera vez que la había soñado.
Impecable, pulcra, toda blanca e iluminada con luces medio amarillas que hacían el color de las flores resaltar.

No había nadie más que yo y mi sombra. Pero por alguna razón no me sentía sola.
Hasta me sentía protegida.
Y no entendí por qué hasta que me di media vuelta y noté a alguien en el podio esperándome.

Sonreí de oreja a oreja.

Caminé los pocos pasos que nos separaban, y una vez estaba lo suficientemente cerca suyo, abrí ampliamente mis brazos para rodearle por la cintura.
Instantáneamente me apretó contra su cuerpo con fuerza, queriendo acercarme más a él aunque ya no fuera posible.

—No creí que te vería tan pronto -Le dije aún sin separarme de él.

—Esta vez era yo el que necesitaba verte a ti, bonita.

Se alejó ligeramente de mí para poder tomar mi rostro entre sus manos.
Verle a los ojos era aterradoramente tranquilizante, y tenía el mismo brillo de siempre.

Aunque me extrañé un poco con sus palabras.

—¿Por qué necesitabas verme, papá?

Desde que pasó el incidente con las pastillas, ya no podía deducir si lo que estaba viviendo era un sueño o era real.
Y no físicamente real, sino en espíritu. No en cuerpo, sino en alma.

—Sé que vas a casarte con Grayson.

Sonreí sin poder evitarlo viendo hacia el suelo.
Era un poco raro cuando lo decían en voz alta.
Pero al mismo tiempo se sentía tan bien. Tan correcto.

—Sí..., Le pedí que nos casáramos.

—¿Ya ves cómo cambian las cosas tan rápido? Y tú que querías que te llevara conmigo la última vez...,

In love with the fuckboy Where stories live. Discover now