Capítulo dos.

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Isabella conocía perfectamente esa habitación, era el lugar donde tantas veces se había perdido leyendo sobre los dioses y las brujas que precedieron a su madre, de pequeña había leído sobre como los dioses habían creado paz en su pueblo y el mundo que fuera los rodeaba, para ella siempre había sido maravillosa la forma en la que esos libros inmortalizaban a esas personas.

Había leído sobre demonios malditos por la luna y otros aún desconocidos malditos por el sol. En esa habitación donde había pasado la mayor parte de su infancia había encontrado refugio y un poco de la tan escasa paz que tanto anhelaba.

Pero en esa habitación también había descubierto lo que era convertirse en un ser maldito, morir y volver a renacer como un demonio y ser maldito por el sol. Esa noche tan horrible en la que su lugar de aprendizaje y paz se convirtió en el causante de las pesadillas que no la dejarían dormir tranquila.

Leer sobre monstruos e incluso conocer a algunos era una cosa pero, algo muy diferente era convertirse en uno. Pobre Isabella pensarían muchos pero no era así, pobres las personas que murieron por su mano, que perdieron la oportunidad de vivir y amar, pobre su madre que había perdido la oportunidad de quedar inmortalizada como tanto había deseado, pobre su hermana que no había podido tomar gozo de la vida, pobre todas las personas del pueblo que murieron esa noche y a las que Isabella no pudo salvar aunque así lo deseara.

Después de reaccionar a ese horrible y para ese entonces aun borroso ataque en el que había asesinado al aquelarre liderado por su madre, aun sin saber por qué hizo tan atroz acto se fue de casa para encontrarse con otro horrible momento; el pueblo en el que había crecido se incendiaba como fogata, personas aún con vida gritaban por auxilio pero Isabella sedienta, por alguna razón que aún no se explicaba, de sangre corrió lejos del único lugar que había conocido como hogar.

Se mantuvo alejada por años de ese lugar aunque era consiente que habían sido pocos los que habían sobrevivido, ningún cazador y ninguna bruja, todas las brujas y algunos cazadores habían muerto en manos de Isabella y el resto habían aparecido en el bosque completamente destrozados, únicamente había sobrevivido algunos mortal, tan comunes como cualquier otro.

Por años deambulo sola por el mundo, aterrada de sí misma y de quienes la rodeaban, poco tiempo después de su transformación fue cuando entendió porque se les llamaba demonios malditos por el sol, el sol tan brillante y espléndido como ella siempre lo había admirado se había convertido en el causante de muchas molestias pues mientras menos ella se alimentará el sol la lastimaba quemando su piel y cuando se alimentaba en exceso el resultado terminaba siendo igual.

La sangre se había convertido en su necesidad más grande, odiaba tener que alimentarse de ella y aunque muchas veces intento contenerse esperando morir por la falta de ella el resultado término siendo peor. Solía alimentarse de sangre de animal pues no pretendía hacer daño a ninguna persona.

Su príncipe, su príncipe había desaparecido e incluso después de haberse marchado Isabella aún guardaba la esperanza de volverlo a ver, pero no para amarlo realmente, ella solo quería dejar todo lo que había hecho atrás pero para poder hacerlo necesitaba primero vengar su vida, su príncipe debía pagar ya que ella no podía parar su propia vida.

Había intentado acabar con su vida después de eso tan horrible que había hecho, pero nada funcionaba aunque lo intentará de mil maneras, no podía morir, su príncipe debería pagar.

No fue sino muchas décadas después, cuando ella lucía aún de la misma edad en la que había conocido y amado a su príncipe, que se volvió a encontrar con él.

Oh, su amado príncipe se veía igual de apuesto con esos ojos de los cuales el mar y el cielo podrían sentir envidia, ese porte digno de alguien de la realeza y esa piel pálida que hacía resaltar sus ojos.

Sangre Azul(Completa)Where stories live. Discover now