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Grayson.

Nunca en mi vida solía arrepentirme de las decisiones que tomaba.

Me gustaba creer que todo lo que hacía o decía estaba fríamente calculado y al final del día sería recompensado por ello.

Pero con Lena siempre me equivocaba.
Tenía el don de subestimarla.

Cuando hice la apuesta, ella no cedió hasta que le demostré que quería estar con ella.
Cuando descubrió la apuesta, me mandó al infierno, y fue necesario que me accidentara para hacerla volver.
Cuando tuvo esa falsa alarma de embarazo, de verdad creí que estaría contenta por tener un hijo conmigo.
Y cuando le dije que si se iba no volviera, creí profundamente que se quedaría..., Pero se fue.

Nunca acertaba con ella.
Siempre hacía lo contrario a lo que yo pensaba o esperaba que hiciera.

Nunca me arrepentía de nada en el mundo, más que lo que tenía que ver con Lena.

Pero no me quedaba otra más que tragarme ese arrepentimiento y seguir con mi vida. Después de lo que pasó en mi departamento, Lena ya no querría volver a saber de mí en lo que le quedaba de existencia.

Y no la culpo.

Me comporté como un imbécil, me pasé de la raya, y como tenía costumbre, la subestimé provocando que se fuera a Dios sabe dónde.

Podría estar en cualquier lugar del mundo, sola y afligida.

Estaba sacando mis cosas de mi casillero para poder vaciarlo antes del fin de clases cuando tocaron mi hombro y me llamaron haciéndome sobresaltar.

—Hola, guapo.

Al reconocer la voz de la persona que me llamaba, sentí como me venía una jaqueca terrible.
El sólo pensar en ella me provocaba dolor de estómago.

—Aléjate de mí -Le dije sin voltear a verla -¿No te quedó claro cuando Lena te destrozó la nariz?

—Ay, Grayson -Puso una mano sobre mi brazo y con la otra comenzó a acariciar mi cabello -Yo sólo vine a avisarte algo sobre tu noviecita..., Deberías agradecer que no te odio por romperle dos costillas a mi papi.

En un movimiento rápido le tomé con fuerza de la muñeca y la acerqué a mí, mirándola directo a los ojos.

—¿Qué quieres para que me dejes en paz, Rebeca?

En lugar de demostrar algún tipo de incomodidad con la manera en la que la estaba sujetando, se reía y parecía estarlo disfrutando mucho.

—Me encanta cuando te pones tan agresivo..., Así exactamente te recuerdo en la cama -Intentó acercarse a mis labios pero alejé mi rostro del suyo.

—Como se te ocurra besarme te juro que devuelvo el estómago.

La solté con brusquedad haciendo que retrocediera un paso hacia atrás.

Aún seguía riéndose.

A veces lo único que deseaba es que por una puta vez borrara de su cara su molesta sonrisita diabólica.

—Sólo vine para decirte que tu preciada noviecita llegó con un tipo muy guapo..., Rubio, de ojos azules. Seguramente va al gimnasio diariamente.

No iba a mentirme a mí mismo y convencerme de que pensar en ella con otro no me molestaba.
Mucho más sabiendo que no habían pasado ni dos días.

Pero después volví a analizar todo lo que me dijo Rebeca, y esa descripción era exactamente igual a la de Travis, el amigo de Lena.

Él ya estaba casado, y se llevaba muy bien con ella.

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