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Lena.

Lo último que quería en ese momento era ser molestada por absolutamente nadie en el mundo.
Ya de por sí tenía muchas cosas en la cabeza y estaba a punto de reventar. No quería que cualquier imbécil me colmara la paciencia.

Finalmente llegué a casa, empapada, después de cuarenta minutos caminando bajo la lluvia. Recibiendo comentarios asquerosos de hombres idiotas.

Entré dando zancadas, sin importarme el desastre que estaba haciendo por el agua que se resbalaba de mi cuerpo.

—¿Magdalena? -Me espetó mi madre mientras entraba al salón, haciéndome parar en seco al pie de la escalera -¿Qué son estas horas de llegar?

Ni siquiera se inmutó de que estaba empapada.

—Vine caminando.

Intenté subir, pero me seguía deteniendo al hablar.

—¿Kat no se ofreció a traerte? -Hizo una mueca -Vaya amistades...,

—No -La interrumpí.

Eso bastó para hacerme salir de mis casillas.
Había reventado.

—No te atrevas a hablar de Kat. Ni de nadie que me importe, mamá. Ya estoy harta de ti.

Otra vez intenté subir a mi habitación, pero me sujetó fuertemente de la muñeca.

—¿Por qué me tratas así? Soy tu madre, Magdalena.

—¿Que por qué te trato así, mamá? -Le dije sarcásticamente. Asintió -¿Te parece poco haber arruinado mi vida? ¿Tengo que recordarte que mi vida es miserable gracias al troll asqueroso con el que decidiste casarte? ¿De verdad es necesario que te diga el por qué, mamá?

Me soltó la mano como si le quemara, mientras miraba hacia el suelo.
Sabía que todo lo que yo decía era nada más que la verdad.

Pero yo ya no quería irme a mi habitación.
Había comenzado, y ya no iba a parar.
Estaba cansada de que todos pensaran que podían tratarme como una mierda y que no habrían represalias.

—No tienes derecho alguno de reprocharme por nada..., ¡Nada, mamá! -Le grité, casi inconscientemente -Mucho tiempo te permití alejarme de las personas que más me importaban, por influencia de la basura que tienes por marido. Pero ya basta. Ya es suficiente de empeñarse en arruinarme la existencia...,

—Lena, por favor..., -Intentó interrumpirme.

—¿¡Por favor, qué!? ¿Te duele que te diga tus verdades, mamá?

Fui acercándome a ella poco a poco, haciendo que retrocediera hasta el salón de la casa.
Ya no podía detenerme.

—¿Recuerdas que me dijiste que yo era la razón por la cual mi padre se mató? ¿¡Lo recuerdas, mamá!?

—¡Te dije que lo olvidaras!

—¡Y un carajo, mamá! ¡No es algo por lo que pides perdón después de haberla cagado! ¡Me culpaste de la muerte de mi propio padre, maldita sea! -La miré de pies a cabeza con recelo -Y ¿Sabes por qué lo hiciste?

Verla indefensa, sin poder hacer nada al respecto ni decir nada por la misma culpa que cargaba, se sentía jodidamente liberador.

—Porque bien en el fondo sabías que tú, y nadie más que tú, fuiste la razón por la cual se mató..., No te quería. Nunca te quiso. Lo hacías infeliz, y por eso se quitó la vida. Y tú..., ¡Tú quisiste adjuntarme esa culpa a mí! ¡A tu propia hija!

Lágrimas comenzaron a aparecer en sus ojos y resbalar por sus mejillas.
No me provocaba ningún tipo de remordimiento. Si ella no se comportaría como una madre conmigo, entonces yo no me comportaría como una hija.
Así funcionaban las cosas.

In love with the fuckboy Onde histórias criam vida. Descubra agora