“No puedes irte. Aún no sé cómo hacer para que mi poder fluya por todo mi ser”.

— Eso debes averiguarlo por ti misma, el dios Darrash, desea ver qué tan digna eres.

“¿Digna?”

— Así es.

“Digna... Ese maldito me envía aquí, siendo solo un bebé espera que me pueda proteger sola y que haga del imperio un lugar próspero... ¡¿Que carajos le pasa a ese maldito dios?!... ¡¿Acaso es estúpido?!”

— ¿Perdona?

Fue una sorpresa para la dueña de la voz escuchar como la niña hablaba del ser Supremo, esperaba una reacción más sumisa de su parte y resultó ser todo lo contrario.

— El Infinito se puede molestar si te escuchá.

“Me vale tres hectáreas de cacahuates. ¿Cómo espera ese estúpido dios que cumpla con sus requisitos si yo muero? Pero no, ¿Como va a pensar? la única que sale perjudicada aquí, SOY YO”.

Una risa se oyó. La mujer que hablaba con ella comenzó a reír. Por primera vez en siglos, escuchaba algo semejante. Se dió cuenta de lo parecidas que eran y eso le transmitió cierta nostalgia.

— Lograrás tu objetivo. No dudes en que volverás a escucharme y la próxima vez, te diré todo lo que quieras saber. Hasta entonces, no te rindas.

Termino como un eco y finalmente las palabras quedaron en el aire. Fiama entendió que la presencia había desaparecido.

“Te mostraré... Maldito dios... ¡Te mostraré que tan digna soy y luego golpearé tu estúpida cara!”

En una dimensión llena de luces y colores, con una extensión infinita. Millones de bolas de humo blancas flotaban a su alrededor sin tener conciencia de quienes fueron o lo que hicieron.

Solo una pequeña se acercó y tomo forma, la única que lograba hacer eso, la única que sabía quién era.

— Estoy segura de que escuchaste nuestra conversación.

Ella miro hacia arriba, la figura de esa persona era como una enorme estatua, solo que el estaba vivo, aunque también se podía decir que estaba muerto. Era todo y era nada.

— Lo hice.

— ¿Que piensas? — la joven dió un salto terminando en el apoyabrazos del trono dónde esté ser celestial se acomodaba. La muchacha se sentó y dejo sus piernas colgar en el borde.

La gran personalidad miró la pequeña figura que le hablaba con familiaridad. Los ojos rasgados de la niña siempre le daban ese toque agresivo y misterioso que desde el principio le agrado, de un color violeta, como si quisieran ocultar un secreto. Con labios de un rosa claro y piel tan blanca como la leche. Un cabello largo que llegaba por debajo de su cintura. La niña estaba cubierta de una túnica blanca que parecía fundirse con su piel. Una belleza sin igual.

— Creo que ella es... bastante única.

Su voz gruesa hacia retumbar los cielos, pero así mismo era muy agradable, la más bella melodía que existía en el universo. Era el ser más perfecto. En sus ojos se podían ver los colores de una aurora boreal con una belleza sin igual, en ellos se podían encontrar los secretos del universo y hasta las galaxias parecían cruzar por ellos. Desde donde el estaba, podía ver y oír todo.

— Es justo quien esperaba que fuera — comento la mujer con una sonrisa — Además, es la primera persona que se queja por las decisiones de su dios.

El destino de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora