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Ocho días antes.

Grayson.

—Angelito, por favor dime qué te pasa. Sabes que odio verte así.

Lena llevaba desde que llegué al apartamento acostada sin mostrar ningún tipo de emoción. Sólo miraba a la nada, hablaba poco y comía menos.

—No puedo, Grayson...,

—Lo menos que quiero es presionarte, Lena. Pero no puedo ayudarte si no me dejas hacerlo.

Finalmente me encaró, me miró directamente a los ojos y se enderezó sobre la cama.

—Me avergüenza simplemente pensarlo..., Decirlo en voz alta lo empeora mil veces.

Se sentó recargándose en la cabecera, con ambas rodillas pegadas a su pecho y con sus brazos rodeándolas.

—Puedes confiar en mí, ángel. Soy tu novio ¿recuerdas?

Intentaba hacerla reír, pero nada parecía dar resultado.
Algo realmente malo había sucedido y yo me comenzaba a preocupar demasiado.

—Mi mamá me pidió que fuera a hablar con ella ayer..., Sobre algo respectivo a mi padre.

Asentí poniendo rigurosa atención.
Me alarmé cuando se pasó ambas manos por la cara con violencia, cerró los ojos y suspiró.
Sabía que estaba por llorar ya que siempre se ponía totalmente roja antes de hacerlo.

Una vez que se tranquilizó, continuó.

—Mi papá me heredó dinero..., Bastante dinero, en realidad. Mi mamá aprovechándose de la situación se lo estuvo gastando a su antojo hasta que cumplí dieciocho..., Y no fue hasta que le congelaron la cuenta que decidió que era buena idea decírmelo.

Y sin previo aviso, sus mejillas se inundaron de llanto, seguramente de tristeza y enojo a su vez.

—¿Fue mucho? -Pregunté con voz queda.

—Más de la mitad..., Pero la cantidad no es lo que me importa. Es la puñetera vergüenza de saber que mi propia madre estuvo robándome y no pensó en decirme sino hasta que le pusieron un alto.

No sabía qué decirle, y en parte me sentí culpable de presionarla para decirme, evidentemente era algo difícil de contar así nada más.

—Lo siento mucho, Lena..., Me imagino cómo te sientes ahora.

Negó ligeramente con la cabeza.

—No..., No puedes, Grayson -Enjuagó sus dos mejillas con la palma de su mano -Me siento como si mi madre..., Como si ella se hubiera ido con mi padre. Porque así fue. Mi padre murió y también el espíritu de mi mamá. Y eso se siente terrible.

Tenía razón.
No sabía por lo que estaba pasando, y no podía ponerme a darle lecciones de vida como acostumbraba a hacer porque eso no era lo que necesitaba en esos momentos.

—Pero agradezco que estés aquí, conmigo..., Perdón por preocuparte con mis cosas.

—No me pidas perdón, angelito. Yo siempre voy a estar para ti.

Me sonrió.

Me ponía muy mal verla así, y se sentía peor no tener forma de hacerla olvidar sus penas y sentirse mejor.

No podía pensar en nada que pudiera hacerla dejar de estar tan decaída, y eso me hacía sentir impotente e inútil.

No fue hasta que recordé la primera vez que nos besamos que me di cuenta que eso era una muy buena manera de hacerla despejarse.

In love with the fuckboy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora